Capítulo 40
Ir Juntos
Ayaka retiró el haori del colgador de kimonos, y ayudó con mucha delicadeza a Kazuha a probárselo. Una vez que lo vio con la prenda puesta, contempló con asombro lo bien que le sentaban los colores. Los tonos oscuros contrastaban con el color de su piel y cabello, y los tonos cálidos convergían con sus lindos ojos carmesí.
—Creo que me queda bien —indicó Kazuha, al tiempo que extendía un brazo hacia un lado. Además de los colores, el tamaño resultó ser, por suerte, más que adecuado. El largo del abrigo y de las mangas era el correcto; justo a la medida.
—Me alegra que te ajuste bien —suspiró Ayaka, aliviada. Se encontraba de pie detrás de Kazuha, y pasaba sus manos lentamente por los hombros del espadachín, intentando alisar cualquier arruga—. Lo bueno es que la idea es que sea una prenda holgada. Pero como no tenía tus medidas exactas, tuvieron que usarme a mí como modelo, y sólo pedí que ensancharan un poco los hombros. De niño teníamos complexiones similares, ¿recuerdas? Tanto que podíamos usar la ropa de entrenamiento del otro sin ningún problema. Pero ya no somos unos niños… ¿cierto?
Mientras hablaba, sus manos recorrieron lentamente, casi sin proponérselo, los hombros y los brazos del muchacho. A su tacto, la forma de su espalda y el grosos de sus brazos se volvieron más que apreciable. Sí, definitivamente ya no era un niño. Era claro que su cuerpo se había vuelto más torneado y fuerte con los años, y el tiempo que había pasado viajando y entrenando. Se veía, y se sentía, mucho más varonil…
Ayaka se sobresaltó, casi asustada al darse cuenta de lo que estaba haciendo, pero en especial de lo que estaba pensando. Rápidamente apartó sus manos y retrocedió un paso, intentando que sus movimientos fueron gráciles y calmados, y no reflejaran su nerviosismo. Sus mejillas acaloradas de seguro hacían muy bien ese trabajo por sí solas.
La joven Princesa Garza carraspeó un poco, y con mayor calma volvió a hablar.
—Me aseguraron que la tela era lo bastante resistente, pero igual pedí que le colocaran un doble forro, como bien pudiste darte cuenta. Eso ayudará a que te proteja y caliente más durante tus viajes, y también la hará más duradera a la intemperie. Dime, ¿cómo lo sientes? ¿Te gusta?
—Es perfecta —musitó Kazuha con discreto entusiasmo. Se giró hacia ella en ese momento, esbozando una de sus sonrisas que, aunque pequeñas, reflejaban una marcada generosidad y honestidad—. Y lo es aún más sabiendo lo mucho que pensaste en mí al mandarla hacer. Muchas gracias, Ayaka.
Inclinó su cuerpo hacia ella levemente, con una respetuosa reverencia. El rostro de Ayaka volvió a encenderse.
—No… no hay de qué —murmuró, ligeramente nerviosa—. A mí me alegra mucho saber que te gusta. Espero te ayude en tus viajes y… bueno…
La jovencita de cabellos azules se giró hacia un lado. Sintió el impulso de ocultar su rostro detrás de uno de sus abanicos, pero no tenía ninguno a la mano, por lo que en su lugar alzó lentamente su brazo izquierdo, escondiéndose levemente detrás de la manga rosada de su yukata.
—También espero que pienses en mí mientras lo usas —susurró despacio, casi como si esperara que él no la escuchara. Sin embargo, por supuesto que Kazuha lo hizo, y su rostro se iluminó al inicio con ligero asombro, pero casi de inmediato volvió a sonreír.
—Después de estos días que hemos pasado juntos, me será casi imposible no pensar en ti a cada segundo de mi viaje —pronunció de pronto de forma directa, sin vacilación alguna al hacerlo. Ayaka se exaltó, sorprendida de que pudiera decir algo como eso tan fácil.
Ayaka sintió de nuevo su rostro arder y su corazón retumbar. No era usual que dejara tan en evidencia sus emociones como de seguro lo estaba haciendo, pero cuando se trataba de él… simplemente no podía evitarlo.
Por mero reflejo caminó hacia un lado, alejándose unos pasos de Kazuha hasta casi darle la espalda. Respiró hondo, intentando recuperar la calma, pero también para tomar fuerzas.
—Supongo que ahora debemos despedirnos, ¿no es cierto? —susurró en voz baja sin mirarlo. Su tono se percibía algo frío, pero un cierto dejo de dolor era apreciable por debajo de sus palabras—. Según recuerdo, tienes un asunto del cual encargarte el día de hoy, y luego partirás… ¿no es cierto?
—Así era, al menos hasta esta mañana —respondió Kazuha, tomando por sorpresa a Ayaka, que por mero reflejo se volvió hacia él. La expresión del muchacho se había tornado seria—. Tal parece que el asunto que nos trajo a Inazuma se canceló de último momento. No conocemos los detalles, pero al parecer así fue —añadió encogiéndose de hombros.
—¿De verdad? —susurró la joven Kamisato, azorada.
Aquello provocó que una serie de pensamientos brotaran en la mente de Ayaka en cuestión de segundos. Esa revelación prácticamente confirmaba que sus sospechas iniciales eran ciertas: Kazuha y Tomo eran los compradores de las visiones falsas de Masakatsu.
Justo ayer, Thoma le había confirmado que el artesano había decidido cancelar la entrega que realizaría esa misma noche, todo a raíz de la advertencia que les habían hecho sobre los últimos movimientos de la Comisión Tenryou. Y ahora justo Kazuha le decía que el asunto que los había traído a la ciudad, en efecto se había cancelado también. Y si a eso le sumaba las demás coincidencias… bueno, no era descabellado sacar dicha conclusión.