—Será entonces cuando oleréis una fragancia única y...
No me importa absolutamente nada lo que el profesor explica. No soy una loba. No tengo por qué saber algo que no me sirve. Es por esto que dejo de atender a su explicación de las almas gemelas, el amor eterno y el destino; y río de las muecas que Collins lleva haciendo desde que alguien mencionó la fidelidad a su pareja. Por alguna razón, él y Kate estallaron en carcajadas. Él sin vergüenza alguna y Kate algo más tímida. Sigo sin entender que tiene de gracioso, pero como Collins está loco y Kate es algo rara, lo dejo pasar.
Son lo más cercano que he tenido nunca a unos verdaderos amigos y sí, parecen deficientes mentales. La verdad es que no me quejo. Sus estupideces me hacen reír y olvidar todo, aunque sea por tan sólo unos minutos al día.
Ha pasado una semana desde mi pequeña rebelión y el Instituto aún sigue conmocionado. Muchas de las supuestas amigas de Amber se disculparon por su comportamiento. Estas han dejado el antes poderoso grupo y ahora se relacionan como estudiantes normales y con propia personalidad. Otras, en cambio, siguen expresando su odio hacia a mí sin ningún tapujo.
Esta misma mañana, al abrir mi taquilla, cientos de hojas blancas de papel con insultos escritos en ellas cayeron a mis pies. Al ser en un cambio de clase, nadie más que yo se encontraba en el pasillo, por lo que pude librarme de los papeles y eludir cualquier tipo de interrogatorio. También debo admitir que he recibido alguna que otra amenaza. Nada grave, pero aún así amenazas. Estas suelen darse cuando llego, voy al baño o busco a alguno de mis recientes amigos. Es por esto que siempre intento ir acompañada. Ya sea por Kate, Collins, Leah o alguno de los de la casa. No es nada grave, no. Pero mejor prevenir que curar.
El timbre suena y el profesor da por finalizada la clase. Es viernes y he decidido conocer un poco más el territorio. He pensado en ir a correr por la tarde y luego conocer el pueblo. Esta última idea ha sido de Kate, quien ha insistido tanto que he tenido que aceptar.
Ella ha resultado ser más agradable y abierta de lo que en un principio me pareció. Es decir, la primera vez que la vi estaba casi temblando. Ella, una mujer lobo asustada de mí. Es verdad que puedo perfectamente vencer a más del noventa por ciento de los integrantes de la manada, pero ellos no saben que he sido una cazadora, así que no sé por qué Kate era tan tímida al principio.
Cuando nos conocimos comentó el mal trato que recibía por parte de Amber y su séquito de estúpidas amigas. ¿Será por ellas por lo que es tan tímida y miedosa? Niego con la cabeza y remuevo mis pensamientos hasta encontrarme con el presente. Un presente en el que Collins agita los brazos efusivamente para lograr captar mi atención. Me acerco hasta él y su coche plateado y alzo una de mis oscuras cejas a la vez que señalo su matrícula.
—¿Dios del sexo? —vuelvo a leer y no puedo evitar reír.
Collins se lleva una mano al pecho ofendido y limpia una lágrima imaginaria.
—Me duele que te rías de un asunto tan serio. Es una gran responsabilidad. Aunque para grande...
Impulso mi mano hacia adelante y tapo su boca antes de que diga alguna barbaridad. No es un secreto que los hombres lobo tienen una gran audición y creo que me moriría de vergüenza si alguien me oyera hablando de cómo la tiene Collins.
—Eres adorable sonrojada, enana —dice acariciando mis mejillas.
Quito sus grandes manos de mi rostro y bufo.
—¿Qué querías?
Él pestañea y me mira desconcertado unos segundos antes de contestar.
—Sam y Luke no pueden llevarte a casa y me han pedido que yo lo haga—responde tranquilo.
Después, camina hasta la puerta del copiloto; la abre; y realiza una ridícula reverencia que consigue que una leve risa escape por mis labios. Entro en el coche y espero a que Collins haga lo mismo. Una vez dentro, arranca el vehículo y enciende la radio.
El viaje transcurre entre risas y notas desafinadas. ¿Puede haber un peor cantante que Collins? Lo peor de todo esto es que el coche es un descapotable y todo el mundo nos oye cantar. Parecen estar acostumbrados ya que cuando atravesamos el pueblo muchos sonríen y saludan.
—¡Mamma mia, here I go again
My my, how can I resist you!
Cantamos Collins y yo a la vez que llegamos a la mansión. La puerta de esta se abre y mis padres asoman divertidos junto con un hombre que no logro reconocer. Algunos de los chicos se encuentran en el jardín jugando con el balón mientras nos acompañan cantando.
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Editado: 16.05.2018