Ellos eran la noche, eran la encarnación misma de lo que llamamos noche. Absoluta, pues nadie escapaba de su infinito manto, ni el cielo era capaz, su frialdad era incuestionable, arrancaban la carne de todo ser vivo sin miramiento, hasta en ciertos casos llegaban al canibalismo. Ellos eran llamados de muchas maneras por los habitantes de aquel sitio, la noche viviente, Batdemon, los moradores del desierto, la bestia insaciable y el chillido.
Son el depredador supremo de aquel páramo de arena, sangre, huesos y mierda de aquellas criaturas conformaban el gran desierto.
Ahora Matthew estaba frente a los miles de dientes, los cuales volaban en su dirección, agitó violentamente el hueso, golpeando a un par de ellos, pero la imparable marea arrancó pedazos de Matt, sintió como tres de esas cosas le quitaron su oreja izquierda, su saco le cubrió de muchos de los ataques, pero quedó arruinado. Se miro por un momento, veía como su ropa se manchaba de sangre, para el hombre era una imagen imposible.
—¡¿Pero que demonios?! —lanzo un alarido de dolor.
—Cuando vuelvan me dejaran muy mal herido, debo pensar en algo.
Antes que la infame manada volviera el pelirrojo amarro su saco al hueso y procedió a quemarlo en la fogata.
—Solo tengo esto, mi última oportunidad —los nervios lo dominaban, pero tenía que ser diligente o moriría.
La parvada del terror dio vuelta preparándose para devorar al pelirrojo, todo fue demasiado rápido, las criaturas rodearon al hombre, parecían haberse decidió por comerlo de una vez por todas, atacaron, el hombre blandió el hueso en llamas contra la horda, los chillidos de las deformes criaturas eran capaces de escucharse, muchos de ellos se quemaron, pero otros evadieron las llamas y tomaron partes de él, su mano derecha perdió el dedo meñique y casi pierde su otro dedo, sus brazos tenían las marcas de esos fieros dientes.
—¡Debo alejarme! No importa cuántos ardan ellos continuarán — tomando el hueso con fuego se alejaba con la guardia en alto.
Se topó con el muro de criaturas, su límite, tendría que abrirse camino por entre ellos antes de que estos lo devoren, la espiral formada por los seres alados se volvía más pequeña, el tiempo se agotaba, con miedo pero armado con una gran voluntad de vivir penetra el camino de los horrores, las grotescas criaturas chocan contra Matthew, varias embestidas casi logran tumbar al pelirrojo, sabía que si caía sería comido por las bestias.
—¡Vamos! ¡Solo un poco más!
Uno de esos seres chocó contra su rostro, en su desesperación la bestia intento aferrarse a la cara de Matthew, sus garras dañaron su ojo izquierdo, en su dolor sujeto a la criatura con su demacrada mano tirándola al piso, donde varios pisotones le quitarían la vida.
—¡Maldición! ¡Mi ojo! — exclamaba al darse cuenta de la pérdida de la vista de aquel ojo.
Matthew agitaba con violencia y saña el hueso en llamas, procurando quemar la mayor cantidad de esas cosas hambrientas, la noche siguió al igual que los moradores del desierto, ellos no daban tregua alguna al pelirrojo, el seguía alejándose y espantando a las innumerables criaturas contacto su improvisada antorcha, la adrenalina le ayudo a mantenerse en su postura defensiva, pues ya su cuerpo había llegado a su límite hace bastante tiempo atrás, sus brazos le rogaban parar, pero el se negaba a escuchar, sus tambaleantes y ensangrentadas piernas le imploraban descansar, pero se negaba a hacer caso, sus heridas aquejaban en cada movimiento dado, la sangre estaba bien marcada en sus ropas rotas, escuchaba los chillidos y el no paraba de andar agitando su antorcha, el amanecer llegó Matthew seguía avanzando llenó de heridas, su rostro tenia varias mordidas y rasguños, su traje quedó totalmente arruinado, el pelirrojo se desplomó en la arena.
—Quiero volver a casa… —fue su último pensamiento antes de perder el conocimiento.
Abrió los ojos para darse cuenta que estaba nuevamente en la ciudad, estaba nuevamente en Nueva Brecha, una estúpida sonrisa brotó de su rostro.
—¡Si! ¡He vuelto! ¡He vuelto a casa! —reía con lágrimas.
—¡No sé como lo hice pero estoy nuevamente aquí! —se levantó sin tener un solo rasguño en su ropa, sus dedos estaban todos en su lugar, al igual que sus dos orejas, incluso su ojo izquierdo.
—¡Es un alivio! ¡Fue solo una pesadilla! Una horrible pesadilla —miro detrás suyo notando el anuncio y una mancha de sangre en el borde.
—Debí golpearme —se decía con calma.
Un presencia llamo su atención, era el vagabundo con el que se había topado hace un rato.
—¿Qué haces aquí?
—Yo debería preguntarte eso —respondió el vago, Matthew sentía un extraña sensación viniendo de él.
—Tu ya no perteneces aquí —sus palabras atemorizaron a al pelirrojo.
De pronto todo se sintió tan irreal, el suelo que pisaba, los edificios alrededor suyo, el cartel detrás, el extraño vagabundo y hasta el mismo.
—Mejor despierta, por que tu tiempo se agota —el vago levanta su cara, siendo Matthew capaz de ver sus cuencas vacías.
El hombre despierta, el sol estaba a todo lo que daba, seguía en el desierto, sus labios estaban muy secos, su cuerpo gritaba de dolor.
—Debo salir… de este infierno… —con ayuda del hueso se puso de pie y continuó su marcha.
Su mente comenzaba a jugarle malas pasadas, le mostraba oasis delante de él, primeramente Matthew se lanzó a las aguas, pero solo chocaba con la aspera arena, la desesperación por el agua era atroz.
—¿Cuánto más? ¿Cuatro más debo seguir? —pronto una idea cruzó su mente, la cual hizo decaer al hombre.
—¿Y si he estado caminando en dirección contraria? Si en lugar de acercarme al agua yo me he estado alejando — se dejó vencer por la terrible idea.
Su cuerpo se tambaleaba mientras podía ver a unos metros un pueblo.
—Seguro que es solo otro espejismo… yo ya no puedo más… — cayo rendido sin fuerzas o voluntad para seguir.