Cuando el mundo llegue a un fin…
La camioneta me espero en el mismo lugar donde Gabe y yo hicimos nuestro trato a distancia. Uno de sus hombres se burló de mi revolver, eso era lo de menos, seguía sin creerme hasta donde había llegado.
Gran descaro el que tuve. Me escapé de la casa por la puerta principal, Jos y Jeremy se habían quedado dormidos en el sillón, su segunda tarde de películas los derroto en el quinto filme. No les deje ni una sola nota, muchos menos un mensaje de despedida. Así era mejor, irme sin decir adiós. Si algo me pasaba, yo cargaría con esa cruz.
Por primera vez, no existía un hubiera. Todo lo que paso, formaba parte de la historia. Lo peor es que, al final, no solo rompí la promesa que alguna vez te hice, pude verlo a los ojos y sentir un poco de empatía por ese hombre.
“Em, regresa a casa”
Cada segundo que pasaba, mi corazón latía más fuerte. Cargaba con él en la mano, cualquier cosa podía pasar, siempre estuve lista para cualquier destino que me esperaba.
“No te hagas daño de esta manera”
Encontraron a Michael en una casa de campo a las afueras de la ciudad. Por poco y la misión se convertiría en fracaso, ya tenía todo listo para su escapé. Al parecer, en las carreteras no estaba boletinado y la policía quitó la vigilancia, pero para evitar riesgos, viajaría escondido en la cajuela de un extraño que contrato para qué lo llevará al otro extremo del país. Ahí se perdió la mitad del dinero de mi abuelo.
“No lo hagas, Em. No vale la pena”
Todo el camino estuve escuchando tu voz. Ya era muy tarde. Perdón, Tate. No te pido que en algún momento llegues a entenderme, nada justifica que yo haya sido responsable de lo que paso, solo espero no haberte decepcionado tanto.
Me llevaron a un depósito abandonado. Para mi sorpresa, esa era la guarida de Gabe. Fue una decepción, siempre la visualicé como una de esas casas que tienen los mafiosos de las películas. No había joyas o una estatua de oro, solo una mesa y una silla de plástico en medio de todo el lugar.
─Emmeline Caballero ─me recibió Gabe con esa sonrisa de oreja a oreja─. Eres la primera mujer que me deja con la boca abierta, todavía tenía mis dudas de si vendrías. Con todo respeto, eres una chingona. Ni tu madre se atrevió a tanto.
Me tragué ese horrible comentario. Si mi mamá o mi papá no llegaron tan lejos, es porque dentro de lo que cabe, no son tan malas personas. Yo tampoco lo soy, ¿verdad? Mis abuelos no me dejaron ese ejemplo, ellos fueron las personas más amables y correctas de todo el mundo.
Entonces, ¿qué mierda estaba haciendo con un arma escondida en mi espalda?
─Antes de hacer cualquier cosa, yo soy un hombre de palabra y nunca rompo mis promesas ─uno de sus hombres dejo caer a mi lado una maleta negra. La abrió por mí, dejándome ver los fajos de billetes─. En esa malera está el dinero que Michael me entrego, junto al poco que le quitamos cuando lo encontramos. Lamento haber tenido dinero de tu familia cuando nuestros servicios terminaron hace tiempo. Michael pagará por eso.
Chasqueo los dedos dándoles la orden a sus hombres de que trajeran al protagonista por el que estábamos reunidos ese día.
Las manos se me durmieron, en el estómago se me hizo un enorme hueco. Nuestras miradas se encontraron al instante, en su rostro se notaba la sorpresa de verme. Los hombres de Gabe ya se habían adelantado. Cuando lo encontraron le dieron una buena golpiza, muy apenas podía caminar, sangraba por la nariz, la boca y la frente.
Para que no lo reconocieran en su escape, se había quitado la barba y teñido el cabello. Por un momento mis ojos me traicionaron, me hicieron creer que eras tú a quien sostenían y cuidaban de que no escaparas. La primera vez que lo conocí, fue cuando te envió al hospital. Qué irónica es la vida. Los papeles se invirtieron, se veía igual a ti cuando muy apenas llegaste al salón a hacer nuestra presentación.
Esperaba una burla de su parte, una de sus sonrisas cínicas o uno de sus comentarios sarcásticos. Lo único que recibí, fue la mirada de un hombre acabado. Muerto en vida. Lo vi tan vulnerable, que por un segundo, sentí pena por él. Nada borraba ni justificaba lo que había hecho, pero por primera vez, lo vi como un ser humano, como un hombre lleno de defectos por el dolor de una vida destruida.
─Emmeline… ─que dijera mi nombre, al mismo tiempo se nos llenaron los ojos de lágrimas. Sostuvimos la mirada, pese al suplicio de ambos─ Lo siento tanto… Te juro que… no sé cómo paso. Fue un accidente, yo nunca quise llegar a ese extremo… era mi hijo…
Apreté los ojos, tragándome las lágrimas. De verdad sentía su arrepentimiento, lo escuchaba en sus palabras, lo veía en sus ojos llenos de pena.
Sucedió todo lo contrario a lo que esperaba.
─Lo siento, Em. De verdad… lo siento… lo siento mucho… ─No paraba de repetir lo mismo, como si con eso se repararan sus acciones.
─No quiero escuchar eso ─lo callé, las lágrimas se le deslizaban junto a la sangre de su frente─. No estoy aquí para escuchar cómo te lamentas. No importa cuánto lo sientas, nada retroceda el tiempo y traerá de regreso a Tate. ¡Lo mataste! Le quitaste todas sus esperanzas, ¡sus sueños! Desde que lo conocí y descubrí la verdad de por qué se escondía detrás de esa capucha, me costaba creer cómo un padre era capaz de hacerle tanto daño a su hijo y hasta el día de hoy, no puedo entenderlo. Por ese motivo estoy aquí. Necesito saber… ¿Cuál es la razón? ¿Por qué arruinarle de esa forma la vida? ¿Qué te hizo?
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Editado: 13.01.2024