Voracidad

32. Alguien que no iba a existir.

El silencio entre los dos se volvió tan necesario que ambos callaron sin dudarlo un poco. Bajaron la loma a paso lento, perdidos en sus pensamientos y cuando estaban por llegar a las primeras viviendas Ren se detuvo alzando la mano para señalar a Antonio, que tenía una expresión entre molesto y cansado.

Se acercó a ellos dispuesto a reclamar, pero el ambiente tenso entre los dos era bastante obvio así que cerró la boca y les hizo una seña con la cabeza para que lo siguieran.

Todo lo poco y demasiado que le había dicho Ren a Nix la tenía perdida en su mente, provocando que se olvidara de lo que había dicho unas horas atrás. Se olvidó de disfrutar y saciar su curiosidad. Aunque fue momentáneamente, solo lo necesario antes de que se diera cuenta de lo extraño que era el conjunto de caseríos, tan silencioso...

Se suponía que debía haber niños jugando, adultos comprando, paseando, atendiendo sus negocios o simplemente cuidando a sus hijos mientras jugaban. Se suponía que debía haber adolescentes escurriendose por ahí con su primer amor. Se suponía que debía haber alguna disputa sin sentido, pero que era importante para los involucrados. Se suponía que debía haber... cualquier cosa y no... esto.

No es natural tanto silencio en una población tan grande.

No es normal.

No debería ser así.

Bajó la cabeza y metió las manos en los bolsillos delanteros de sus jeans verde.

O al menos es lo que yo supongo.

Porque yo no sé mucho de esto.

Se detuvo en seco cuando escuchó algo, así que aclaró su sentido del oído y pudo escuchar con claridad lo que decían algunas personas que dentro de sus viviendas observaban por el espacio que se hacían en las cortinas de sus ventanas. Eran susurros de todo tipo pero llegaban a una conclusión. Una que le apretó el corazón y la hizo sentir una mierda de persona, aún cuando no era ella de quién estaba hablando.

Pasó saliva por su garganta, buscando aliviar lo que sentía.

—¿Qué pasa? —preguntó Antonio volviéndose hasta dónde ella estaba.

Ella alzó la mirada, de la cual ni sabía que había bajado, viendo la duda en sus ojos aunque también algo de vergüenza. Miró más allá de él, dónde Ren la veía pensativo y preocupado, como si de alguna forma supiera lo que estaba sintiendo.

No hay tiempo para esto.

Tampoco es que importe mucho.

—No pasa nada, solo que es... algo extraño y relativamente nuevo para mí —dijo imitando una tranquilidad que no sentía, una dureza que no existía en estos momentos en ella.

De igual forma no soy yo.

Siguió caminando cuando él asintió conforme con su respuesta.

Es mi rostro, es mi cuerpo, pero no soy yo.

Es alguien más.

Observó la calidad de las casas y las diferencias entre ellas. Algunas tenían dos plantas, otras una. Las había pequeñas, medianas y grandes, rodeadas de una vegetación que se veía opaca, como todo lo demás en el pueblo. Pero todas estaban hechas de ladrillos.

Es alguien a quien no conozco.

El pueblo estaba lleno de calles, construcciones y esculturas hechas en piedra, todas diferentes y llenas de colores. Estaba tan bien dividido y abastecido en buena calidad que era de esperar que aún con esa opacidad se mantuvieron en pie con cierta belleza. Se lo podía imaginar en otro época, todo reluciente y familiar que te sentirías como en casa.

Es alguien que se supone que debía ser mi hermana.

Witeeler había sido construido con amor y aunque la libertad estuviera sujeta a una cadena seguía siendo cuidado con amor. Esa era la única explicación de que estuviera limpio y que nada se hubiera derrumbado aún.

Es alguien que nunca debió traicionarme.

El olor a humo la hizo sonreír. Una escena vino a su mente, una dónde los familiares se acercaban a la chimenea a hablar de todo un poco, dónde se sentían tan unidos como familias a pesar de las diferencias.

Es alguien que nunca debió lastimarme.

Su mano fue a su pecho y envolvió en un puño la tela de su camiseta. De nuevo se detuvo, cuando sus pensamientos y sentimientos iban a un solo lugar, a todo lo que debió ser y no fué. La melancolía se hizo con ella y revivió las heridas de su maltrecho corazón.

Es alguien que debió ser mi mitad así como yo fuí la de ella.

Su barbilla tembló y sus ojos se anegaron en lágrimas. Recordaba con demasiada rapidez todo lo que había vivido con ella, en cada momento de su crecimiento, todos los años que pasaron juntas y todo lo que había hecho por ella creyendo que le correspondía de la misma manera. Siempre pensó que ella era su hermana, su gemela, su todo, pero... no era nada, no fué nada de eso.

Es alguien que fué lo peor que me pasó.

El desconsuelo se envolvió en su ser y dispuesta con romper el dolor de todo lo que le había hecho y todo lo que le podía hacer tiró de la cuerda en su pecho, con tanta fuerza que faltó poco para romperla.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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