Spencer y yo intercambiamos miradas, al final de esa página, y dibujado con un líquido rojo carmesí, hay un garabato, uno que hace que una extraña sensación aparezca.
En el pequeño dibujo puede verse a un niño, trazado con facilidad, hecho solamente de palitos y con una cabeza más grande que su cuerpo.
El niño está sonriendo y en su mano, lleva un cuchillo, el cual, chorrea pequeñas gotas de sangre. Pero eso no es lo que me causa más inquietud, lo que hay detrás de él es lo que lo hace, una "persona" parada, con las manos en los hombros del pequeño niño, como si lo estuviera animando a hacer algo terrible.
Spencer lanza un suspiro y luego cierra el libro, sus ojos se mueven con rapidez, está nerviosa.
—-¿Qué fue eso? —Rompe el silencio mi amiga.
—¿Una historia? —Trato de responder.
—Lucas tengo miedo.
—¿De qué? Un libro —Bufo.
—No creo que sea solo un libro —Dice mirando a nuestro alrededor.
—¡Spencer por favor! —Exclamo quitándole el libro y poniéndome de pie. —Eres una chica inteligente, ¿Cómo puedes pensar que un libro puede hacerte daño?
—No dije que fuera el cuaderno —Musita bajando la cabeza.
—¿Hablas del "monstruo"? —Pregunto sorprendido.
Pero ella no responde, lo que contesta mi duda.
—Ahora tu eres la que tiene miedo —Bufo riendo, solo que ella, no ríe.
Lanzo un suspiro y continúo hablando.
—Spencer —La tomo de los hombros y la miro a los ojos. —Conmigo aquí, nada te pasará.
—No lo sé... Ese cuaderno me da una extraña sensación —Comenta con una mueca de disgusto.
—Ah sí, bueno —Me doy media vuelta y lanzo el estúpido cuaderno hacia la chimenea.
—¡¿Qué haces?! —Exclama abriendo sus ojos.
—Pues ya no existe —Termino mientras miro como ese estúpido objeto lleno de hojas viejas y desordenadas se quema.
Spencer se pone de pie sin despegar los ojos del cuaderno envuelto en llamas, abre su boca, pero un sonido a lo lejos la calla.
Ambos miramos hacia esa dirección, cruzamos miradas y lentamente, avanzamos hacia allá.
Conmigo delante, continuamos avanzando, me detengo unos minutos y Spencer, posa sus manos sobre mis hombros, haciendo que siga caminando.
Llegamos hasta las escaleras y en ese instante otro sonido se hace presente, nos volteamos y de repente la puerta se abre, encontrándonos con mi padre, quien se sorprender al vernos.
—Hola señor Shay —Saluda mi amiga.
—¿Cómo estás Spencer? —Responde mi padre.
—Muy bien señor.
—¡Spencer! —Exclama mi madre apareciéndose.
—Hola —Vuelve a saludar mi mejor amiga.
—¿Qué haces por aquí? —Interroga mi adre.
—Vine a asegurarme que su hijo no muriera quemado —Dice mirándome de reojo. —Y como veo que ya está todo controlado, volveré a casa —Agrega escapando de más de una de las conversaciones más incomodas que hemos tenido.
La puerta se cierra con ella detrás y mis padres se me quedan viendo.
—¿Qué? —Pregunto al no resistir sus miradas sobre mí.
—Sabes que no puedes traer gente cuando no estamos —Me reprocha mi madre.
—Es Spencer —Bufo cruzando mis brazos.
—Son las reglas.
Pero yo no respondo, lanzo un gruñido y doy media vuelta, camino lentamente hasta las escaleras haciendo ruido con mis pies hasta llegar a mi cuarto.
Entro en mi habitación y cierro la puerta de un portazo, odio tanto cuando hacen eso, es mi mejor amiga, la conocen de toda la vida, y aun no confían en ella, no puedo creerlo.
Llevo mis manos a la cabeza y cierro mis ojos mientras despeino mi cabello.
Quito mis manos y al abrir mis ojos, me sorprendo, sobre mi cama, se encuentra el cuaderno, el mismo cuaderno que lancé al fuego hace un par de minutos.
Me acerco lentamente, el viejo cuaderno está abierto, en la última hoja que leímos, me siento en la cama y lo tomo con ambas manos, está vez, el niño no llevo un cuchillo, sino que ahora, su dedo apunta hacia una flecha, una que parece, señala la siguiente página.
Obedezco como si fuera un niño al que acaban de encargarle algo y paso la página, encontrándome con una página mucho más dañada que la anterior, de un tono demasiado amarillo.
Está, al igual que las primeras páginas, tiene un título en medio y un texto que le sigue, pero es muy diferente, la caligrafía es pésima y la letra apenas legible.
Miro hacia ambos lados y fijo mi vista en el cuaderno, dispuesto a seguir leyendo.
Hay Alguien dentro del Armario
Habían pasado semanas desde que le dije a mi papito que alguien me vigilaba durante las noches, escuchaba como su respiración pasaba por mi cuellito y mis oídos.
Mi papito dice que es mi imaginación, pero yo sé que no es eso, a veces me habla, y no me dice cosas bonitas, se la pasa insultándome y riéndose de mí, ha intentado hacerme daño, pero al gritar, desaparece.