_ Hola mamá, ¿cómo estáis? -le preguntó Kate ya que acababa de llamarla porque se aburría en la tienda-.
_ Muy bien, esto es precioso, estamos en Londres. ¿Cómo va la tienda?, ¿te aclaras bien?
_ Claro mamá, no te preocupes, me crié entre estas paredes.
_ Gracias hija.
_ Hoy he vendido solo un par de cosas, ya sabes que los sábados suele estar bastante vacío hasta más tarde, la gente no suele madrugar en fin de semana. ¿Os está gustando Londres?
_ Sí, mucho. Además, por fin entendemos lo que nos dicen cuando nos hablan -se rió-. ¿Sabes a quien hemos visto?
_ Pues no sé, conozco a mucha gente de ahí, pero creo que tú no los conoces...
_ ¡A Matt! -le chilló hasta el punto que su hija tuvo que separar el teléfono de su oreja-. ¿Te acuerdas de él?
_ Sí, lo hago.
_ Claro que te acuerdas, con lo enamorada que estabas de él cuando erais niños...
_ ¡Que yo no estaba enamorada de él, que manía! Bueno, ¿y qué te ha contado?
_ Ayer quedamos para comer, su esposa trabaja para los museos Tate y se ve que tenía que venir a Londres y él venía para acompañarla y cuidar del bebé. Tendrías que verlos, el niño es precioso, se parece mucho a él, pero tiene los ojos de su madre, dos enormes ojos azules. Ella es un encanto, se nota que están muy enamorados.
_ Ya me comentó Luke que había tenido un bebé.
_ ¿Qué tal con Luke?
_ Bien, la semana pasada fuimos a la feria, quedamos con Amanda, Graham y Ryan.
_ ¿Has conocido al doctor Brown?
Kate notó un tono divertido en su madre, lo que le extrañó, lamentándolo mucho ella nunca había sido su confidente en temas de chicos. A Kate le hubiera gustado que así fuera, pero durante el instituto nunca tuvo ningún novio o pretendiente, después, al irse a New York, pasó por una mala temporada y no se sintió segura de acercarse a la gente hasta dos años después, por lo que aunque fuera extraño su primer novio lo tuvo a los pasados veinte años.
_ Sí, es muy simpático.
_ Y guapo, además está soltero.
_ ¿Qué me quieres decir con eso mamá? -le preguntó riéndose-.
_ Nada hija, solo es que tengo ojos, aunque sea tu madre yo también soy mujer. Además, ahora que Luke se casa, no sé... pensé que a lo mejor tú y el doctor Brown...
_ ¿Qué tiene que ver que Luke se vaya a casar? -le preguntó confundida-.
_ Bueno, ya sabes...
_ No, no lo sé. Además mamá, me podrías haber contado lo de la boda, me enteré nada más llegar por boca de Rebecca.
_ Lo siento hija, es que intento pensar en ello lo menos posible. Me duele tanto ver que va a atar el resto de su vida con esa.
_ Bueno mamá, es elección de él, no nos podemos meter en eso.
_ Lo sé, pero Rebecca no es la mujer indicada para él.
_ Mamá, no es asunto nuestro.
_ Ya, pero ya sabes que quiero a Luke como si fuera mi propio hijo.
_ Lo sé mamá.
_ ¿Y tú qué tal con ella?
Se quedó callada unos segundos pensando en la respuesta, debía utilizar las palabras adecuadas para no asustarla, era una tontería que lo pasara mal estando en la otra punta del mundo, quería que disfrutara del viaje sin preocupaciones.
_ Ni bien ni mal, la una no se dirige la palabra a la otra, así que no he tenido ningún problema.
_ Ten cuidado, sabes cómo es, es una víbora y no va a dudar en morder.
_ No te preocupes, al poco de mudarme a New York empecé a ir a clases de defensa personal.
_ Pero no solo te puede hacer daño físicamente, hay más formas.
_ Mamá, Rebecca me tuvo atemorizada por diez años, no voy a dejar que lo siga haciendo, la vigilo de cerca.
_ Me alegra escuchar eso, pero por si acaso mantente alerta.
_ Sí mamá, no te preocupes.
_ Soy tu madre y me es imposible no hacerlo, sé que eres toda una mujer fuerte e independiente, pero sigues siendo mi niña.
_ Lo sé.
_ Aún así tienes ahí a Caroline para lo que necesites, ya lo sabes, además, ella tampoco aguanta a Rebecca.
Se echaron a reír por el comentario, aunque a ambas les sabía mal que la pobre Caroline tuviera como nuera a posiblemente la mujer que más odiaba de todo el pueblo.
La campanita de la puerta se escuchó y vio entrar a una chica, era joven, de no más veinte años. Pudo notar que nada más entrar la buscaba con la mirada, por lo que supuso que quería que la atendiera.
_ Bueno mamá, te tengo que dejar que ha entrado una clienta, dale besos al papá de mi parte.
_ Vale hija, te quiero.
_ Y yo a vosotros.
Colgó y acto seguido dibujó una de sus mejores sonrisas, con los clientes siempre tenía que ser lo más amable posible, aunque en algunas ocasiones eso significara tragarse sus sentimientos.
_ Hola, ¿te puedo ayudar en algo?
La joven se acercó a ella sonriente, parecía amable y buena chica, lo que alegró a Kate, estaba cansada de tener que soportar las miradas de superioridad del resto del pueblo.
_ Hola, esta tarde tengo el cumpleaños de una de mis mejores amigas y aún no tengo regalo, soy bastante despistada y se me olvidó -dijo mientras se rascaba la cabeza con algo de vergüenza-. He oído que tú eres diseñadora y he pensado que me podrías ayudar.
_ Claro, será un placer. ¿Alguna idea?
_ No sé, es de mi edad, había pensado algo bonito, no le quiero regalar ropa como todo el mundo.
_ ¿Por casualidad no será para Lizz?
_ Sí, ¿tú también vas al cumpleaños? -Kate asintió con la cabeza-.
_ Sí, su hermano me ha invitado.
_ ¡Vaya! ¿Eres su novia?
Kate se rió levemente por el entusiasmo con el que había hecho la chica la pregunta.
_ No, no soy su novia, solo somos amigos.
_ Ah, es que como nunca había visto a Ryan con ninguna chica... Que yo recuerde nunca había ido acompañado a estas cosas, por eso he supuesto que estabais juntos.
_ Bueno, supongo que fue Lizz quien le pidió que lo hiciera.