Capítulo 8.
12 de diciembre, 2016.
Llego a la universidad con la esperanza de ver a Anne y preguntarle qué tal; ayer fue un día difícil para ambas y me quedé preocupada.
Sin embargo, no voy a ser hipócrita conmigo misma y decir que no pude dormir toda la noche pensando en cómo habría acabado ella, al contrario, me costó quedarme dormida por culpa de Nash Callegher.
Termino la tila que había pedido para llevar y guardo el mechero que había utilizado antes de entrar a la facultad, me dirijo a la taquilla que me pertenece y me encuentro con una chica un poco más alta que yo, esbelta, de ojos oscuros y cabello castaño y ondulado. Lleva unos pantalones cortos y medias de rejilla, en cambio, la parte de arriba está cubierta por una sudadera dos o tres tallas más de las necesarias.
No suelo reconocer muchas marcas de zapatos, honestamente, pero ella está calzando unos martens, los reconozco porque Stella —de las pocas que me caen bien del trabajo— adora dicha marca.
Me acerco sin prisa, pero dejando claro mi objetivo, esperando a que ella se aparte. No lo hace.
Carraspeo quedando frente a ella
—¡Hola! —Saluda echándose el flequillo a un lado.
—Buenos días —respondo sin demasiada emoción—, ¿me dejas? —Señalo detrás de ella, indicando que necesito hacer uso de mi taquilla.
—Soy Sadie —Su tono de voz cambia con cierta brusquedad cuando pronuncia su nombre, como dejándome claro que es importante.
—Yo Silvana —Abre la boca para responder, pero mi mal humor y mi impaciencia se llevan demasiado bien por lo que prosigo—: necesito abrir mi taquilla, recoger un par de cosas e irme a clase. No es que llegue tarde ahora mismo, pero estás ocupando mi camino.
Se aparta y con cierto sarcasmo le agradezco.
—Eres bonita —Lleva su mano hacia mi pelo—, ya entiendo por qué le gustas. A cualquiera le gustarías, si tu preferencia es la sencillez y la novedad del mes, por supuesto. —Me gusta que me hablen con claridad.
—Vengo a advertirte —Alzo una ceja—, entiendo que le gustes, pero no te hagas demasiadas ilusiones; Nash va detrás de tu culo, cuando lo consiga, te dejará.
—¿Y si la que se cansa soy yo?
—Chica lista —Ríe—, pero hazme caso, nadie que pruebe el sexo con él se quiere alejar de su polla.
—Gracias por el consejo.
Veo a uno de mi clase pasar y le llamo pidiéndole que me espere que iré con él a clase.
—¡Escúchame! —Pide haciendo un mohín con sus labios.
No pienso caer en su juego, no voy a denigrarla por un tío, me niego.
Ahora, si se pone un poco más estúpida tampoco voy a quedarme callada y esperar a que me pisoteé.
Kevin, mi compañero de clase hace algún comentario ridículo que me hace reír y le agradezco que me haya esperado. Nos separamos una vez llegamos a la clase, él se sienta con su grupo de amigos y yo busco con la mirada a Sarah, una chica de origen latino con la que me llevo bastante bien.
Me saluda en español, aunque no lo domina demasiado bien y le devuelvo el guiño con una sonrisa. No mantenemos una conversación larga ya que el profesor aparece poco después.
Atiendo todo lo que me es posible y tomo apuntes, necesito un cargador para mi portátil puesto que, no tengo el mío y a mano soy más lenta.
Soy un desastre.
Mientras explica algunas diferencias entre el español de Latinoamérica y el de España pienso en lo sucedido con esa chica, ¿por qué en cuestión de meses mi vida ha pegado tal cambio?
Por Buda, me esperaba un cambio grande: nuevo continente, alejada de mi familia y todo lo que conlleva, pero de ahí a esta locura, hay una gran diferencia.
Con Nash actúo de manera extraña, lo busco, huyo de él, me asusta, quiero conocerlo.
No quiero pensar en él y sin embargo es el único tema que ronda por mi mente desde que le conozco.
Para ser franca, no entiendo una mierda de lo que ocurre, hay algo más, algo que se escapa a mi entender, a mi raciocinio, algo más allá de lo físico —me atrevería a decir, aunque suene absurdo— e incluso de lo psicológico.
Nada me hace necesitarle con tal devoción, en cambio, lo hace.
Lo que sí tengo claro es que no se trata de un necesitar tóxico, sino de uno comparable a su cercanía, es decir, cuando me alejo de él de mala manera, tras una discusión, me duele todo, el cuerpo, el corazón, incluso la mente.
Reconozco que sus labios son adictivos y que me gustaría ir más allá de unos simples besos, pero no comprendo la necesidad de él.
Es algo inhumano, algo que se escapa de mi voluntad y que no puedo controlar. ¿Por qué? No tiene sentido, no se lo veo, no lo comprendo. Sentir algo de primeras puede ocurrir, pero tener una necesidad casi imperiosa sin haber hablado más que un par de veces…, eso no es bueno, ni lógico, ni tiene sentido. Es que no lo entiendo.
A Nash parece que le ocurre lo mismo, pero parece que no le sorprenda. A ninguno de sus amigos. Ni siquiera las chicas que parecen más comprensivas manifestaban entenderme. Es muy extraño…
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Editado: 04.05.2022