Wild life (free the animal #1)

Capítulo 25.

Capítulo 25.

Y en ese momento fue cuando me di cuenta de que mantener el secreto a mi mejor amiga me estaba haciendo daño.

Alicia y yo nos entendíamos, incluso con nuestras diferencias, pero nos comprendíamos a la perfección.

No me correspondía a mí hablar y contarle la realidad, pero es que no soportaba más la idea de mantener el secreto, no cuando ella estaba en este mundo en el que no tenía escapatoria y desconocía de él.

—Es una marca —Señalo mi cuerpo—. Han-han estado sucediendo cosas.

La tomo de las manos y la miro con seriedad.

—¿Una marca?, ¿qué clase de marca?

Alicia iba a desconfiar, tenía que ir con cuidado si quería, al menos, no volverla loca o que se riera en mi cara.

—De un lobo.

—¡¿Te atacó un lobo?! —Me suelta y se levanta—. ¿Has ido al hospital? ¡Deberías ir a que te viera un médico!

—Tranquila…

—¡Se puede infectar y a lo mejor puedes tener la rabia! —balbucea cosas sin sentidos mientras camina por la habitación—. Silvana González Vázquez, tienes cinco minutos para cambiarte de ropa, voy a llamar a un Uber y nos vamos a algún centro médico.

—Siéntate, por favor.

—¿Me estás escuchando?

—Sí, la que no me escucha eres tú.

—Ali…

—¡Es que nunca me escuchas cuando hablo!

Mi mirada derrocha resentimiento y palmeo la esquina de mi cama, pidiéndole que se siente.

—Me la hizo Nash. —comienzo.

—¿Nash? —Se ríe—. Tía, Nash es una persona.

—Sí —concuerdo con ella—, y también un lobo.

—Déjate de gilipolleces —Empieza a reírse como una desquiciada—. Me parece que alguien se pasó con el sexo anoche y ha conseguido un chupetón mortal.

En otra ocasión podría reírme de su chiste, pero no ahora. No cuando sabía el por qué tenía esa marca en mi cuerpo. Y no había sido por decisión propia.

Un chupetón no te atravesaba la piel ni se veía como si te hubieran pasado un rastrillo por encima.

Y desde luego, conseguí de todo menos follar.

—Sabes que no soy una persona bromista…

Ya podía haber heredado más gracia natural prototípica de los españoles y no el ser un poco rancia como los irlandeses.

Que en verdad no sabía cómo eran porque lo único de Irlanda que tenía eran mis ojos verdes y a mi bisabuela.

—Ya si es que tú y el buen humor pues muy bien no os lleváis.

—Exactamente —Frunzo el ceño—. Un momento, ¡yo sí tengo sentido del humor!

Tampoco iba a dejar que me llamara insípida.

—Bueeeeeeno —Se levanta de mi cama, Alicia Navarro es un poco un culo inquieto—. No vamos a discutir sobre eso.

—Bien, porque necesito que me tomes en serio con lo que te estoy diciendo.

Mueve un par de folios que tengo en el escritorio y se apoya en la mesa.

—Adelante.

—Me ha marcado…

—¿Qué estás insinuando?

—Pfff…

Resoplo, esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

Habría sido muy fácil decirle «Mira, Nash es un hombre lobo, Hayes también; un vampiro me atacó y para evitar que me muriera desangrada e intoxicada me tuvo que marcar lo que significa que ahora soy suya, pero como aún no hemos vuelto a follar pues el proceso no se ha completado y hasta que no se complete pues este horrible cardenal no se irá y picará muchísimo».

Y también sería idealizar su reacción pensando que diría algo como «joer, qué guay, como en las pelis y libros que vemos y leemos».

Pero no era el caso.

La realidad era diferente.

Si me ponía en el lugar de Alicia, yo también pensaría que me estaban gastando una broma.

Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, me reiría en la cara de quien me contara algo así.

Pero es que yo había vivido todo eso, mi bisabuela me lo había incluso confirmado. Y, aunque fuera una putísima locura que me hacía incluso llegar a tener algún tipo de fe cuando yo ni tenía ni dejaba de tener una, me asustaba demasiado.

—Sissi, siempre voy a creerte, si me dices que te tome en serio, te tomaré en serio, pero comprende que dude.

—Me sorprendería que no cuestionaras lo que te digo porque es para llamar a un psiquiatra y que me encierren.

No podía enfadarme con su reacción porque me parecía lo más lógico. Yo tampoco la creería.

—Algo me empuja a pensar que tienes razón… —Mira hacia la ventana y cierra los ojos por un instante, cohibiéndome el disfrutar de sus expresivos ojos chocolate—, los sueños que ambas hemos tenido, los ataques a personas… Hayes a veces habla en clave y me he llegado a plantear si pertenecía a alguna religión sectaria o parecido…




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