Al emperador Min Yoongi,
Con la más profunda reverencia y lealtad, me dirijo a su Majestad con urgencia desde Daegu para informar de hechos de gran importancia.
En la fecha del día quince del mes octavo, se ha librado un combate en la ciudad de Daegu con piratas japoneses y opositores del reino. Nuestras fuerzas han logrado repeler el ataque, afortunadamente no hubo grandes pérdidas. Sin embargo, la información sobre una invasión no es del todo cierta, puesto que los piratas japoneses han sido bienvenidos por los opositores que permitieron que se apropiaran de las ciudades para controlar la economía y así causar un desequilibrio en la nación, además de batallas internas por poder, pero sobre todo para manchar el nombre de la familia real.
Es así como según uno de los desertores el difunto emperador habría venido a morir en una trampa tendida por todos esos traidores apoyados por los barbaron japoneses, es por eso que es mi deber informar a Vuestra Majestad que hemos recibido información confiable de que en el palacio de Hanseong hay opositores que han tramado un complot para atentar contra la vida de Su Majestad. Se cree que estos traidores buscan desestabilizar el reino y sembrar el caos. El nombre de este principal conspirador es Wanyong, creo que ya sabe de quien se trata.
Por tanto, ruego a su Majestad que tome precauciones adicionales y refuerce la seguridad en el palacio real para proteger su vida y la estabilidad de nuestro amado reino.
Con el más alto respeto y lealtad,
General Song.
Con esta alarmante carta el emperador Min descubrió la oscura verdad que se escondía tras las supuestas invasiones a su reino. Rápidamente desvió la mirada hacía su comida, la cena de esa noche la habían llevado directamente hasta sus aposentos, afortunadamente no había dado bocado alguno hasta ahora y no lo haría.
Era hora de encargarse de sacar lo podrido.
Al otro lado del palacio, Namjoon se encontraba paseando por los alrededores para disfrutar de la noche, cuando Wanyong, uno de los nobles de la corte se le acercó con una sonrisa maliciosa. Cómo si tramara algo y sin disimular o esperar confeso su plan.
—Si yo fuera usted, estaría preparando lo necesario para celebrar el funeral de su sobrino—Murmuro aquel hombre tras pasarle por el lado a Namjoon.
Rápidamente Namjoon reaccionó, tomando al hombre por el brazo, deteniendo su camino. Con una mirada muy seria y retadora fijó sus ojos en los ajenos y finalmente habló tras un momento de silencio.
—¿A qué se refiere? ¿Qué fue lo que hizo? —Cuestionó con gran impaciencia, irritado por la sonrisa socarrona del hombre frente a él.
—Hice lo qué nadie más se atrevió, una revolución con guantes blancos—Respondió Wanyong con altives.
—Infeliz, se lo advertí. No se puede hacer una revolución con guantes blancos—Gruñó Namjoon empujando al hombre.
Evitando crear una pelea o escandalo Namjoon lo dejo ir pensando seriamente en como verificar que Yoongi siguiera con vida sin ir directamente a verlo. No sabía que tanto podía salpicarle la estúpida decisión que Wanyong hubiera tomado para matar al emperador. ¡Matarlo! Aquello no era un juego, no era cualquier declaración, había tantas cosas en riesgo que calcular el daño en ese momento era casi imposible, Yoongi no podía morir, de lo contrario todo el reino se iría al demonio sin siquiera darles tiempo a reaccionar.
Apresurado caminó por el palacio hasta su estudio, quería asegurarse de que todo estaba en orden, pues de morir el emperador ya se habría armado todo un escándalo a su alrededor. Hasta entonces todo parecía transcurrir con la habitual calma, los minutos continuaban transcurriendo y Namjoon permanecía estático frente a su escritorio, con la mirada fija al frente, sus oídos permanecían atentos al más mínimo ruido fuera de la habitación. El viento, las hojas, los pasos, las cigarras, sonidos que le inquietaban, ansioso de que en cualquier momento se vieran perturbados por los gritos y pasos apurados de los guardias yendo a la habitación real.
Cualquier intento por acercarse a su sobrino o incluso a su guardia podría comprometerlo directamente con el atentado, pero de quedarse de brazos cruzados ¿Quién detendría el ataque? Hiciera lo que hiciera podría ponerse en riesgo, estaba entre la espada y la pared con aquella decisión que tomase, fuera cual fuera.
Con un solo nombre todos los traidores caerían, y cómo no hay mal que por bien no venga, Yoongi había encontrado en aquel intento de ataque la debilidad de sus enemigos necesaria para destruirlos y dejar libre su camino, ya no habría ni un alma que pudiera atreverse si quiera a murmurar que él no era digno de ser rey.
Lleno de colera por todos los comentarios amargos que tuvo que soportar no lo pensó dos veces en como quería cobrarse la venganza y en el silencio de la noche mando a Hoseok a buscar el principal desleal hombre que se había atrevido a idear un plan tan temerario en su contra. Así, por orden del emperador, Hoseok se mordió la lengua para no hacer del asunto un escandalo y con la misma colera en el pecho se limito a disimular a la hora de escoltar a Wanyong a su nueva habitación; una celda para el interrogatorio.
En su cinismo y celebrando la supuesta muerte del emperador, Wanyong se encontraba en su hanok*. Con un par de invitados en el salón principal, alrededor de una mesa mientras bebían de una cara botella de soju, todos parecían animados y contentos que la cara del anfitrión palideció en tanto vio al guardia real entrar en su salón. La habitación que hacía segundos parecía rebosar jubilo era ahora un profundo silencio incomodo en el que la tensión podía sentirse en el aire.
—Buenas noches, señores —La voz de Hoseok irrumpió en el silencio — Estoy buscando al señor, Wanyong.