Wild life (free the animal #1)

Capítulo 11.

Capítulo 11.

22 de diciembre, 2016.

Estoy nerviosa. No me he arreglado mucho, pero tampoco voy sencilla. Una blusa y unos vaqueros de cuero negro de talle alto. Papá lleva un jersey de Tommy Hilfiger y unos vaqueros.

Nash me pasó ubicación del restaurante llamado “Fernsby’s descendants”. Otra vez ese nombre. Y, obviamente, no es un nombre elegido al azar. Tiene historia, eso es evidente. Tú no le pones a un restaurante “Los descendientes de Fernsby” sin ser una declaración de intenciones.

Es bastante elegante, los usuarios de TripAdvisor daban buenas críticas. No me esperaba esto para nada. No sé qué me esperaba exactamente cuando me dijo que era caro, pero desde luego un restaurante pijo, no.

Digo mi nombre y el camarero nos lleva hasta una mesa de 3. Nash se levanta cuando nos ve y besa mi frente para luego estrechar la mano de mi padre. Nos retiramos los abrigos y cuando vamos a hacer una de nuestras españoladas de ponerlos en la silla como si fueran un perchero, el camarero se ofrece a guardarlos. Bueno, aquí cada uno con sus jodidas costumbres, ¿no?

No se retan, el ambiente es bueno. Pero sigo nerviosa, es lógico. Él es mi padre y Nash…, pues es Nash.

No hay rastro de Elleine, imagino que, aunque sea el restaurante de sus padres no implica que trabaje ella ahí.

—Bonito sitio. —Papá rompe el hielo.

No es que estemos en un silencio incómodo, pero creo que los tres estamos adecuándonos a la situación. Nash Callegher lleva una camisa a cuadros blanca y las líneas del mismo color de sus ojos, lleva unos pantalones formalitos y que sujeta con un cinturón mientras la camisa está metida por dentro. ¡Joder, qué culo le hacen!, lleva el pelo engominado y perfectamente peinado, ¡dios santo!; su olor a lavanda es notable y me encanta, por alguna extraña razón ese olor tan característico suyo me hace sentir en paz.

—Es un buen lugar. —Nash mide sus palabras, evitando sonar brusco o muy presuntuoso. Intenta hablar despacio y pronunciando bien. Papá podía entenderle, pero tenía que hacer un esfuerzo grande puesto que, su oído no está acostumbrado a ello.

Papá me mira y en castellano me pregunta si podremos permitirnos pagar este sitio. No es que no tengamos dinero, es que ya está calculando cuánto tendrá que trabajar para recuperar el dinero. Me pongo tensa, él no lo nota, pero Nash sí. Sé que me pregunta con la mirada, porque tiene los ojos entrecerrados y se lleva la mano a la barbilla, analizando.

—Él está calculando el dinero que costará la comida de hoy.

—Señor Gonsales —Me parece tierno cómo pronuncia su apellido, bueno, ya sabemos cómo pronuncia también el mío, verás tú cuando intente pronunciar mi segundo apellido—, invita la casa.

—¿Por qué iba a pasar eso? —Bueno, él realmente está intentando hablar inglés con su acento madrileño.

Creo que Nash logra entenderle.

—Digamos que los dueños y yo compartimos lazos familiares.

—¿Qué tipos de lazos familiares? —Papá se interesa.

—Hace muchas generaciones uno de mis familiares y uno de los suyos fueron hermanos.

—¿Cuántas generaciones exactamente? —Me incumbo en la conversación porque esto realmente me llama la atención.

Elleine y él eran totalmente diferentes, mientras que ella tenía la tez algo más morena y era grandota, con una imponente figura y seriedad, él parecía más delicado, aunque demostrara que no lo era y más blanquecino de piel. Lo único que compartían a primera vista era el color de los ojos y ni eso, ella tenía un color azul oscuro e impactante, él unos ojos azules claros hipnóticos.

—Siete, creo recordar. —Nash responde sin vergüenza alguna, es más, parece que le gusta el interés que mostramos.

—Eso es prácticamente un lazo de sangre inexistente. —Frunzo el ceño.

—Para nosotros, no.

Siempre hablaba en plural cuando se refería a la gente que le rodeaba, me sorprendía bastante. No era como si hablara de diferentes puntos de vista o culturas; hablaba de una manera extraña, como si perteneciéramos a clases diferentes y no socialmente hablando.

Pedimos un vino para compartir y papá se emociona al conocer que tienen Rivera del Duero; obviamente lo propio tira mucho y encontrarse un vino de calidad español en una ciudad de Estados Unidos era algo que no íbamos a rechazar.

Río cuando brindamos.

Dejamos que sea Nash quien nos recomiende qué comer y pasamos un buen rato juntos. A veces me frustro cuando me toca hacer de traductora, pero me viene bien porque es lo que estoy estudiando.

—Y tú, muchacho, ¿a qué te dedicas? —Papá deja los cubiertos en el plato sin ningún orden de etiqueta específico y se limpia con la servilleta.

—Ahora mismo estoy centrado en tomar las riendas del negocio familiar hasta que mi hermano pequeño se gradúe y pasen a ser suyas.

—¿De la academia de baile? —colaboro en la conversación.

—Bueno, de esas ya tenemos las riendas, de todas formas, es mamá la jefa de Dance or Die.




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