Que parezca una triste sensación,
te agradezco, infinito, este favor…
No pude dormir. Varias veces los intentaron convencerme de descansar un poco, era lo último que quería hacer.
De lo que no pude negarme fue de una ducha. Estuve debajo del agua caliente hasta que se acabó y tuviste que sacarme antes de que me diera hipotermia. Mis ojos estaban menos hinchados, en ocasiones se me llenaban de lágrimas, pero había dejado de llorar, ya no me quedaba nada por salir.
Debía de estar bien, mantener mi mente en orden, en unas horas todo cambiaría para los dos.
Cada minuto se me hacía eterno. No pude mantenerme en un solo lugar, me la pasaba en la ventana esperando a que el misterioso hombre apareciera. Caminaba de un lado para el otro, me acostaba en el sillón y a los veinte segundos regresaba a la ventana. La desesperación que sentía era inmensa. Me dolía mucho la cabeza, tenía mareos y náuseas, llegue a pensar que me desmayaría. Eso me llevo a exigirme a mí misma, a quedarme en el sofá y esperar.
Esperar. Qué cosa tan horrible y sofocante.
Miraba el reloj constantemente.
7:13
¿Ya se habrá despertado ese señor?
7:40
Si no se ha despertado, tal vez en unos minutos lo haga. Algunas personas son madrugadoras.
8:03
Ya son las ocho, mucha gente ya está trabajando. ¿Por qué no viene?
8:20
No puedo más con esto.
8:45
Si la abuela le pago, espero que no haya sido por horas.
9:39
¿Cuánto más tardaría? No resistiría hasta el mediodía. Si daban las doce y el dichoso Kart no aparecía, buscaría a la abuela en toda la ciudad, si era necesario, me escaparía por la ventana del baño, pero de que encontraba a la abuela, la encontraría.
Jeremy encendió la televisión para poner un poco de ambiente. Aparte de las noticias y los programas de chismes matutinos, a esa hora pasaban caricaturas. Tenía años sin ver Bob Esponja, pasaban los capítulos viejos, algunos de mis favoritos. Otro día eso me pondría feliz.
Preparaste tostadas con crema de avellana. Solo pude comerme la mitad de una, el nudo en la garganta seguía ahí.
Ay, abuela. No se había completado un día y ya sentía que te estaba fallando. Desde el lugar donde estuvieras, sé que estarías enojada conmigo por estar tan pesimista. Se debía al dolor del momento, ambas sabíamos que cumpliría con las indicaciones que venían en la carta y las que me daría Kart, que a pesar de que aún no lo conocía, ya me desagradaba por haberme hecho esperar por tanto tiempo.
Todavía no podía creerlo. Seguí aferrada a la idea de que era una broma y que de sorpresa saldrías de tu cuarto. No fue hasta que escuche el timbre, se trataba de la señal que tanto esperaba. La lágrima que se me salió fue de aceptación, era verdad, ya estabas con el abuelo. A esa hora los dos estaban en su quinto concierto del Rey.
12:00
Me apresuré a abrir la puerta. Mis ojos se encontraron con los del tal Jonathan Kart. Su cabello era negro con una franja blanca en el copete, vestía con un traje oscuro y una gabardina del mismo color. En su mano derecha sostenía una taza de café que tenía grabada la frase “El mejor abogado del mundo”, mientras que en su otra mano cargaba su portafolio.
Toda la sangre se me fue a los talones. Sí, daba miedo, parecía que había salido de una película de crimen. Era como James Gordon, solo que más alto y menos viejo.
─Jonathan Kart ─se presentó. Este hombre iba directo y sin rodeos─. Tú debes ser Emmeline Caballero, es un placer conocerte. Me disculpo por la demora, tuve que encargarme de un asunto imprevisto con otro cliente. Espero no haberte hecho sufrir mucho.
No tenía idea. Lo importante es que ya estaba aquí, lo pasado lo dejaría a un lado por un par de horas. Nada de llorar, tenía que prepararme mentalmente para la inmensa bomba que me tocaría cuidar para que no explotará.
─Mucho gusto, señor Kart. Pase, por favor.
Casi me olvido de la parte más importante, dejarlo entrar a la casa. Estaba muy nerviosa y desconcentrada.
─Josejan ─lo saludo con un movimiento de cabeza─. Tú debes ser Jeremy de la Cueva.
─Así es ─respondió con nervios, se refugiaba detrás de Jos.
─Y tú eres el famoso Tate Adrien ─te dedico media sonrisa. Estabas temblando más que yo, nuestra herramienta en esos casos siempre fue tomarnos de las manos y nunca soltarnos─. Es un gusto conocerlos al fin, Grace me hablo mucho de ustedes. No se preocupen, todo lo que dijo fueron cosas buenas.
Estábamos plasmados viendo como en el comedor sacaba varios documentos de su portafolio junto a un par de botellas de agua. Con la cabeza nos señaló que tomáramos asiento. De los nervios, tiramos una silla y golpeamos la mesa haciendo que se cayera el florero que le obsequiaste a la abuela.
Nuestra primera impresión fue terrible. Todo pintaba a que terminaría en un desastre.
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Editado: 13.01.2024