Todos nos encontramos listos para salir de la casa.
— Ya saben, corran al callejón del frente, traten de no hacer ruido.
— Mamá no quiero que te alejes de mí y de papá, no sueltes a Zoe.
Tomé un hondo respiro antes de que Kalín abriera la puerta.
Salimos todos agachados y con los cuchillos en mano, la pequeña niña iba en medio de sus padres.
— Kalín debemos llegar a Josh —susurré a su lado.
Volteé para asegurarme de que la familia de Martin nos siguiera de cerca.
— Lo sé Dom, lo sé, pero sabes que está al otro lado de la ciudad, debemos ir con cautela.
Tiene razón estoy dejándome llevar por la paranoia.
Faltaban unos cuantos pasos para llegar al callejón cuando un fuerte y ensordecedor sonido retumbo por la calle.
Un gato había dejado caer una tapa de basurero al suelo poniendo la atención de todos los zombies en nosotros.
— Corran, ¡Corran! —el grito de Kalín nos sacó a todos de aquel pequeño trance.
Nos metimos por aquel callejón que pronto descubrimos que era una espantosa trampa mortal.
— No hay salida —gimió Ela. Sus manos palpaban la pared como si al hacerlo pudiera encontrar alguna salida oculta.
Dejamos las mochilas en el suelo.
Los zombies empezaban a aproximarse por la entrada del callejón, Kalín se acercaba a ellos para matarlos antes de que llegasen a nosotros, Martin hacia lo mismo.
Le extendí un cuchillo a Zac para que los ayudase.
Estaban cerca, muy cerca, hasta que la vi.
— Ela, ¡Ela! —obtuve su atención— ayúdame a llegar ahí arriba.
Al principio no entendió y se aferró más a su hija, pero al final comprendió que quería.
— Kalín aguanta un poco más.
— Vamos, saca nuestros traseros de aquí pequeña —dijo mientras con el bate golpeó a un zombie más rápido que el resto.
Ela puso sus manos entrelazadas para poder impulsarme y lo hice.
Di un salto para lograr alcanzar las escaleras plegables de incendios, pero no pude y caí.
— Dom, dime que estas bien —se distrajo por su preocupación.
— ¡Cuidado!
Si no fuera por Zac un zombie lo hubiera mordido.
— Sigue intentando —gritó Martin mientras derribaba botes de basura para ponerlos en medio del camino, eran demasiados.
— Zoe, nena, por favor no los mires —le habló dulcemente su hermano, pues la pequeña no debería ver a esos monstros.
Nuevamente Ela puso sus manos para ayudarme, di un impulso y lo logré, me trepé por la barra y con toda la torpeza que la adrenalina me dejó la bajé.
— Bien Ela vamos, pásame a Zoe —la levantó para que pudiese tomarla— bien ahora rápido las mochilas.
— ¡Dom date prisa, no podremos más!
— ¡Ela! Pásame las mochilas ¡ahora! —la pobre estaba luchando por no entrar en un estado de shock al ver a su marido casi ser mordido.
Zac retrocedió para ayudarla
Subí las mochilas y les dije que subieran mientras intentaba abrir la puerta del departamento al que llevaba la escalera de incendios.
Toqué la puerta varias veces intentando que alguien me abriera y nada, supuse que no había nadie y la patee, patee el cerrojo una y otra vez hasta que lo rompí y pude abrirla, me asomé y solo quedaba Kalín allí abajo.
— ¡Sube ahora! —pero aquellos zombies estaban demasiado cerca.
Apreté mi collar con fuerza como cada vez que tenía miedo.
Logró encontrar momento para empezar a trepar, pero uno lo tomó del pie.
Mi hermano lo pateó para que lo soltara, pero no funcionaba.
Zac intentaba derribar a los zombies con objetos desde arriba pero igualmente no funcionaba.
Otro más ya había llegado y estaba tratando de alcanzarlo.
Rápidamente corrí hasta la mochila de Kalín y de ella saqué la pistola de papá, me asomé esperando que no fuese demasiado tarde, temblé un poco por los nervios de ver a mi hermano de nuevo al borde de la muerte, pero me recompuse y disparé.
Cuando lo tuve frente a mí no pude contenerme y lo golpeé en el pecho.
— Idiota, Idiota, idiota —repetía con cada golpe que daba.
Tomó mis muñecas.
— Hey —me abrazó— ya pasó ¿si?, ya pasó.
No pude evitar llorar en su pecho.
— Kalín tu eres lo más preciado que tengo —susurré.
— Tu igual lo eres para mí Dominique —besó mi cabeza— siempre juntos ¿lo olvidas?, aunque nos separen cientos de kilómetros o todo el océano haría hasta lo imposible para volver a ti. “Sin mí, no sigues”—la última frase me la susurró en el oído.
— “Sin mí, no sigues” —repetí sus palabras.
De niños ambos éramos algo orgullosos como para decir “sin ti, no sigo”, así que la personalizamos, además tiene toda la razón, sin él yo no podría seguir.
Sequé mis lágrimas con las mangas de mí chaqueta y volteé a ver a la familia que nos acompañaba en ésta travesía.
Estaba por hablar hasta que noté algo muy importante.
Casi todas las luces estaban prendidas y había un horrible bullicio en los pasillos, sin mencionar que Zac se aseguraba de sostener la puerta por si intentaban abrirla.
— Deben haber salido a ver qué pasaba por los disparos, puede que los hayan dejado entrar al edificio —dice Ela abrazada a su familia.
— Tiene razón debemos salir de aquí.
— Sigamos subiendo por las escaleras de incendio.
— Martin tiene razón, suban, suban.
Todos subimos hasta lo máximo, al final decidimos trepar al techo y poder pasar la noche.
— Es un desastre.
Mi hermano y yo caminamos hacia Martin para ver lo que el veía.
— Los que aún no se enteraron de esto estarán muertos por la mañana.
Volteamos para ver a Ela acercarse. Zac se ocupaba de entretener a su hermanita, aquellos dos siempre me causan mucha ternura.
— Ahora, ¿Cuál es el Plan? —Kalín y yo nos miramos antes de hablar.
— Tenemos un hermanito al cuidado de una tía al otro lado.
— No podemos irnos sin ellos —completa mi hermano— sin embargo, entendemos si ustedes deben irse, pueden estar en peligro con nosotros.