+ Y aquí estoy
Esperando el día en que me acompañes
Sola no estaré
Sola no estaré
Te acompañaré y me mostrarás la razón del porque he de estar aquí
Porque necesito saber el motivo del por qué estoy aquí +
Anoté en mi libreta estas palabras, haciendo unos bajos con mi guitarra intentando que entonara con la letra. El sonido fue encantador a mis oídos, el toque suave y lento junto con la letra me puso más melancólica de lo que ya estaba, más el paisaje que estaba frente a mis ojos, le daba el toque perfecto para tener más inspiración a la hora de escribir la letra.
Hice un sonido con mi boca y me quedé mirando fijamente como las hojas del árbol se mecían por el aire fresco que soplaba, se escuchaba el mecer de las ramas al soplar el viento en ellas. El viento hizo que mi cabello largo y negro tapara mi vista, haciendo que lo apartara de mi rostro, mientras me recostada cómodamente sobre el respaldar de la banca en la que estaba sentada en el parque. Me gustaba venir a este lugar, ya que casi nadie transitaba a esta hora por este parque, pero este momento no duraría demasiado.
Escuché unas voces que se acercaban. Esto hizo que me incorporara rápidamente mientras buscaba los dueños de esas voces con la vista y encontrándolas, se estaban acercando y eso no me agradaba ya que sabía de quiénes se trataban.
–Mierda –me quejé y me levanté de la banca, metiendo todas mis cosas a la mochila y la guitarra en su estuche.
Me apresuré a irme de ahí sin que ellos me vieran. Suspiré de alivio de que no me hubieran visto.
Ellos pertenecían al instituto que yo iba a estudiar, digamos que no me llevaba muy bien con los de mi instituto. Siempre he sido alguien solitaria y de muy pocas palabras.
Los escuché riendo y apresuré mi paso viendo hacia atrás sin mirar por dónde caminaba haciendo que chocara con algo duro, el choque fue tan fuerte que caí sentada en el suelo. Lo único que pensé en ese momento fue si estaba bien mi guitarra.
–No, no, no… – me levanté del suelo y revisé mi guitarra. El corazón se me pararía si algo le había pasado.–Gracias Dios. –dije al cielo suspirando de alivio que no le había pasado nada.
Miré hacia el frente para ver con qué había chocado. Me levanté del suelo recogiendo mis cosas y me quedé frente al árbol.
–Pensé que había chocado con una persona –dije como si el árbol me fuera a contestar.
Comencé a caminar llevando mi guitarra abrazado, «por estas razones no me gusta sacarla».
Siempre podía pasar más de algún accidente y mi guitarra podría salir lastimada. Eso no tenía que pasar, no me lo perdonaría.
Besé el estuche– lo siento, procuraré que no vuelva a pasar.
Caminé de un lado por el otro por la calle solitaria, estaba anocheciendo y hacía un poco de frío. Tarareé una canción, cuando se me ocurrió unas palabras para mi canción. Dejé la guitarra en un lugar seguro donde no pudiera caerse y me senté sobre la acera sacando mi cuaderno de letras.
+ Y aquí estoy
Dónde nada es seguro
Esperando una razón para ser
Para sentir
Para vivir
Caminando por la calle en contra del viento que sopla
Esperando que llegues
Aquí esperaré +
Lo volví a leer y me gustó lo que leía, «más tarde lo mejoraría». Me levanté y tomé mis cosas, comenzando a caminar otra vez hacia mi casa.
Llegué a casa y cerré la puerta detrás de mí. –Ya llegué –avisé. Papá me respondió diciendo que era bueno que ya estaba en casa y que ya estaría la cena. Nos habíamos repartido los días para cocinar.
Subí la escaleras hacia mi habitación, dejé mi chaqueta en el perchero y puse la guitarra delicadamente sobre la cama, me acosté junto a ella y me pregunté ¿Cómo uno puede aferrarse a algo tan simple? Hay más preguntas que respuestas, siempre es así. Me quedé mirando el techo hasta que mi padre tocó la puerta de mi habitación, la dije que pasara y entró.
– Ya está la cena –me avisó y me miró por unos segundos como deduciendo algo.–¿Estás bien?
–Creo que sí – le contesté y le di una sonrisa de boca cerrada. Él me miró fijamente intentando encontrar algo en mi rostro pero no supe si lo encontró, ya que evitó el tema y le agradecí por eso.
–Bien. Ven, bajemos a cenar.
Bajamos y pasamos un momento en silencio, un silencio que no era para nada incómodo, al menos para mí.
–¿ Ya has escrito otra canción? –preguntó llevándose el tenedor a la boca.
–Estoy trabajando en ello. –le respondí– Aún me falta práctica en algunas acordes, ¿Me ayudas?– le pregunté. Sabía que a él le encantaba tocar y cantar, de él había aprendido eso.
–Claro que sí –me respondió sonriente.
–¿Me enseñas después de cenar?
–Claro que sí pero termina antes tu cena.
Asentí y comencé a comer un poco más rápido para terminar, papá sonrió y dijo que no me apresurara.
En estos momentos es cuando algunas veces parecía estar todo bien, pero parecer, no es lo mismo que estar y estar no es lo mismo que vivir.