La gran habitación de oscuras y varoniles paredes nunca antes me pareció tan misteriosa. La tensión vuela en el aire y la incertidumbre rodea mi garganta con sus manos en un intento de asfixiar mis palabras. El tablero blanco, donde una vez los chicos apuntaron sus victorias en la cama, ahora acoge un detallado dibujo del territorio, en concreto, sobre la parcela privada del rey: el Palacio Real.
Un laberinto de pasillos largos y puertas secretas forman la casa en donde Hunter se crió y a tantos criminales se condenó. Es una mansión grade, mucho más que la de la manada Bronce. Por eso, mientras Hunter y Seth dibujan con detalle lo que debió haber sido su hogar, los demás intentamos memorizar los posibles caminos que podríamos tomar para llevar a cabo nuestro cometido:
Matar al Rey.
Aquellas imágenes que vi durante mi pelea con Collins no fueron una simple mala jugada de mi imaginación, sino el recuerdo de aquel halo invisible de la realidad, del pasado.
Cuando llegamos a la mansión Bronce, hice llamar a todos los chicos para explicarles lo ocurrido. Como temía, la muerte del padre de Collins fue un asesinato no sólo a sangre fría, sino también meticulosamente premeditado. El rubio explicó sin tapujos las grandes discusiones que tuvo el escuadrón de la guardia al que pertenecía su padre con el rey, quien había decidido eliminar parte de la seguridad de la zona Lyon. Enfurecidos por tal absurda decisión, los soldados se manifestaron alegando que aquella era la zona que más desprotegida estaba desde el gran ataque de los cazadores años atrás.
-El rey acabó con todos los que intentaron cambiar el rumbo de la situación- dice Collins en un suspiro- Mató a mi padre y a todos sus compañeros, pero lo peor de todo, es que hizo un trato con Ankar.
-Sospechamos que Ankar le prometió a Röml dejar de atacar si le permitía el acceso a Lyon- añade Seth con un tono de voz frío y distante- Pero algo no salió bien. Ankar quemó el bosque entero de Lyon y con él, a cientos de habitantes.
Las piezas empiezan a encajar y asiento convencida por la teoría que el mismísimo hijo del rey expone ante nosotros. Los chicos no parecen demasiado sorprendidos. Muchos de ellos dejan ver su malestar con el Gobierno y dan más razones por las cuales el rey podría haber conspirando contra lo que tendría que haber sido su tesoro más preciado.
Todos comenzamos a pensar la forma en la que podemos acabar con el tirano. Al principio, creemos en destronarlo y enterrarlo hasta que confiese sus crímenes, pero Hunter asegura que su poder es mucho mayor al nuestro, por lo que descartamos esta idea. Solo queda una salida, y esta es acabar de una vez por todas con él, matando al Rey.
Podríamos verter veneno en su bebida, asfixiarlo con su propia almohada mientras duerme o incluso apuñalarlo sin compasión; pero lo único efectivo parece ser un disparo, una bala de plata y un buen plan de fuga por si se complica.
Sigo sin entender el odio irracional que Hunter siente hacia su padre y decido preguntar después de la reunión. Tampoco soy capaz de comprender la fé ciega que Seth deposita en él, es cierto que son hermanos, pero ¿no debería el mayor cuidar del pequeño?
Todo es confuso y me siento mareada cuando los chicos se retiran y Hunter entrelaza nuestras manos. Caminamos en silencio hasta salir de la casa y adentrarnos en el bosque invernal que nos rodea.
-Hunter, creo que estamos exagerando. No podemos matar a un hombre sin saber si es cierto lo que Collins dice.
Mi dedos acarician con suavidad su mandíbula y noto sus músculos tensarse. Una nueva mezcla de ira, ternura y dolor baila libre en el verde de sus ojos cuando de manera rápida e inesperada me empuja contra el tronco de uno de los árboles y pega su cuerpo al mío.
Su cabeza desciende hasta mi cuello para besar con ferocidad mi piel. Un gemido ronco e involuntario escapa por mis labios cuando su lengua se arrastra lentamente sobre su marca.
-Eres mía- asiento sin entender a dónde quiere llegar.
Sus manos rodean mi cintura cuando sus ojos dan con mi mirada.
-Soy tuyo- vuelve a hablar- todo lo tuyo es mío, y todo lo mío es tuyo. Tu dolor es el mío, Ares, pero no puedo permitir que conozcas el miedo y la agonía que guardo en mi interior.
Suspira pesadamente y besa con ternura mi nariz antes de que su boca dibuje una sonrisa triste y cansada.
-Puedo soportarlo, Hunter- insisto y el niega- ¿Por qué?
Sus hombros caen y con ellos mi esperanza por conocer lo que siente en realidad.
-Porque no quiero que nada más pese sobre tus hombros. Porque no voy a destruir algo tan perfecto como lo eres tú.
Y antes de que pueda discutir, junta sus labios con los míos. Algo en mi interior se sacude. Siento la necesidad de protegerlo de todos, pero sé que no puedo y nunca podré. Atraigo su cuerpo más cerca del mío y lo beso como si fuera la última vez.
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Editado: 16.05.2018