Capítulo 9
Al terminar el almuerzo de celebración, se abrió una zona con barra libre y música, para los que aún no estaban cansados. Ran dejó a su novia libre un momento mientras iba a hablar con su traidora familia.
Al fondo del salón estaban los conspiradores. Azaki y su mujer, Aron y Alexa y los padres de ambas familias estaban juntos y parecía que esperaban a que él se acercara, porque se sentía la tensión. Los más tranquilos eran la señora Makoto y su marido, ambos estoicos e inexpresivos como solo los orientales pueden serlo.
—¿Y esa repentina decisión sin consultarme a que se debe? —fue al grano Ran. Todos resoplaron como si hubieran estado guardando el aire. No pensaba armar un escándalo al menos ahí frente a todos.
—Nos pareció lo correcto, hijo —respondió su madre.
—No le has dado opción a elegir y no has respetado su deseo de romper el compromiso, cosa que no te honra. Tú que eres el primero en erigirte como abogado del diablo cuando se trata de la desigualdad de género en este país —dijo su padre.
—Exactamente —apostilló Rous mirándolo medio mal.
—Has insistido en este compromiso y al final has conseguido salirte con la tuya, obligándola a casarse. Ella aceptó, pero vino a pedirnos ayuda para poner algunas condiciones al matrimonio. Y estuvimos de acuerdo con ella. Debemos velar por el futuro de la que ahora es nuestra hija también, Ran —la señora Makoto terminó de explicar la situación.
No es que Ran no quisiera que ella estudiara, ni que quisiera robarle su libertad. Él solo se dio cuenta de que no quería… no quería verla casada con otro hombre, reconoció con vergüenza. No estaba bien obligarla, no estaba orgulloso de eso, pero es que en realidad él no hizo nada malo. Incluso se había contenido de estar con otras mujeres, y oportunidades no le faltaban.
Aunque en un principio pensó en tenerla como esposa de papel y seguir cada uno con su vida incluso después del matrimonio, cuando ella quiso romper, un chispazo en el corazón asaltó a Ran. Se imaginó la vida sin ella a partir de ese momento, verla algún día con otro hombre llegar hasta la empresa de la que era Presidente, de la mano, mirándolo con amor, olvidándose de él, y no pudo soportarlo. Jamás de los jamases lo iba a permitir.
No se consideró nunca un hombre especialmente machista o posesivo, ni siquiera con Alexa lo fue. Él era de los que confiaba y tenía una actitud relajada con sus parejas, al menos fue así con Alexa y una novia que tuvo antes que ella. Pero con Aiko, por dios que no sabía qué demonios le sucedía.
Se ponía de los nervios cada vez que la tenía cerca, dividido entre el deseo de comérsela y la conciencia de que ella no lo amaba y no quería nada con él y, por tanto, no era buena idea tenerla cerca y llegar a amarla. Pobre iluso… se había enamorado desde el día que la vio, pero eso no lo reconocería ni muerto.
—No es que me parezca mal, papá y mamá. Quiero que Aiko sea feliz haciendo lo que ella quiera —contestó—. Pero la fecha de mi boda la elijo yo, no ustedes.
—Querido cuñado, no seas cínico. Si la dejaras ser feliz, la hubieras respetado —apostilló su cuñada. Empezaba a caerle mal la esposa de su hermano. No era agradable recibir tantas verdades en la cara.
—Ran, perdona que me meta, pero me voy a meter por el cariño que siempre te tuve. Creo que ella te gusta, pero la estás cagando —afirmó Alexa. Las hermanas no dejaban títere con cabeza cuando se trataba de defender a la pequeña muñeca.
—Vuelvo a preguntar si yo soy parte de esta familia o soy adoptado. Estoy empezando a pensar que ustedes me recogieron en una caja de zapatos en algún barranco —soltó Ran enfurruñado como un niño.
Los únicos que no hablaron fueron Aron y Azaki, pero se miraron entre ellos hablando con los ojos. El novio necesitaba una charla de hombre a hombre para explicarle las cositas de la vida, en lo que a mujeres se refería. O si no, no iban a poder usarlo y se le iba a pasar el arroz. Tácitamente, decidieron llevárselo con ellos más tarde.
—No seas tonto. Precisamente porque eres parte de esta familia estamos haciendo esto. Si te dejamos cometer más errores con Aiko, créeme que no lo vas a pasar bien. Ella está resentida y no te la va a poner fácil, hijo, así que haz caso a tus mayores —dijo el señor Masaharu. Todos afirmaron con la cabeza. Ran no quería dar el brazo a torcer, pero si todos ellos estaban de acuerdo tendría que aceptar que seguramente tendrían razón. Después de todo, él perdía el tino cuando de su flor de cerezo se trataba.
Sin embargo, el hecho de que Aiko fuera a hablar con sus padres a sus espaldas, lo iba a pagar caro. Como Ran que se llamaba.
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La Watanabe estaba feliz y contenta.
Ver la cara de Ran cuando su propio padre anunció que la fecha de la boda se posponía para “nosecuantos” años, no tuvo precio. Sintió una íntima satisfacción cuando a su prometido se le torció el gesto y para más inri captó la mirada entre ella y su suegrita. Le dio un regusto equivalente al de haberle dado una patada en la espinilla.
Lo que pactó con sus suegritos y luego con el resto de la familia, pues los señores Masaharu llamaron a todos para ver qué les parecía el acuerdo, era que se iría a casa con ellos y estudiaba en la universidad la carrera que eligiera. Hasta que no tuviera el título en sus manos no habría boda. Sabía que probablemente alcanzaría la edad de treinta años antes de estar casada, cosa que en su país es considerado totalmente inadecuado, pero no iba a estar en su país, a ella le parecía adecuado y además como el compromiso era “inquebrantable” no había posibilidad de convertirse en una solterona.
Toda la familia estuvo de acuerdo con el plan. A Aiko le hacía mucha gracia ver como tomaban las decisiones, discutiendo y hablando todos al mismo tiempo, valorando los pros y los contra hasta llegar a un consenso. Se notaba que estaban acostumbrados a hacerlo así con todo lo importante y se alegró al menos de entrar a formar parte de esta loca familia.