Las ramas de los arboles se sacudían como si un vendaval los sacudiera, el viento parecía gritar con desesperación, incluso se sentía áspero como en el mar negro, Marloc lo resentía en su piel aún humana, ante el pánico golpeo la mano que lo mantenía cautivó con su brazo verde, la mano no tardó en retirarse, retrocedió y los hermanos fueron a él, intentando sentirse seguros, el hombre los uso para levantarse, los pequeños tenían razón, no podían descansar en el bosque carmesí.
—¡Vayan a la carreta rápido! — vocifero desesperado al sentir el peligro en carne propia.
Sin tener que repetir la orden ellos fueron a la carreta, mientras él iba por las bestias, apenas llegó al árbol donde los tenía amarrados notó como de un tronco brotaba una figura roja de cuernos de cabra y una estatura de casi dos metros, la noche le impedía verlo con claridad, pero suponía que era el Sátiro, el dueño de todo el bosque.
—Esta lo suficientemente lejos para poder llevarme a estás cosas — suponía al liberar a sus bestias.
La calma fue poca pues de los arboles cercanos comenzaban a salir el mismo sátiro, eran cuatro, todos ellos parecían tener la piel hecha de la misma madera roja de la que salieron, Marloc acaricio el mango del arma.
—No quiero volver a usarla, pero no creo tener opcion — desenfundo su espada preparándose para abrirse camino.
¡El Precio! ¡El precio de sus vidas!
Se escuchaba la omnipotente voz exigiendo lo suyo, no parecía existir algún trato para su supervivencia, jalo con fuerzas a las bestias, quienes se mostraban reacios a ir por entre los nada amigables seres, sintiéndose acorralado monto a una de las bestias.
—Puedo huir, puedo dejar a atrás a esos dos, me darán tiempo suficiente — pensó maliciosamente — yo no les debo nada, ellos en cambio pagarán su deuda conmigo, si.
Tentado por semejante idea, hizo dar la vuelta para escapar, miro atrás por última vez, esperando ver las caras temerosas y desesperadas de esos niños, sin embargos no fue lo encontrado, los pequeños lo entendían, ellos ya sabían lo que él haría antes de pensarlo, las fascinantes seres fueron por los niños olvidados.
—¿Por qué? ¿Por qué si lo sabían ellos..? — Marloc se sentía devastado, estaba preparado para lidiar con el odio, pero no con esto, las bestias avanzaron dejando atrás a los niños.
—Basta de tonterías, ellos tenían esa simple utilidad, no me vengas mostrando esa faceta patética, eso que sientes es débil.. — sonaba en su mente la voz de Matthew, la cual fue callada.
—¡No! ¡No me vengas con eso de la debilidad! — bramaba Marloc negándose a escucharlo — ellos son de aquí, de este mundo carcomido y olvidado, son seres que han sufrido como yo.. y solo hablé de mi.. de mi debilidad — reconoció el hombre observando su mano verde — ellos han demostrado ser mejores personas, no se abandonaron y mucho menos dejan a alguien indefenso a su suerte.
Matthew hizo silencio por un breve instante.
—Si lo que dices es verdad, sálvalos — le pedía su versión torturada — ellos pueden ser nuestra luz. Yo solo soy un remedo de persona, un ser patético y triste, trae la calidez a nosotros.
Galopando a toda marcha iba un decidido hombre, dispuesto a entregar todo de si mismo por los niños, tirando de la correa con su brazo humano a la criatura que montaba y la otra con su brazo monstruoso jalaba al otro. Los sátiros de madera se conglomeraron alrededor de la carreta, Gilp y Rapan se defendían con sus pequeñas garras, únicamente causando rasguños a los seres de madera.
—¡Es inútil! — vocifero Rapan frustrado.
—No, nosotros ya le dimos el tiempo necesario para huir al señor Bell — le corregía sin mejorar nada realmente, pero una sonrisa llenó sus rostros.
Los arboles parecían juntarse, interponiéndose en el camino del humano, las pequeñas ramas arañaban el rostro del jinete, incluso las grandes ramas se balanceaban contra el hombre en un intento de tumbarlo de la bestia.
—¡¿Qué demonios pasa con este lugar?! ¡¿Acaso tiene conciencia propia?! — se cuestionaba al esquivar más arboles danzantes.
Las raíces salían de la tierra para golpear a los intrusos, Marloc casi es derribado ante el primer latigazo recibido por un árbol, apenas recuperó el equilibrio antes de caer de espaldas, pero los golpes continuaron lloviendo sobre el, no podía bloquearlos sin perder a una de las bestias y sabía que no podía perder ninguna si quería salvar a los dos infantes, un puerta golpe de una gran rama impacto contra la frente de humana de Bell, escurriendo la sangre sobre su único ojo normal, ahora valiéndose por su ojo rojo otorgado tras las muertes en la villa.
—¡Esto no me detendrá! ¡Venceré a este maldito bosque! — dejo pasar la correa de la bestia a su brazo, teniendo libre su mano monstruosa.
Viéndose obligado a tomar una ruta más larga para regresar por los niños, ya los arboles bloquearon su camino original, las bestias saltaban las raíces ascendentes, Marloc sujetaba las ramas, secándolas en el acto, lo mismo ocurría con las raíces que intentaban azotar al jinete, un solo desliz de su brazo sobre estás y acababan muertas.
—No entiendo lo que hace mi brazo con precisión, pero esto me ayuda a llegar con ellos — se sintió un poco más aliviado, aún desconociendo su nuevo cuerpo.
¡El pago está hecho! ¡Aléjate de aquí!
Una siniestra voz llenó el bosque con su profunda y escalofriante tono, las campanas sonaron en la mente de Marloc indicando una amenaza fatal.
—¡No importa que tan peligroso sea, yo los salvaré! — en su pecho ardía su resolución.
Los sátiros aparecieron ante el jinete, al igual que su carreta, pero tenía un mal presentimiento, al poner mayor atención en las manos de madera pudo notar sangre en ellas, la desesperación lo domino, perdiendo todo control y sensatez restante.
—¡NO! ¡NO TE ATREVISTE! — bramaba en un torbellino emocional llenó de irá y resentimiento.
Los seres de madera procedieron a rodearlo, ansiosos por tenerlo consigo, sin siquiera pensarlo puso su mano verde sobre la cabeza de una de sus bestias, plantándose en ellos un pequeño parásito, lo mismo hizo con la otra.