Narrador Omnisciente:
Los pensamientos como siempre lograban abrumarlo, pero claro, él no lo demostraba, almenos no cuando alguien más observaba.
Corrió tras el auto que se llevó a Beth por kilómetros, pero aparecieron dos caminos y ya no supo por dónde continuar.
Una vez más perdió a su familia, talvez la única que quedaba viva.
— Miren lo que tenemos aquí.
Estaba tan enojado que no la pensó mucho cuando de un impulso golpeó al que habló y parándose le apuntó con su ballesta.
Daryl emanaba rudeza y agresividad por cada poro. Lo cual no pasó desapercibido para Joe.
— ¡Maldición, esperen! —exclamó.
Los hombres bajaron sus armas.
— Yo pido el chaleco —comentó divertido uno de ellos. Len— me gustan las alas.
Era sorprendente ver a Joe en el piso riéndose como si fuera lo más divertido que le apuntasen a la cabeza. Y Daryl no estaba para juegos.
No iba a dudar al apretar el gatillo y eso a Joe le gustaba.
— Un arquero —dijo mientras se levantaba y limpiaba la sangre de su nariz— valoro eso. Verás, un hombre con un rifle pudo haber sido fotógrafo...
"...o entrenador de fútbol, en aquellos tiempos...."
"Pero un arquero, es un arquero de la cabeza hasta los pies, ¿Qué tienes ahí, 70 kilos de fuerza de tensado? No podría creer que no dispare al menos 90 metros por segundo. Es el arma que estaba buscando —sonrió— Claro que una con más munición y sin las manchas de cerebros"
El sujeto del arco volvió a hablar. Len.
— ¿Te metiste en problemas compañero? —dijo riendo.
Pero el cazador ni se inmutó, no le deban miedo. No le tenía miedo a nada, bueno, talvez solo a una cosa...
— Si tiras del gatillo —volvió a tomar el rumbo de la conversación el que para Daryl parecía el líder— estos muchachos te dispararán hasta que se les acaben las balas ¿es eso lo que quieres? —el ballestero siguió sin mover un solo músculo en retroceso— Vamos amigo, el suicidio es una estupidez. ¿Para qué lastimarte a ti mismo cuando puedes lastimar a otros? —le mostró una gran sonrisa— Me llamó Joe.
Perdió a quien amaba, a toda su familia y ahora perdió a Beth, ¿Qué más le quedaba?
Silencio. Estaba solo.
— Daryl.
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Dos disparos.
— Ese conejo es mío, yo lo devolvería si fuera tú —Len.
— Estoy aquí desde antes de que saliera el sol.
— Mira amigo, aquí las reglas de la caza no importan, esa cola de algodón es mía.
Daryl no le contestó y empezó a caminar hacia el campamento que habían armado.
— Debe haber sido un lindo trasero.
El ballestero se detuvo, pero no volteó.
— Fue una chica quien te dejó ¿no es así? —siguió hablando aunque Daryl no le contestara— ¿era joven? —hizo un sonido con la lengua— esas no duran por aquí ahora.
Aunque Beth no fuera quien él amó, ella era su amiga, era su familia.
Hizo un amague con su cuchillo mientras volteaba y cuando estuvo a punto de clavárselo Joe lo detuvo.
Ha ese punto había llegado, al punto de intentar clavarle un cuchillo a quien hablara de su familia, a ese punto en el que no sabes si todo a tu alrededor es real o simplemente un mal sueño.
— ¿Qué está pasando? Apuesto a que podemos arreglarlo —miró al arquero— ¿Lo pediste Len?
— Si. Deberíamos enseñarle.
Pero Joe hizo una mueca.
— No creo justo castigarlo por una regla que no conocía.
Eso hizo enfurecer aun más a Len, él era ese tipo de hombre que antes creía que el mundo ya era una mierda y ahora era más que suyo.
— No, las reglas no existen —reclamó.
— Claro que existen, no te equivoques.
Joe tomó al conejo y lo partió a la mitad y dio una parte a cada uno. A Len no le quedó más que aceptar e irse, talvez era envidia o simplemente veía a Daryl como una amenaza o un buen oponente. Cualquier sea el caso, tenía su arco tensado y listo para dispararle al ballestero en el más pequeño desliz.