Wallas

Capítulo 18

Emma

Besos, besos, besos, mi vida a corto plazo con él se trataba de besos.

 

[...]

 

Dos semanas han pasado desde el incidente del árbol en que me negaba a hablar con Wallas.
Ni tampoco eh hablado con él más que un intercambio de monosílabos y saludos.
Mi estadía en la mansión Winston era cada día más rara. Hit no me coqueteaba, Guilian no salía de su habitación a no ser a comer y Wallas pocas veces asomaba a la cocina con la excusa de hacerce un sándwich.
Me pongo a pensar que tal vez ya no desea que le prepare un sándwich después de la última vez que lo amenazaba indirectamente.

 

- Emma - saluda la señora Winston con una amplia sonrisa

 

- Señora, buenos días - río nerviosa

 

- Estas muy guapa - comenta mordiendo una manzana del cesto de la encimera

 

- Muchas gracias señora - miro de reojo el reloj que cuelga en la pared

 

- Me informaron que renunciaste a tu empleo ¿Porqué?

 

- La hermana René pensó que era lo mejor - me encogo de hombros quitándole inportancia al asunto

 

Ella asiente y agradezco que no haya preguntado más porqué eso involucraria soltar más historia.

 

- ¿Has visto a Hit?

 

Niego. En toda la mañana no lo he visto. En cierto punto me preocupa.

 

- Hace un semana que está ausente

 

- ¿Qué fue lo que ocurrió? - pregunto sin sonar a una cotilla

 

Sigo fregando los platos.

 

- No quiero sonar como una chismosa -/me volteó a verla

 

- No para nada Emma, eres una empleada, en cualquier momento debes enterarte

 

Asiento sin saber si ofenderme o dejarlo pasar.

 

- Wallas y Hit pelearon, no sé con exactitud cuál fue la causa. Dudo que sea una chica, ellos jamás han peleado por chicas, no tienen los mismos gustos

 

Sigo prestando atención con la vista fija en los platos con lavasa .

 

- Hit no ha regresado desde ese entonces

 

Asiento.

 

- Bien, saldré a caminar

 

- Claro, disfrute el día - sonrío y ella hace lo propio

 

Y nuevamente estoy sola en ma cocina. Termino de fregar los platos y me apresuro a quitarme el delantal. El sábado y como tal no tengo clases.
Regreso las cosas a su sitio y salgo de la cocina para limpiar lo que sería mi perdición:/La habitación de Hit, luego la de Wallas y Guilian.
Suspiro, lo menos que necesito es sonar o verme histérica delante de un Winston.

 

Subo las escaleras con la imagen de Sheryl en mi cabeza. Que entrometida puede ser. Toda la semana se la ha pasado como lapa.
Entonces recuerdo la escena en que los encontré. A ella y a Wallas. Podría aprovechar este secreto y chantajearlo.

 

Quito esas ideas de mi cabeza y toco suavemente la puerta del pelirrojo. No me sorprende, pues Hit no ha estado en casa estos días.
Aprovecho su ausencia para adentrarme a su habitación. La calidez me envuelve y el aroma de una colonia cítrica inunda mis fosas nasales. Recojo su ropa del suelo, otras prendas, y los zapatos los acomodo en su lugar. Ubico los libros desordenados...

 

- ¿Emma?

 

Mierda

 

Hit

 

Ignoro por completo a mamá en la entrada y subo directo a mi habitación. Pero me sorprende encontrar la puerta abierta.

 

Perfecto, desaparezco una semana y ya han entrado a husmear en mis cosas.

 

Bufo y me adentró a mi cueva.
Entonces cuando esperaba encontrarme al oso de mi hermano, la lagartija de mi prima o el coliflor de mi hermana. Me encuentro a la fiera de melena rubia: Emma

 

Parada frente a mi librero en puntillas para alcanzar.

 

- ¿Emma?

 

Ella tensa de inmediato.
El uniforme realzan sus caderas anchas, la blusa se le pega de forma exquisita para mostrar unas curvas magníficas.
Sus piernas son mi deleite.
Pero es cuando voltea cuando me doy cuenta que no es su cuerpo lo que me atrae de ella. Son sus ojos grises sumamente torturadores que no dejan de excavar en mi alma.

 

Joder matenme por ser tan idiota.

 

- Hit - musita como si hubiera visto un fantasma

 

Me gustaría haber seguido siendo uno.

 

Ella me mira.

 

- ¿Dónde has estado? - me pregunta con cautela haciéndose a un lado

 

Miro alrededor. Recuerdo aquella vez que la besé. Estaba ebria y terminó vomitando sobre mí. Tuvo que cambiarme de traje. En otras palabras, esta mujer me debe un traje de dos mil dólares.

 

Arruga la nariz de forma graciosa.

 

Me había olvidado que me preguntó algo.

 

- En un sitio - esquivo el tema quitandome la sudadera




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