Elizabeth
Seth era muy gracioso. Mientras jugábamos al Monopoly me contaba chistes que jamás había oído.
Y también me hacía trampas.
— ¡Esos billetes antes no te los había visto, Seth! –Dije señalando un fajo de billetes falsos que estaban a su lado. Este me miró divertido y los cogió añadiendolos a otra montaña de dinero.– ¡Estas cogiendo dinero de la banca! –Acusé guiñándole un ojo.–
Seth era el único en toda la casa aparte de Diane y Adam que me caía bien. Siempre estaba atento a mi.
Y gracias a él podía salir de la habitación aunque solo fueran minutos.
Wade había prohibido mi salida de la habitación. Tenía a dos tíos no muy confiados en la puerta vigilandome.
Gracias a Seth nos encontrabamos en el salón jugando al Monopoly con Diane.
—¡Me tienes que pagar! ¡Has caído en mi propiedad! –Se quejó Diane al ver que había caído en una casilla en rojo.–
—Si quieres que te pague dile a Seth que me devuelva el dinero que me ha robado. –Me encogí de hombros. Seth me miró sorprendido y segundos después estaba debajo de Diane.–
—¡Soy mafiosa personal! ¡Devuelve el dinero a mi clienta, jodido anormal! –Bromeó Diane mientras agarraba las dos manos de Seth contra el suelo.–
—¡No me mates! ¡Tengo quince hijos y siete esposas! –Lloró falsamente Seth.-
Los tres comenzamos a reír. La puerta principal resonó por todo el salón congelandonos.
La única regla que me había puesto Seth era que jamás saliera estando Wade en casa.
Y si era él, teníamos un grave problema.
— ¿Que hace ella aquí? –Preguntó Wade entre dientes, cuando entró en el salón.– ¿Has infligido las normas, Eloide?
—¿Cómo puedes inventarte tantos nombres estúpidos con la mentalidad de simio que tienes? –Cada palabra que había salido de mi boca me hizo arrepentirme más. Wade dio zancadas acercándose a mi.
Esta vez Seth no me podía proteger. Y Diane, mucho menos.
—Largo. –Ordenó Wade con la voz ronca. Di un paso atrás dispuesta a irme, pero este me agarró el codo.– Tú te quedas. Ellos se van.
—No es necesario Wade, la llevaré a su habitación... –Empezó a decir Seth intentando ayudarme.
—Te he dicho que te largues. –Escupió mirándolo con rabia– ¿Quieres desobedecerme? ¿Estas seguro de ello?
Su mano seguía sujetando mi codo impidiéndome moverme. Seth bajó la cabeza y después de murmurar un 'lo siento' abandonó la habitación.
Wade me soltó y se acercó a la puerta cerrandola. Dándonos intimidad.
Intimidad que no quería con él.
—¿Por qué siempre me llevas la contraria? –Preguntó un poco más relajado. Me sorprendí con su tono de voz. Era la primera vez que me hablaba normal, sin reprocharme nada.– Estás haciendo esta situación mucho más difícil.
—Estar encerrada en la habitación no es el mejor entretenimiento del mundo. –Dije simplemente. Sonrió de lado y por un momento me sentí atraída hacía él.–
Se acercó a una pequeña barra que había y se sirvió un vaso de whisky. Se sentó en el sofá y me invitó a hacerlo también.
Me senté enfrente de él, sin apartar la mirada.
—Me gustaría comprender el porqué no me tienes miedo. –Confesó, mirándome.– No me temes, solo me odias.
— Para mi el miedo es un obstáculo que te pone la valentía. Para ser valiente tienes que matar a tus fantasmas, tus miedos. –Solté sin pensarlo.– Y yo los maté hace mucho tiempo.
Esto le sorprendió. Dejó su copa encima de la mesa y posó sus codos, acercándose a mi.
—¿Y qué fantasmas tiene una princesita como tú, Elizab.. Elizalde? –Preguntó confundido. Había estado apunto de decir mi nombre... Pero por alguna razón, no se lo permitía a él mismo.–
—Digamos que no he tenido mucha suerte en esta vida. –Escupí apartando la mirada. Me acomodé en el sofá, cruzándome de brazos. Esta conversación me estaba poniendo incómoda.
¿Qué quería de mi?
Volvió a coger su copa. Bebió lo que quedaba de líquido y lo volvió a dejar. Esto, sin apartar su mirada de la mía.
—Me han propuesto un trato donde entras tú. –Informó, con los codos en la mesa. Me observó durante unos segundos antes de seguir hablando.– Si te entrego a Edler no habrá muertes, y me ha propuesto una tregua.
—Y como es obvio, tienes pensado hacerlo. –Solté una risa sarcástica. Cuándo el negó con la cabeza me sorprendí.– ¿Cómo que no?
—Me gustaría comprender las razones por las que te quiere. –Bramó levantándose del sillón.– No es muy normal en él proponerme una tregua por una chica.
Me levanté alterada. ¿Y si ese capullo me quería matar? ¡Yo no lo conocía de nada!
Wade al ver mis intenciones de acercó a mí. Puso sus manos en mis hombros intentando relajarme.
—No te voy a entregar, si eso es lo que te preocupa. –Anunció, dejándome helada. Después de tratarme como la mierda quería protegerme. Cuando todos sus problemas podían irse con solo dar a una chica.
—¿Por qué quieres ayudarme, ahora? –Pregunté con un hilo de voz. Agradecí internamente por no haber tartamudeado.–
—Él a visto algo en ti –Sus manos bajaron desde mis hombros hasta mis manos, acariciandolas. Su toque me daba un leve chispazo de energía, desconocido para mi.– Y quiero saber lo que ha visto.
Sus manos volvieron a subir por mis manos hasta llegar a mi cuello. Su mano derecha fue a parar a mi mejilla, dejando unas leves acaricias.
Abrí mi boca dispuesta a decir algo, pero no salía nada.
—Puedes entregarme, no te odiaré por eso. –Prometí al fin en voz baja. Este cuando lo escuchó sonrió y se acercó unos centímetros más a mi.–
—Deja de intentar convencerme. –Pidió. Su aliento chocaba con el mío. Bajé mi mirada hasta sus labios. Este imitó mi acción haciéndome estremecer.– Deja de pensar en el bienestar de los demás y piensa en ti, Elizabeth.
Cuando mi nombre salió de sus labios temblé. Lo miré sorprendida y este me contestó con una sonrisa llena de burla.
—Dejame ver lo que Edler a visto en ti. –Rogó llevando sus manos a mis mejillas, con delicadeza. Sus ojos no se separaban de los míos.
El ambiente tenso se había vuelto totalmente diferente. La cercanía de Wade me hacía sentirme segura.
Me sentía querida entre sus brazos.
Asentí, confundida.
Este sonrió y se acercó a mí. Con sus manos, me acerco también a él.
—Gracias, Elizabeth. –Murmuró. Sus labios rozaban con los míos. Le di una mirada rápida a sus labios y volví a sus ojos.
Y después, me besó.
Editado: 13.06.2018