Voces en el cielo

16

El tiempo pareció eterno, pero por fin un sol completamente rojo se asomó tras las nubes negras, la visibilidad mejoró considerablemente, pero no lo suficiente.  Cavamos una pequeña fosa de al menos un metro y medio de profundidad, todo nuestro esfuerzo se vio reflejado ahí, no habíamos probado un bocado en horas, días, tal vez; utilizamos materiales del bosque como ramas y piedras para poder realizar el trabajo.  Depositamos ahí los cuerpos de Julio y Luis, y los despedimos como se merecían, mamá siempre me enseñó a dar respeto a todo el mundo, y ellos se merecían un digno funeral.

Todos rodeamos el pozo mientras Flor decía unas palabras que aprendió en la iglesia, escuchaba los susurros del bosque cada vez más lejos, los cuervos alborotados en el cielo nos rodeaban, ansiosas por llegar a los cadáveres, parecía el comienzo de una escena de miedo y angustia. José y yo echamos la tierra lodosa sobre ellos, poco a poco y con la poca energía que podíamos tener, y con un gesto de respeto los cubrimos para siempre.

— El señor es mi pastor, nada me faltará... — rezaba Florangeli.

 Miré el amplio cielo mientras ella proseguía con sus palabras.

— En prados herbosos me hace recostar...— Escuché el leve canto de las aves volando en la copa de los árboles.

— Me guía por senderos trillados de la justicia por causa de su nombre...— Pude ver que el sol se hacía muy brillante cada vez, pero aun así la gruesa capa de nubes lo eclipsaba.

— Aunque ande en el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno ...—

Dejé escapar un resoplido, un mal presentimiento me inundaba.

— Porque tu estarás conmigo ...

Entonces lo vi, antes que todos, venía rápidamente desde el cielo, una cosa brillante, envuelta completamente en llamas. La bola de fuego se aproximaba como un misil hacia nosotros.

— ¡Al suelo! — les grité, y me lancé sobre Flor para cubrirla de los restos.

Detonó a unos metros de nosotros y produjo una pequeña onda de impacto que hizo que se nos reventaran los oídos.

Los árboles sacudieron violentamente sus ramas cuando la onda los tocó con su cálido aliento invisible.

Sentí un aire que me quemaba la espalda mientras me encontraba tirado sobre Flor, cubriéndola. Todo pasó muy rápido.

 

— Gracias — me dijo un poco confundida.

— Si, no tienes que agradecer.

— Ya puedes quitarte de encima.

— Si, eso haré enseguida.

— Pues hazlo.

Me giré hacia la derecha para dejarla salir y en su cara se veía un terror inigualable.

 

— Maldita sea — dijo José.

Se sacudió el polvo de la ropa y luego nos miró. Tenía la nariz rota, se lastimó cuando se lanzó en picada para evitar esa cosa que pasó sobre nosotros.

Los franceses no tuvieron más que unos rasguños y unas cuantas manchas en su ropa.

 

— Muy bien señor líder, ¿y ahora qué? — dijo la voz chillona.

— Mira Kelly, no tengo tiempo para tus cosas.

— ¿Mis cosas? — respondió enojada — No sabía que era mi culpa que objetos de fuego llovieran hoy en día.

En su expresión se le notaba confundida y nerviosa.

— No dije eso, simplemente yo...

— ¿Por qué no cierras ya esa enorme boca, estúpido? — dijo.

Hubo un silencio incómodo, seguido de unos ruidos extraños en los árboles.

Flor me tomó de la mano cuando Kelly se giró, sólo la vi alejarse hacia el bosque profundo.

— Está un poco cansada, es todo — me susurró, mientras me acariciaba suavemente el hombro.

— Lo sé — respondí agobiado — todos lo estamos.

 

Edson, que había estado callado toda la noche por fin comenzó a gesticular palabras.

— Tenemos que largarnos, y rápido — frunció los labios hasta formar una delgada línea.

— Yo estoy de acuegdo con el niño. Y sé que Émile también lo está.

— Así es — respondió Émile.

— Esas cosas están tgas nosotgos, no estamos segugos aquí.

— ¡Oh no! — dije interrumpiendo y riendo sarcásticamente — si "esas cosas" estuvieran tras de ti, créeme que ya no estarías respirando justo ahora.

— Como sea — respondió Émile — me sentiguía más cómodo en otgo lugag.

— Pues no se diga más. ¿Ustedes que opinan, muchachos?

— Sería lo mejor, tampoco quiero estar aquí — dijo Flor

— Partimos en un rato más.

— Bien.

— Bien.

— Abadie y yo iguemos pog los botes que dejamos anoche en el campamento. Espegamos que estén llenos hasta la mitad al menos.



#11283 en Thriller
#6344 en Misterio
#19315 en Fantasía
#7645 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: romance, aventura, tercera guerra mundial

Editado: 01.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.