When She Was Obsessed

NOVENO INTENTO

Clarisse Renaldi II

De niña solía tener el sueño de entrar a un castillo hecho de caramelo, con paredes recubiertas de chocolate, muebles de galleta, sillones hechos de gomitas comestible y almohadas de algodón de azúcar. A los trece años, mi anhelo era poder estar frente a mi banda favorita, que me abracen, me canten una de sus canciones y quizás me den un beso en la mejilla. Hoy, a mis dieciocho años, mi único y más profundo deseo es tener a Loann Cooper completamente enamorado de mí y pasar todas nuestras tardes encerrados en esta habitación. ¡Esta habitación que estoy pisando justo ahora!

Golpeen mi rostro con un bate.

Aún estoy en el umbral de la puerta, admirando cada parte de esta ordenada y pulcra habitación. El piso es de color gris y de un porcelanato opaco, las paredes están pintadas de manera alterna, dos son de color marfil y la que se encuentra tras el respaldo de la cama es de color azul acero.

Y la cama...

Oh, Dios su cama es la mejor parte de todo. Es grande y muy acolchonada. Puedo verlo desde aquí, aunque aún no me atreva a probarla. Y es que, Loann Cooper no es como los usuales chicos que puedes encontrar a lo largo de tu vida. Su habitación no es un montículo de ropa sucia y calzoncillos en los muebles, no señor.

Él es una mezcla vilmente sexi de todo lo que conlleva ser imperfecto.

Creo que ya lo había dicho antes...

Cierro la puerta tras de mí, camino unos pasos y encuentro una silla justo a lado de un pequeño escritorio color negro, así que dejo la ropa deportiva que me ha entregado su madre sobre esta. No puedo evitar pasar los dedos por el borde de la mesa y notar que Loann ha dejado sus apuntes dispersos. Sonrío, es como ver una parte rebelde de él que se mantiene en secreto.

La echo una ojeada a su cama y tengo la tentación de correr hacia ella, pero dejo lo mejor para el último y abro las puertas de su clóset.

Oh, rayos.

El aroma que emana es fabuloso. Es una mezcla de los perfumes caros que usaba papá y el cítrico lima que yo tomo por las mañanas. No es un olor dulce ni penetrante, es suave y embriagador. Podría encerrarme aquí y vivir con ese aroma toda mi vida.

Las yemas de mis dedos tocan una de sus camisas, poco a poco mi tacto va tomando más confianza y se atreve a deslizarse sobre la tela de su ropa.

Loann no es un chico muy variante en el tipo de color de ropa que usa. Todas sus camisetas y camisas tienen tonos similares. Noto que le agrada mucho los azules, grises y sus variantes, así como los diferentes tipos de blanco.

Me encanta.

JC solía usar para nuestras fiestas una camisa floreada verde chillón que odiaba con toda mi alma. En cambio, Loann es sobrio y elegante y... ¡Rayos! ¡Ya deja de gustarme tanto!

Una mirada hacia abajo y encuentro cajones bajos las perchas. Subo una ceja y sonrío con malicia, esperando encontrar aquí su ropa más íntima.

Halo de la manija y entiendo a lo que se refería Trina con los orgasmos visuales.

¡Estoy viendo los bóxeres de Loann Cooper!

Mi mano tiembla, no sé si por el profundo y caluroso deseo que estoy sintiendo ahora, o porque probablemente esté tan helada de lo que estoy viendo que no tengo fuerza para mantener mi mano firme. Me decido a tomar uno de ellos y lo extiendo frente a mis ojos. Parece ropa recién comprada y lo compruebo cuando encuentro la etiqueta sobre este.

¿Comprando nueva ropa interior?

Interesante...

Trato de no alterar el orden del cajón, así que con mucho cuidado intento seguir encontrando cosas nuevas de Loann, o algo curioso que me permita saber más de él. Hasta que me topo con algo que dista mucho de ser el estilo elegante de mi genio de hielo.

Una zunga aterciopelada con diseños de piel de leopardo se distingue de forma chabacana en medio de tanta belleza. Emito una pequeña risa, no puedo imaginarme a Loann usando este tipo de banalidades. No obstante, suelto la prenda en cuanto leo en la etiqueta una frase que resulta ser como un golpe en la boca del estómago.

Úsalo para mí.

Att. TÚ LILIAN

Ugh.

La prenda cae al piso y salto sobre ella. En un lapsus de ira doy muchos brincos sobre esta mientras digo cuanto detesto a Disney y su inocencia barata. Cuando caigo en cuenta de que parezco una loca que necesita su medicación con urgencia, retomo la compostura y recojo la zunga corriente, tan corriente como la dueña.

Al principio, tengo la idea de dejarla, pero cuando el bicho de los celos me pica tan fuerte como un cuchillo afilado, decido amarrarme el cabello con esta.

Esto luce mejor en mi cabello que en tu trasero, querido mío. Luego me lo agradecerás.

Podría pasarme todo el día explorando cada centímetro de esta gloriosa habitación, pero eso no es posible puesto que Mamá llegará con la cena a las siete y debo estar con ella, ya que es el único momento que pasamos juntas. Así que tomo la ropa deportiva de la silla, me quito los tacones rotos y me dirijo hacia la ducha que, probablemente, esté igual de pulcra que todo.




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