Sanseong* o castillos de montaña. Este tipo de fortificaciones generalmente consistía en muros de piedra de poca altura construidos alrededor de las montañas en forma de serpentina.
Parte de la crisis que vivía el país eran los días soleados y las noches frías, heladas. Pesé a la fogata que habían hecho Taehyung sentía el frío colarse por entre sus ropas rozándole la piel que permanecía crispada ante la temperatura. Los rostros de sus compañeros parecían ir de mal en peor de todo lo que había avanzado en el día, para ser su primer día sin combates o enfrentamientos había sido bastante desmotivador.
La torre estaba vacía y nadie entendía porque, era evidente que si los japoneses llegaban hasta allí les sería fácil dominar esa parte del territorio y sería cuestión de tiempo para que llegaran a la capital y se tomaran el reino entero. Taehyung se había escabullido entre las paredes de la fortaleza para escuchar lo que sus superiores cuchicheaban al respecto, mientras los demás soldados permanecían arrumados por diversos lugares con la mirada perdida y algunos otros con los ojos cerrados. Nadie decía nada, pero sus expresiones hablaban por si solas, compartiendo la desesperanza unos con otros.
—Este lugar parece abandonado desde hace meses, los soldados que estaban aquí habrán huido, no creo que hayan muerto en batalla, sería cuestión de tiempo que los japoneses no hallan tomado ya esta parte —Murmuro uno de los superiores.
—Es verdad, por lo mismo es mejor que avancemos lo antes posible a la siguiente torre de control, con suerte encontraremos a los soldados y podremos adelantarnos a cualquier ataque —Respondió otro de ellos.
Taehyung no podía distinguir quien tomaba la palabra, pero estaba de acuerdo con ambos hombres, si quería sobrevivir por más tiempo era importante que el ejercito creciera en caso de un ataque real.
—Nuestra misión es hacer retroceder al ejército japones, sería optimista decir que vamos a ganar la guerra, pero si logramos hacerlos retroceder eso aumentaría la moral del ejercito y del país, por lo menos nos daría tiempo para preparar más soldados o planear un mejor contra ataque.
—¿En verdad le tienes fe a este ejército de campesinos?
—La fe es lo último que se pierde, si bien no son los guerreros más hábiles las circunstancias en el campo de batalla siempre pueden cambiar.
Cuando el fuego fue extinguido y todos intentaban conciliar algo de sueño Taehyung permanecía despierto mirando al oscuro techo, la conversación que había escuchado le había dejado pensativo, era reconfortante pensar que al menos una persona en todo el ejercito tenía algo de esperanza en ellos y sobre todo saber que su misión era clara: hacer retroceder al ejercito japones. Aquello era tan importante que le parecía un absurdo que se lo guardaran para ellos, después de todo, si el ejercito se preparaba para ello en lugar de pensar en ser un simple sacrificio podrían organizarse mejor e incluso lograr dicha meta.
¿Sería muy inapropiado de su parte tomarse la autoridad de comunicar aquello a los demás soldados? Quizá sería irresponsable, a lo mejor debía esperar a que los oficiales tomaran la decisión y tal vez en el momento adecuado se los dijeran.
Antes de que el sol iluminara el cielo el ejercito ya estaba de camino a la siguiente torre de vigilancia. En la fría bruma de la madrugada Taehyung procuro acercarse a su grupo, aquellos que fueron sus compañeros de habitación para comentarles lo que había escuchado la noche anterior, a pesar de sus intentos, el lugar estaba tan silencioso que el mínimo susurro sería escuchado, por lo que sería mejor dejarlo para después, cuanto antes mejor.
La siguiente torre de vigilancia era más bien un Sanseong* y se esperaba que estuviera mejor preparado, a unos 5 kilometros en la montaña por lo que se esperaba que llegaran al anochecer, un poco antes si las circunstancias eran favorables, pues a medida que avanzaban en las serpenteantes montañas, la presión y el clima comenzaban a pasarles factura.
Por las difíciles circunstancias la hora del almuerzo se retrasó, al igual que los descansos. Siendo breves a la hora de detenerse y forzando incluso a los caballos para que continuaran incluso cuando no hubo una pausa para beber, tampoco había un cuerpo de agua cercano así que todos tuvieron que aguantar el hambre, el cansancio y el clima. Su sacrificio se vio recompensado cuando horas más tarde y justo antes de que el sol se ocultara por completo lograron llegar al sanseong, donde para gracia y fortuna algunos soldados los recibieron, aunque el número de ellos era bastante reducido a lo que se esperaba.
Solo tres hombres salieron a recibirlos y les ayudaron con los caballos. Finalmente hubo tiempo para comer y descansar al calor de una fogata. Los oficiales interrogaron a los tres guardias buscando una explicación a la ausencia de hombres en la torre anterior y así mismo a la escases de hombres en aquel sanseong.
—¿Qué ha pasado con la torre de mando que está a 5 kilómetros de aquí? Hemos pasado la noche allí y no había ni un solo hombre en pie o armamento alguno.
—Seguramente ha pasado lo mismo que aquí…—El soldado hizo una pequeña pausa, temiendo un regaño— La mayoría de soldados ha preferido huir o venderse al ejercito japones con tal de sobrevivir.
—¡Traidores! Como pueden abandonar así a su patria. ¿Quiénes son? Quiero sus nombres, los encontraremos y los haremos pagar por su traición—Advirtió el general con ira en sus palabras.
Todo el ambiente se sentía tenso, no era de esperarse menos cuando a unos kilómetros de allí se estaba jugando una brutal guerra. Todos estaban tensos y a la expectativa por el panorama que los esperaba en los próximos días, incluso mientras se calentaban frente al fuego y disfrutaban de la comida las expresiones serias, lúgubres y de impotencia permanecían en cada rostro.