Volverás a mí

14

Habían pasado un par de semanas desde que Cecilia se había ido y desde entonces los muchachos se habían coordinado para llevar las tareas de casa como de la escuela lo mejor posible. Todos los días se iban juntos a la universidad y al final del día en la escuela, Jessica e Ian se iban juntos a Ítaca a comer y de ahí iban a casa a continuar tareas. Gabriel continuaba con sus prácticas y veía a su amigo y a su hermana en casa para cenar juntos. Así pasaban los días y parecían tener todo bajo control.

Para ese fin de semana habían planeado salir a montar en bicicleta y tener una especie de picnic pero el plan se había arruinado cuando esa tarde empezó a llover a cántaros. Los tres muchachos entonces se quedaron en casa; prepararon el almuerzo juntos, chilaquiles verdes para beneplácito de Ian, y se habían puesto a ver películas en la . Ahora, Jessica leía tumbada en el sofá mientras los muchachos estaban entretenidos en varias partidas de videojuegos, pero Ian no parecía concentrarse: la mirada de Ian constantemente se desviaba a verla y estaba totalmente distraído por su presencia. De vez en cuando, Jessica levantaba la mirada del libro y descubría que Ian la observaba y de pronto apartaba la mirada nerviosamente. Era casi como los primeros días en que lo había conocido que él era quien la descubría a ella mirándolo.

—¿Qué te está pasando, Ian?— reclamó Gabriel desesperado cuando El juego terminaba tan pronto —¡Concéntrate! Siento que me estas dejando ganar y no es divertido—

—Perdón— dijo Ian, sin saber qué más decir y sin poder dar más explicaciones. 

Desde que habían regresado de aquel viaje frustrado a la Ex Hacienda lo único que rondaba su mente era como decirle a Jessica lo que sentía por ella y encontrar el momento oportuno para hacerlo. Y desde entonces, estar cerca de Jessica y tratar de actuar como siempre había sido casi imposible.

—Voy por más comida y mejor nos ponemos a ver otra película— dijo Gabriel levantándose y dirigiéndose a la cocina.

Jessica e Ian se quedaron en la sala sin decir mucho; Ian empezó a recoger los controles para ver la película como había sugerido Gabriel, mientras esperaban a que el subiera de la cocina. Estaban haciendo eso cuando escucharon que sonó el teléfono y Gabriel había contestado.

—¿Hola?— escucharon responder a Gabriel —¡Qué tal, Alex!

Gabriel continuó hablando pero desde arriba Ian y Jessica no pudieron distinguir mucho de la conversación pero a los pocos minutos escucharon que Gabriel había colgado y estaba subiendo a prisa las escaleras.

—¡Jess, iré al restaurante!— anunció Gabriel mientras corría a su habitación.

—¿Está todo bien?— preguntó Jessica viendo que su hermano parecía tener prisa.

—Al parecer es un caos: la lluvia hizo que todos corrieran a los restaurantes a refugiarse—explicó Gabriel saliendo de su habitación terminando de ponerse el impermeable —. Y como en Ítaca se puede desplegar el techo de lona en el patio, mucha gente ha llegado empapada a refugiarse desde los otros restaurantes que ya están llenos y están pidiendo bebidas calientes como locos. El pobre Alex no se da abasto y muchos de los chicos avisaron que no habían podido llegar precisamente por el tráfico y la lluvia. Hacen falta manos así que iré a ayudar.

—Voy contigo. Voy por mi impermeable también y estaré lista—dijo Jessica corriendo a su habitación.

—¡No, Jess! Tú quédate aquí—ordenó Gabriel, pero su hermana ya se había ido a su cuarto a prepararse.

—Yo también voy—dijo Ian —. Si hacen falta manos, yo puedo ir también.

—No, Ian, tú puedes quedarte. Si mamá se entera que fuiste a trabajar al restaurante, nos mata.

—Nadie tiene por qué decirle nada. Además, aunque tu vayas seguirá faltando gente que ayude.

 

Gabriel aceptó la ayuda y unos minutos más tarde los tres ya estaban de camino al restaurante. 

Al llegar se dieron cuenta del caos que estaba hecho todo y la magnitud del problema: las mesas estaban llenas e incluso había gente de pie en donde pudieron encontrar lugar, todos refugiándose de la lluvia. En el patio, la lona desplegable apenas aguantaba el peso del agua de lluvia que se había acumulado y de vez en cuando, caía como cascadas a los costados del jardín. Gabriel, Jessica e Ian se abrieron paso hasta la cocina, entre la gente que esperaba de pie bajo el techo de lona, y que ya no habían alcanzado a encontrar una mesa libre ni en el jardín ni al interior de la casona.

—¡Gracias a Dios que ya estás aquí, Gabriel!—dijo aliviado Alex al ver entrar a los tres muchachos. —No tengo ni idea de qué hacer con toda esta gente y no tuve corazón para decirles que no podíamos atenderlos a todos. Hasta ahora han sido pacientes y casi nadie se ha quejado, pero en cualquier momento se va a desatar el caos.

—Hiciste bien, Alex, no te preocupes—dijo Gabriel—¿Cuánta gente tenemos disponible?

—¿Les había pasado esto antes?—preguntó Ian a Jessica mientras Gabriel y Alex hablaban.

—Si, pero creo que nunca con tan poca gente disponible para trabajar. Y si había pasado antes, no nos había tocado verlo—dijo Jessica.

—¡Ian!¡Jess! Ya tenemos un plan, vengan—llamó Gabriel —. Esto es lo que haremos: la prioridad son las bebidas calientes; si alguien pide algo de comer o que sea más elaborado, les diremos que las órdenes tardarán un poco porque tenemos poco personal. Alex, Omar y yo nos quedaremos en la cocina preparando todo lo que podamos. El resto tiene que ir a tomar las órdenes y si son cosas que puedan preparar, un café sencillo, tés, chocolate… prepárenlo lo mejor que puedan hasta que nosotros podamos ayudarles. Explíquenles a los clientes como está la situación en este momento, de que tenemos pocas manos, pero que trataremos de tener todo lo más pronto posible. Si hay gente que esté esperando a que pase la lluvia, está bien si se quedan, sólo traten de que consuman algo. Jess, ¿le podrías explicar a Ian cómo tomar las órdenes y registrarlas?




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