Capítulo 14.
9 de enero, 2017.
Tomo mis medicinas bajo la atenta mirada de quien ahora sé que es el padre de Galel, el médico Alton Wilkinson es uno de los médicos más solicitados, especializado en enfermedades raras y estudioso de la materia. De cabello canoso y con un poco de falta de vista en su condición humana. Un hombre afable, afectuoso y sin duda con sentido del humor y sin miedo a la presencia del apellido Callegher.
—Creo que voy a darte el alta después de que te hagan un poco de efecto las pastillas, señorita. —Se le ve y nota orgulloso, es un hombre vocacional y eso se agradece.
Alguien pica a la puerta y sin levantar la vista de su libreta da permiso de entrada.
—¡Buenos días, chica histérica!, ¡buenos días, Nash! —Galel lleva un ramo de rosas blancas y se frena en seco cuando ve a su padre—. ¡Buenos días, papi!
—Buenos días, Galel. —Aunque el tono de Nash es algo duro es por su forma de hablar. Puedo intuir cuánto adora a su amigo.
Si miras con detenimiento a los Wilkinson notas el gran parecido físico de ambos. Incluso teniendo los mismos gestos cuando se concentran, pues ambos sacan un poco la lengua y se la muerden. Acabo de descubrirlo.
La diferencia es el color de pelo. Alton es canoso por todo su cabello, Galel en cambio…
—¡Galel! —exclamo—, ¿qué mierda te has hecho en el pelo?
—¡A qué es genial! —Da una vuelta en sí mismo, luciendo con orgullo el rubio platino que ahora resalta en su cabello.
Está muy contento con su nuevo estilo capilar, no me lo puedo creer. Subo uno de mis pulgares, indicando aprobación por mi parte. Si a él le gusta, pues no le voy a matar la ilusión del momento, ¿no?
—Tener hijos para esto… —Niega con la cabeza el doctor y Nash ríe ante la escena que está viviendo.
—A Amanda le gusta. —Tiene una sonrisa angelical.
—Tu hermana es otra que tal, yo no sé para qué tengo hijos si luego me vienen todo tatuados y con el pelo hecho un cristo.
Desconocía ese dato, Galel Wilkinson no era hijo único. Seguro que vivir bajo el seno de su familia era, cuanto menos, muy divertido.
—Papá —Frunce el ceño—, tú también llevas tatuajes.
—¡Pero son bonitos y con significado, no esa castaña que ahora os hacéis los jóvenes!
Alton Wilkinson intenta hablar sin pronunciar palabras malsonantes, es un profesional como la copa de un pino.
Me río en silencio, yo también tenía tatuajes, en concreto dos: uno en las costillas y otro en el tobillo. Para mí, ambos tenían un significado especial. El del tobillo era un trébol, ¿podía haber algo más cliché irlandés? No, pero es lo que hay, ¡no iba a tatuarme la cara de Niall Horan o un duende con una olla llena de oro!
El de las costillas era una estrofa de una canción de Joan Manuel Serrat (un cantautor español muy admirado y que, para mí, era arte), una canción que mi madre y yo compartíamos. Nuestra canción.
—Toma, chica histérica —Acepto las flores y las huelo—, ¿vienes a recoger a Alicia?
Quiero contestar, pero su padre se adelanta.
—¡Ni hablar! —Coloca bien sus gafas—, esta señorita necesita reposo durante una semana, aunque reciba el alta y no hay más que hablar —Me toma la temperatura—. ¿Vives sola?
—No. Con mi mejor amiga, llega hoy.
Une los puntos entendiendo que Alicia es la que llega hoy.
—¿Ella lo sabe? —Se interesa Alton.
—No. —La negativa de Galel es rápida y fuerte. Incluso se adelanta a Nash.
No quiero guardar secretos con mi mejor amiga, no cuando seguramente su chico también sea un ¿perro?, ¿es correcto llamarles así?
—Tendremos que hacernos cargo de ello… —Suspira—. Dejemos que descanse un poco —Galel pone las flores en la mesilla que hay al lado de la cama donde había estado durmiendo—. Kupfer, tú también, deja que se relaje un poco.
No puedo evitar la risilla que me nace al oír su primer nombre, es que es jodidamente horrible. No sé por qué permite que le llamen así. Me miran y bajo la mirada. ¡Pillada en plena gamberrada!
Me dejan sola y eso está bien para mí.
Desconecto cuando caigo en cuenta: llevo días sin hablar con mi madre, tampoco he dado señales de vida a mi padre y mucho menos a Alicia. Van a matarme. Y lo tendría bien merecido.
Me encuentro bastante adormilada, no sólo por la medicación, sino porque mi cuerpo y mi mente aún no asimilan todo esto. Nash Callegher es un hombre lobo, o un perro o no sé. Galel Wilkinson también. Nathan otro. Seguramente mi doctor también. No entiendo cómo del folklore y las fábulas que pasan de padres a hijos haya parte de realidad. Cómo es posible que coexistamos con ellos. No lo entiendo.
Y, ¿qué es eso del gen? Mi bisabuela Sissi también sabía sobre eso, ¿lo sabría mi madre también? Es imposible, ¿no?
No entiendo nada.
Es demasiado complicado. Nada tiene sentido, pero yo lo he visto. He visto cómo se transformaba, cómo sus huesos se expandían, cómo nacía pelo en lo que antes era piel, cómo aullaba, cómo surgía una hermosa cola blanca; en definitiva, le he visto cambiar, al completo, excepto sus ojos, su azulada mirada nunca cambia. Sigue siendo pura, hermosa, atrevida, coqueta. Sigue siendo suya.
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Editado: 04.05.2022