Wild life (free the animal #1)

Capítulo 26.

Capítulo 26.

Tomo aire y me reúno con ellos, aceptando el té que Nash lleva en la mano y ocupando el lugar más alejado que había encontrado en el sofá.

Doy un sorbo y hago una mueca al notar mi lengua algo abrasada.

Me mira y asiento.

Éramos jodidamente tóxicos el uno para el otro.

—Vamos a ver, Hayes —Nash y yo nos miramos con complicidad ante la escena. Odiaba sentirme tan a gusto a su lado—. ¡Esas son cosas que se dicen en una primera cita!

Giro la cabeza, no quería tener esos momentos con él. No eran buenos para ninguno de los dos.

Alicia tenía el flequillo más desordenado que había visto nunca, parecía una cortina que se movía de lado a lado para cumplir su función.

Camina de lado a lado, intentando asimilar la situación.

—¿En la primera cita?

Hayes intentaba hablar sereno y calmado, al contrario que su hermano, él no era capaz de templar sus palabras y autorregularse.

Era impulsivo, al igual que Nash, pero de manera diferente. A su hermano le ganaban las apariencias y por eso esperaba para explotar, iba recogiendo poco a poco la rabia para después soltártela sin ningún tipo de anestesia; a Hayes le pasaba lo contrario, por mucho que intentara no estallar, no lo conseguía, perdía la fuerza por la boca y se daba cuenta una vez que había arramblado con todo.

—Sí, obvio —aclara Alicia—, no sé, algo tipo tu edad, tu signo del zodiaco, tu nombre y tu comida favorita —habla sin ningún tipo de filtro y sin medir sus palabras, cuando estaba nerviosa o a punto de un ataque de nervios solía pasar. Y eso era un problema si le acababas de confesar un secreto—. Por ejemplo, Sissi es tauro, tiene casi veintidós años y le gusta la cerveza.

—Eso no es una comida… —interviene frunciendo el ceño Nash.

Tiene las piernas algo abiertas y los codos apoyados en sus muslos. Su postura corporal es algo encorvada hacia delante y atiende con curiosidad la conversación que están teniendo su hermano y mi mejor amiga.

—¡Qué exquisito eres! —Ali le manda callar y yo sonrío ante eso sin ningún disimulo—. Otro ejemplo, yo soy aries, también tengo casi veintidós y me gusta la lasaña.

Está visiblemente nerviosa y su llamada verborrea no ha hecho más que aparecer, sacando de quicio a los dos Callegher que estaban sentados en el sofá de nuestra casa.

Las caras de ambos eran un espectáculo digno de grabar y que desde luego me iba a quedar con las ganas de hacerlo por respeto a Alicia.

—¿Y qué pretendías que dijera? —Hayes se levanta de un salto y nos permite ver una vez más la altura que los hermanos Callegher habían heredado—. ¿Qué tengo diecinueve años y que también soy aries y qué…?

—¿También eres aries? —Alicia abre la boca en forma de sorpresa—. ¿Ves cómo tú y yo no estamos predestinados?

—¡Por la Diosa! —expresa él—. Yo te pertenezco y tú me perteneces, joder.

—¡Somos los dos aries y se te olvidó decirme en la primera cita que debía cambiar mi lealtad al Team Jacob! —Señala enfurecida por la traición que siente—. ¡Demuéstrame que Sissi tiene razón!

Uy, tierra trágame. ¿Por qué tenía que entrar yo en esta discusión?

Nash apoya su mano en mi rodilla y odio sentirme automáticamente atraída por él. Odiaba y cabreaba por partes iguales lo mucho que me afectaba un simple toque tan estúpido como ese.

Y desde luego, esa leve presión me hacía sentirme algo más segura y no soportaba eso.

Aparto de un movimiento su agarre y él lo toma como una invitación para invadir mi espacio personal, respetando que no quiera hacer contacto directo con su cuerpo, pero haciéndome imposible ignorar su presencia.

¿Acaso era tan estúpido como para no darse cuenta de que me afectaba en todos los sentidos y que en parte mi enfado hacia él era la dependencia que me había nacido?

Como si olvidar que él estaba aquí fuera una tarea fácil o como si yo misma hubiera intentado pretender que no estaba.

Vaya un descarado.

Hayes se da la vuelta, mirándome directamente a los ojos y permitiéndome ver con claridad la línea de pecas que tenía debajo de los ojos y por toda su nariz.

—De ella me encargo yo —aclara Nash—, no tiene nada que ver en esto.

—¿Cómo qué no?

—Pues como que no —Alicia le toma del codo, buscando que su no-novio le preste atención—. Es algo que tenías que haberme dicho hace tiempo.

 —¡Exactamente! —Tira de las hebras de su cabello y se suelta del agarre de mi amiga—. ¡Yo tenía que habértelo dicho!

—¡Pero no lo hacías!

Pone las manos en sus caderas y se inclina hacia atrás para conseguir verle a los ojos. Alicia era más alta que yo, de hecho, podía considerarse alta para la estatura media, pero no era enorme como los dos hermanos.

—¿Me hubieras creído?

—No sé —Se encoge de hombros, dubitativa y sonríe con cierta picardía. Oh, oh…—. Transfórmate, a ver.




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