Capítulo 17
Aiko esperó pacientemente hasta que las luces del antro se encendieron dando la señal de que había acabado la diversión y ya no quedaba sino el personal dentro del recinto. Salió de su escondite arrastrándose y sintió que las piernas le dolían terriblemente de estar en la misma posición tanto tiempo, así que las golpeó suavemente para que recuperaran la circulación. Fue eh ese momento que algunos de los camareros la divisaron y uno le preguntó con sorpresa qué demonios hacía allí. La chica se encogió un poco.
En realidad, fueron amables con ella y entendieron la situación. No era la primera vez que veían como alguna linda chica terminaba drogada y mal parada por culpa de algún sinvergüenza y aunque tenían seguridad dentro del recinto controlando ese tipo de situaciones, no siempre podían actuar. Entre tanta gente era fácil hacer salir a una chica pequeña como ella y hacerle dios sabía qué.
Llamaron un taxi para ella y le encargaron a uno de los hombres de seguridad que la acompañara hasta que estuviera segura dentro del vehículo. Aiko se sentía morir, entre el dolor en el cuerpo, el dolor de cabeza que dejó lo que quiera que fuera que le dieron para drogarla y además por el susto que tenía en el cuerpo. Sabía que había escapado por los pelos de algo muy malo.
Contempló el amanecer por la ventana del coche que la llevaba. En el último momento, le pidió al taxista cambiar la dirección de destino y le pidió que la llevara a casa de sus suegros. Aunque no tenía mucho dinero encima, esperaba que los mayores la ayudaran a pagar. Necesitaba, realmente necesitaba, sentirse protegida por alguien en este instante.
Llegó a la casa de los Masaharu y pidió al hombre esperar. La espera hasta que la puerta se abrió dejando ver a su suegro se le hizo eterna. Rápidamente, le explicó la situación y mientras el hombre pagaba la señora Masaharu salió curiosa y extrañada de verla allí. No le hizo falta mucha explicación para darse cuenta de que Aiko no estaba bien y sin preguntar nada la arrastró dentro, la tumbó en el sofá y la arropó con una manta, pidiendo una manzanilla con tila para la chica.
Se sentó a su lado y la dejó llorar totalmente asustada y apenada. Su esposo también se sentó a esperar, con los ojos humedecidos. No sabía qué le había pasado a su nuera, pero cualquiera que la hubiera hecho llorar lo pagaría. De momento, lo que tocaba era ocuparse de consolarla. Llamó al médico de la familia y a su hijo mayor. Aún no quería hablar con Ran.
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Ran miró por la ventana del jet tratando de calmar el ansia que lo comía por dentro. En tiempo récord había conseguido que sus asistentes de dirección se hicieran cargo de cada área del negocio y le importó poco y nada si estaban de acuerdo. Sus caras de miedo y preocupación porque el CEO dejaba todo atrás endosándoles funciones muy por encima de sus capacidades, no fueron registradas por el director. Las ignoró directamente. Era una prueba de fuego para ellos. Resolvían o se marchaban. En cualquier caso el hombre tenía que viajar si o si y nada lo iba a detener.
Y ahí estaba, desembarcando de su avión privado, doce horas después. Iba a buscar a Aiko y Dios sabría qué pasaría después de que hablara con ella. Casi se volvió loco con las fotos que llegaron a su terminal, pero después del disgusto, recapacitó. ¿Cómo era posible que esas fotos llegaran hasta su número privado que nadie tenía fuera de sus cercanos, ni siquiera sus empleados? ¿Y a quién le interesaba que el viera esto? Claramente, todo había sido preparado.
Eso lo hizo temer por ella. Su linda niña estaba siendo acosada aunque ella no lo supiera. El hecho de que en las fotos pareciera que disfrutaba del beso de aquel tipo no era necesariamente cierto. El lo sabía bien, pues no era la primera ni la segunda vez ni la tercera que las fotos que aparecían en revistas y demás dieran una imagen muy diferente de la realidad. Entonces sumó dos más dos.
De repente, a el lo acosaba la prensa constantemente publicando artículos donde parecía que engañaba a su novia. Nada más lejos de la realidad. Y a continuación, el recibe ese material donde su novia parece estarle engañado. No había que ser muy listo para darse cuenta de que todo era fruto de alguna preparación. No sabía de quién o porque, pero averiguarlo no sería tan complicado, o eso esperaba.
Ahora su prioridad era buscar a Watanabe. Desde ayer no contestaba las llamadas y no sabía qué pasaba con ella. Eso si fue fuente de angustia para Ran. El hecho de que se hubieran distanciado últimamente no quería decir que él no estuviera tan loco por ella como el primer día. Se lamentaba por no haber insistido más en hablarle y estar ahí presente. A veces su mal genio podía más que el sentido común, suspiró.
Fue al apartamento, para encontrarlo completamente vacío. Unos platos sucios en la cocina le indicaron que ella no había vuelto hacía al menos dos días. Se mesó los cabellos intentando no perder los nervios. ¿Dónde más podía estar la niña? Habló con su jefe de seguridad. Esta vez se había traído el séquito completo porque sentia que algo los acechaba. Iba a proteger a Aiko sobre todas las cosas. Llamó a su madre por si sabía algo de ella. Y sí, estaba en casa de sus padres. El alivio que sintió lo hizo notar que hasta ese momento casi no había estado respirando. SE sentó un momento para soltar la tensión y cinco minutos después subía al coche que lo esperaba.
“Estoy cerca, nena. Ya estoy aquí por ti”, pensó. “No voy a dejarte más, pase lo que pase. Lo juro”.
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Rous acariciaba la cabecita de la nena. Llevaba casi todo el día con ella y parecía que con la única persona que se quedaba tranquila era con ella. No dejaba de llorar. El médico les había dicho que había sido drogada y eso nunca es bueno para el cuerpo. Podía haber colapsado si la sustancia le hubiera provocado una bajada de tensión mayor que la que sufrió. Aiko jamas había tomado ningún estimulante de esa clase y cualquier cosa era posible.