Voces en el cielo

Primera parte: La vida antes del fuego.

1

Estaba nublado afuera, podía oír el ruido de los relámpagos que se acercaban cada vez más. Sentía mucho frío a pesar de estar tapado hasta la barbilla. Mis piernas y brazos temblaban demasiado. << será el peor día de todos >>. pensé.

Abrí los ojos lentamente, y la poca luz que entraba por mi ventana contraía mis pupilas. Podía sentir los residuos de saliva en los labios, y esa extraña membrana que te cubre los ojos al despertar.

Me senté sobre la cama unos segundos y eché una mirada al reloj que posaba sobre un buró de madera. Eran cinco para las siete de la mañana, así que decidí recostarme un poco más de tiempo, aprovechando que hoy no tenía clases. Normalmente me cuesta demasiado poder levantarme para un día común de escuela, pero hoy fue diferente, extrañamente distinto. Se sentía en el ambiente, se respiraba miedo.

Me quedé mirando el pálido techo de mi habitación, pensando en lo que me esperaba a continuación. Siempre me gustaba pensar o imaginarme cosas tristes, cosas extrañas, sucesos repentinos llenos de sorpresas.

 

— ¡Duque! — grité. — ¿Qué haces aquí tan temprano, pequeño? — Le dije al perrito.

Él sólo ladraba y daba saltitos sobre mi abdomen, luego se inclinó para lamer mi cara, y eso no se lo permitía a menudo, pero hoy amanecí de buenas. Ladeó la cabeza un poco hacia la izquierda y sus bellos ojos se metieron en los míos.

Duque era una raza muy rara que se llama Pinscher, y es muy parecido a los Doberman, pero en miniatura.

Por fin pude pararme de donde estaba, muy lentamente como me ha recomendado mi profesor de biología, porque según él, si lo hago rápido podría marearme en el transcurso del día.

Caminé hecho un zombi hasta la cocina, tomé una caja de cereal de avena que estaba en la alacena y lo serví en un plato hondo, enseguida puse un sorbo de leche sobre este y comencé a desayunar.

Prendí la televisión en el canal de las noticias (que mi papá ama), y puse atención a los hechos que estaban ocurriendo en el mundo.

El pequeño Duque se notaba tenso, me seguía por todos lados, como si temiera que algo terrible me pasará en un instante.

Sentí una rara sensación que me erizó los vellos de todo el cuerpo y a mi mente acudieron los nombres de personas, y surgió un sentimiento de pánico. Pensé en Edson, mi mejor amigo desde hace dos años, lo conocí en la preparatoria en la que estudio. Y me ha dado tantas risas y alegrías que no lo cambiaría por nadie.

Bloqueé mis pensamientos un momento porque una nota informativa de la televisión me interrumpió:

 

" La noche del ayer, viernes 2 de septiembre ocurrió un ataque terrorista en la ciudad de París, Francia, el número de muertos sobrepasa las doscientas personas y se asegura hay al menos cuarenta heridos; y es un hecho por el que el mundo se puso en alerta total.  Hasta ahora los agentes de la policía no han podido encontrar pista alguna de este terrible atentado. En el lugar pudieron encontrar un extraño mensaje de amenaza, que decía lo siguiente:

<<No serán los primeros, esto está por comenzar, el altísimo ya viene>>

Se dice que los terroristas podrían pertenecer a alguna secta satánica o a una de obsesionados con la religión. Se teme que puedan hacer otro ataque a las ciudades más importantes del mundo, por lo cual los gobiernos han decidido reforzar la seguridad, encargándose de que la salida o entrada extranjera sea prohibida.  Volvemos contigo Carl..."

 

Yo estaba atónito ante lo que estaba escuchando. El reportero seguía explicando la situación, pidiéndonos a la audiencia que nos mantuviéramos en calma. Pasaban imágenes fuertes de un extraño lugar lleno de humo y restos de concreto por todas partes. Varios camiones de bomberos, ambulancias y vehículos policiales alrededor de lo que quedaba de esa calle.

 

Seguramente mi mamá habría dicho que es una señal del apocalipsis, porque eso era siempre de lo que hablaba. Estaba tan apegada a su religión que no tenía algún otro tema del cual hablar. Mi papá por el otro lado siempre se quedaba callado y sólo gesticulaba palabras cuando era necesario.

El curioso de mi hermano seguramente alimentaria las ganas de hablar de mi linda madre.

Dejé de pensar por un momento en todo aquello, porque supuse que en cuanto ellos llegaran, no dejarían de hablar del tema.

Simplemente me cambié y me puse una ropa negra, todo de negro como la mayoría de las veces visto, luego tomé mi mochila y me fui al trabajo, como lo vengo haciendo desde hace un año, todos los fines de semana.

 

Y si, era aburrido llegar a esa cocina tan caliente como un horno y escuchar las discusiones que siempre tenían mis compañeros de trabajo, escuchar sus tecnicismos era tan estresante que recordarlos me provoca dolor de cabeza.

Cerré con llave la entrada principal de mi casa y me dirigí hacia allá, pensando, pensando y pensando en tantas cosas a la vez.

Mi cabeza es un infinito mar de ideas.

No pude evitar sentir tristeza por todas aquellas familias que habían perdido a sus seres amados en el ataque. No pude retener una lágrima que bajaba por mi mejilla hasta chocar con el labio, salada, caliente, y tan pequeña.




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