Al salir del edificio de mi universidad el frío de la noche choca contra mi rostro haciendo que cada músculo de mi cuerpo se contraiga, debía caminar al menos unas cuatro cuadras para llegar a mi edificio y el cual comparto con una compañera de universidad, ella va en el edificio de literatura. Sin más remedio y viendo que el reloj casi marca las once de la noche salgo de la universidad con mi chaqueta puesta y con mi cabello azul bailando al compás de la brisa, saludo al portero de la entrada e inicio mi recorrido.
Durante todo ese rato voy escuchando música haciendo de mi camino un poco más entretenido y no tan largo y abrumador para mí.
A mí mente vuelan los recuerdos de mi dura niñez, de como tuve que mantenerme oculta para evitar señalamientos por parte de las personas de mi antigua ciudad, para evitar escuchar las burlas de los niños y niñas del colegio, y para no avergonzar a mi familia. Era la primera en la familia Harrison en nacer con vitíligo, eso hizo que la atención sobre mi fuera peor.
Mi madre no le gustaba sacarme porque decía que me veía horrible, que no era digna del apellido familiar y que por mi bien y su reputación permaneciera en mi cuarto sin tener contacto con las personas del exterior.
Y mi padre bueno, él murió odiando mi piel y mi enfermedad, e igual con un desprecio profundo a mi persona.
El ser odiada por las personas que se supone deben de cuidarme y amarme me hicieron ser quien soy ahora; una persona que vive con traumas familiares, que carga encima miles de inseguridades que su misma madre le montó. Mi enfermedad aparte de dejar con marcas mi piel hizo que mi cabello perdiera su color natural, mi vida se vino cuesta abajo cuando mi rubio natural ya no estaba y que fue suplantado por un blanco muerto. Al salir de la casa de mi mamá pude atreverme a pintarlo de un color que me haga sonreír siempre que lo vea, ¿y que mejor que el azul?
Y antes de que digas: “¿cómo coño se puede perder la pigmentación de tu cabello si el vitíligo afecta más la piel?”
Pues mi médico de confianza y quién me trata desde hace un año me dijo que habían casos en dónde las células de pigmentación que habían también mueren, así como las de la piel pero en el cabello. Las marcas blancas que me deja mi enfermedad abundan en mi espalda y abdomen, y había pocas en mis brazos.
Siempre que las veo termino llorando, las odio con mi vida entera ya que a raíz de ellas nadie me quiere y nadie me querrá.
Ya estaba a una cuadra de llegar a mi edificio solo tenía que cruzar la calle y estaría en el valor de mi hogar.
Cuando el semáforo pasó de verde a rojo me apresuré en cruzar, solo que no me percaté que venía a toda velocidad un vehículo.
—¡Ah! —. Grité cuando sentía que pegaría contra mi brazo pero se detuvo a centímetros de mi.
Mis pulmones dolían de lo rápido que respiraba y veía con temor al conductor que apresurado y preocupado bajó.
—¡Lo siento tanto! —. Se disculpó y acercó
Las palabras no salían de mi garganta, había quedado muda ante aquel chico.
Él tenía cejas pobladas y gruesas, ojos del color de la miel, y un lindo color miel en su cabello.
Era lindo.
—Tranquilo, también es mi culpa al no fijarme bien antes de pasar. —. Juego nerviosa con las tiras de mi mochila.
—Fue un error de los dos… Yo por no fijarme en ti antes de seguir y tú por no fijarte en mi antes de pasar. —. Su risa era linda, suave.
De mi garganta sale un risilla nerviosa que ante él no pasó desapercibido, él bajó su mirada al suelo dónde había caído uno de mis libros, se arrodilló para cogerlos y acercarse a mi teniéndolos a mi dirección.
—¿Humanidades? —. Cuestionó al ver la portada de uno.
—¿Algún problema con ello? —. Si, normalmente las chicas estudian cosas más interesantes y que les sirva en un futuro pero yo siempre quise estudiar humanidades y fue por ello que mamá aún más se decepcionó de mi, ella quería que estudiara administración de empresas.
—Es solo que no hay muchas personas que estudien eso por voluntad propia o que la estudien… —. Arqueé una de mis cejas a su dirección.
—¿Y tú qué estudias? A ver si es más interesante que lo mío.
Él esbozó una sonrisa de lado muy hermosa, y que lo hizo ver muy atractivo.
—CEO en la empresa de mi familia y modelo.
Oh, con que chico famoso.
—¿Lo que estudia el resto? —. Cuestioné.
Él cogió aire antes de continuar hablando
—Me gusta y admito que me veo trabajando en eso por bastantes años. ¿Y que me dices de humanidades? ¿Tan interesante cómo para dedicarle tu vida entera?
—Es una licenciatura que puedo ganar al estudiarla y además podría irme por una de sus ramas.
—¿Oh, en serio tienen trabajo lo que estudian humanidades?
Achique mis ojos a él y no pude evitar esbozar también una sonrisa divertida.
—Antropología, psicología, educación y pedagogía. ¿Te suenan, modelito? —lo último lo dije con diversión.
—Modelito… —. Saboreó entre sus labios mi nuevo apodo a él.— ¿Y a ti que te gustaría hacer luego de tener la licenciatura? No, déjame adivinar… ¿Literatura?
Abro mi boca como una “0” ya que tenía mucha razón el modelito.
Al terminar mi licenciatura en humanidades me iría por la rama de literatura inglesa.
—¿Cómo lo sabes? —. Cuestioné en voz baja.— Es decir no me conoces como para saberlo.
—Algo me lo grita mientras te veo… —. Sus esferas del color de la miel me escanean de arriba hacia abajo.— ¿Tu color de cabello es teñido o natural?
—¿Por qué la curiosidad? —. Me pone nerviosa su atención en mi.
—Es muy lindo y va con la forma de tu rostro. —. Mis mejillas se calientan a causa de su halago, a mi nunca nadie me ha hecho un halago a mi cabello o a mi.
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Editado: 26.06.2024