La bruma de cinco largos meses no había dejado intacto a nadie. CuatroCinco meses recorriendo el país en una injusta purga, viendo morir y matando a quienes no morían a causa del hambre se había convertido en el pan de cada día. Con el corazón endurecido por la situación los días seguían pasando y los semblantes se hacían cada vez más amargos, Taehyung tenía la sensación de que al volver ninguno podría volver a sonreír a ver a sus seres queridos, y a decir verdad, la única razón por la que habían permanecido con vida a pesar de su escasa organización y escaso sentido del compañerismo, era porque sus rivales no eran nada más que simples aldeanos. Los pocos wakos habían regresado a Japón, y los opositores habían desaparecido como si se los hubiese tragado la tierra, no había razón alguna para seguir vagando por las tierras del emperador como almas en pena.
Tres meses antes Taehyung había encontrado la oportunidad de escribir una carta para informar al rey sobre la situación, dando su humilde opinión respecto a cómo se estaban llevando las cosas, y aunque esta carta se envió junto con el reporte del general Song, nunca recibió respuesta. Un mes después envió otra, luego dos meses después y antes de regresar una más, pero ninguna recibió respuesta.
Después de tanto tiempo pensar que habían sido abandonados a su suerte, esa mañana al alba recibieron el comunicado que por fin volverían a casa. Lejos de cualquier celebración o muestra de alegría, los soldados se limitaron a recoger sus cosas y se pusieron en marcha. Aun les quedaba un buen trayecto por recorrer desde Chuncheong hasta la capital.
Con la idea de purga, el emperador Min había perdido la cabeza. Al igual que sus soldados, había perdido el corazón y la más mínima pizca de bondad o empatía, el reino se había manejado con mano dura y reinado de terror. Todo aquel que se hubiese levantado contra él termino con la cabeza cortada y colgada, la mitad de los antiguos consejeros, nobles y opositores habían sufrido la decapitación por cosas como comentarios lamentándose por el rey anterior. Min Yoongi no aceptaba que le compararan con su padre, mucho menos que alguien se atreviera a criticar su forma de gobierno o mostrara una negativa hacía su reinado.
El palacio se sentía cada vez más vacío y la única persona cuerda en él había sido incapaz de hacer entrar en razón al rubio. Namjoon había tenido que conservar la distancia luego de darse cuenta de que para el emperador él era una amenaza directa. Como la única persona con sangre real capaz de tomar el trono, había tenido que mantenerse al margen para evitar que en un acto impulsivo su sobrino le mandara a decapitar también.
Afuera de las murallas del palacio, las personas comenzaban a sufrir el peso del mal gobierno. Los alimentos cada vez eran más caros y algunos otros escasos, al igual que los medicamentos para las personas de la capital, mientras que todas las aldeas fuera de esta estaban cada vez más abandonadas y miserables.
Fue así como el hijo del dios sol había perdido su bendición y había pasado a ser llamado “hijo del demonio” porque, así como su cabello era único y extraño, su forma de actuar inhumana, algo que solo podía provenir del mismísimo diablo.
El día que Taehyung llego a la ciudad no se imaginó que ver a su abuela sería una de sus ultimas prioridades. La traición y el dolor que Yoongi le habían dejado era motivo suficiente para querer verlo y de ser posible partirle la cara. No tenía otra cosa más que hacer, que demostrar en lo que se había convertido gracias a una absurda y falsa guerra en la que se había involucrado, había manchado sus manos y había fallado a todos sus principios como persona y como soldado.
La orden era regresar al palacio, todos debían regresar para rendir cuentas y entregar sus espadas, mientras cabalgaban hasta las murallas, los pueblerinos los miraban con sorpresa, curiosidad y asombro: eran la primera tropa en regresar de la supuesta guerra.
Algunas madres vieron a sus hijos llegar entre ellos y las lágrimas de conmoción no se tardaron en aparecer, las mujeres se lanzaban contra los soldados, pero estos inexpresivos y llenos de desesperanza parecían muertos en vida, incapaces de pararse continuaban la marcha, mientras hombres del emperador las aparataban “Ya habrá tiempo para eso”, decían y las alejaban, dejándolos continuar con el funesto desfile hacía el palacio.
La única cosa que habían hecho bien durante aquellos meses había sido precisamente sobrevivir, ¿a qué costo? Eso no lo sabían muy bien. Quizá nada de aquello había valido la pena.
Al llegar al palacio no fueron recibidos con honores, no lo necesitaban y mucho menos lo querían. Simplemente fueron atendidos, para entregar sus armas y armaduras, ahora siendo hombres aparentemente libres. Lo que ellos no sabían es que habían firmado un pacto de sangre que les costaría hasta la eternidad. En aquel momento solo vieron a los soldados y generales de rangos superiores, el emperador Min ni siquiera les dio la cara.
Para ese momento Taehyung estaba más que enojado, la amargura de los meses había hecho hueco en su corazón y ahora el maldito emperador no era capaz de aparecer y dar la cara. Aun lo recordaba bien, su estúpida sonrisa de superioridad durante los entrenamientos, y ahora que era rey simplemente no quería verlo… Ni hablarle, ni decirle porque carajo los dejo a su suerte en una guerra absurda, matando a los inocentes.
Todos se fueron, regresaron a sus casas, pero Taehyung permaneció, se las había arreglado para esconderse en las habitaciones que ocuparon durante su entrenamiento y cuando cayó la noche salió a su encuentro. No estaba resignado a no obtener una respuesta.
Con el cambio de la situación, los guardias reales se ubicaban principalmente en las entradas y en los lugares que pudieran prestarse para reuniones clandestinas, su trabajo era evitar que cualquiera en el palacio conspirara contra el rey. Fue así que al salir le fue fácil atravesar casi todo el palacio, el emperador Min era custodiado únicamente por su única persona de confianza: Hoseok.