Capítulo 4.
Su nombre se queda dentro de mi cabeza mientras abandono el aparcamiento y camino hacia mi facultad. Las voces que murmullaban ahora se hacen más fuertes, como si pretendieran que les prestara atención. O tal vez era ahora cuando volvía a la realidad y me percataba de que el alto tono de Galel había llamado la atención de los estudiantes.
Empiezo a notar una presión en el pecho bastante fuerte. Pierdo levemente el equilibrio, pero consigo que no se note y lo recupero con rapidez.
Puedo notar los latidos de mi corazón y pinchazos que me indican que o me calmo o tendré un ataque de ansiedad más pronto que tarde.
Es cierto que algunos ignoran mi presencia y eso me ayuda a serenarme.
Otros, no. Y no disimulan, escucho algunas acusaciones hacia mi persona, ¿acaso no saben que los estoy escuchando?
Quizás es su intención: que me entere de sus conversaciones.
Algunos comentarios llaman mi atención más que otros, por ejemplo, escucho dos voces femeninas hablando con desprecio cuando paso por delante, indicando que yo sólo soy una humana. ¿Y ellas qué son?, ¿extraterrestres?
Pongo los ojos en blanco y me dirijo a mi taquilla, la parte positiva de tener una es que no hacía falta llevar cuadernos a clase.
Suspiro, necesitaba urgentemente comprarme un adaptador para el cable del portátil, tomar apuntes me resulta más fácil, pero si no puedo conectarlo a la electricidad cuando se descarga la batería, no me sirve de nada haberlo traído.
Una mano se posa en mi hombro izquierdo mientras miro la materia que me toca.
—Has estado ignorándome —Conozco su voz, Harrison Sellers—. ¿Alguna razón en especial?
Me giro, quedando frente a él.
El chico es guapo, hay que admitirlo; su cabello y ojos son de un castaño claro, lleva un afeitado perfecto y tiene una sonrisa inocente que puede llegar a confundir.
—Lo sé. —respondo. Lo último que necesito es tener que toparme con él.
Tuvimos un par de citas, nos enrollamos, nos acostamos una vez y no necesité una segunda ronda. Fin de la historia.
—¿Hay alguna razón en específico? —Su tono de voz es bajo, íntimo podría decir.
Apoya su mano izquierda en la taquilla, creando una especie de jaula que me impide salir. No me molesta, al contrario, me hace bastante gracia su vano intento de volver a seducirme.
—Harrison —Le llamo y sonríe, mostrando su dentadura, este chico podría ser modelo de dentífricos si quisiera—, nos lo pasamos bien, pero no estoy interesada. Te lo he dicho en muchos mensajes y no quieres aceptarlo.
—Puedo hacerte cambiar de opinión.
Suelto una carcajada. A veces llegaba a pensar que era idiota. ¿No entiende lo que significa “no”? La próxima vez que me hable debería mandarle el enlace de la canción de Meghan Trainor, la de no.
—¿Y cómo harías eso? No quiero ser cruel contigo, Harrison, me caes bien —Niega con la cabeza y muerde su labio inferior, tiene unos colmillos algo grandes, pero le sientan incluso bien—, de verdad, eres agradable, pero no estoy interesada.
—¿Es por el gilipollas de Callegher? —pronuncia el apellido del chico de ojos azules con asco, con rabia.
—No —respondo—. ¿Acaso necesito tener a otro tío para no querer nada contigo?
Con su mano libre agarra mi brazo izquierdo y acorta la distancia entre nosotros un poco.
De acuerdo, esto empieza a ser molesto.
—Dame otra oportunidad, no sé qué hice mal, Sissi.
Al principio no me molestaba que me pronunciaran mi nombre como mi gente lo hacía, pero en realidad, aunque nos conociéramos un mínimo si no teníamos esa confianza me molestaba que lo hicieran. Si me presentaba como Silvana, me llamabas así. Sí querías llamarme Sissi o de otra manera, veía lógico que primero me preguntaras.
—Apártate —pido con educación—. ¡Y me llamo Silvana!
—¿Qué hice mal? —Su rostro se aproxima al mío, quiero girar la cara, sin embargo, quiero enfrentarle, no tiene ningún derecho a decidir por mí.
—Harrison, estoy tratando de ser educada, apártate.
—Contéstame, por favor.
—Empezamos con la parte en la que no sabes tratar bien a tu acompañante —Le doy un pequeño empujón y él intensifica su agarre en mi brazo. Duele y no sé si se me escapa algún gemido de dolor—, cuando te acuestas con alguien no buscas sólo meter el pene y punto, hay otra persona que también quiere tener un orgasmo. —Vuelvo a empujarlo y esta vez es efectivo.
—¡Sissi! —Me llama, obteniendo la atención de las personas.
¿Pueden dejar de ser ruidosos?
—¡Borra mi número, Sellers! —Le grito—. ¡Y apártate de mi taquilla! —Necesito sacar el material de la asignatura.
Ignoro su presencia, o trato de hacerlo y vuelvo a mi taquilla.
—Escucha, no sé qué te habrá dicho ese gilipollas, pero soy distinto —Sonrío sin que Harrison lo vea, este chico está desesperado—, de verdad, te lo juro... —Hace una breve pausa y continúa—: me gustas mucho, Sissi.
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Editado: 04.05.2022