— Hoy recibimos una triste noticia desde el corazón del reino. Nuestro amado líder, el rey Röml falleció la pasada madrugada. Las primeras investigaciones señalan como posible causa una infección provocada por plata que parece que contrajo en la última de sus batallas — el locutor de la emisora de radio explica con un melancólico tono de voz mal fingido las causas de la muerte del rey.
Tras el derrumbamiento de las barreras emocionales de Hunter, volvimos a Bronze, donde minuciosamente ensayamos las respuestas y coartadas que deberíamos dar en el caso de que las fuerzas de seguridad interrogaran a alguno de nosotros. Fueron largas las horas que empleamos en que todo cuadrase perfectamente en la línea de tiempo, pero fueron aún más pesados los minutos que desperdicié sin estar junto a quien más me necesitaba y necesita. Es cierto que Hunter no les demostró a los demás el desgarrador dolor que oprimía su pecho, pero yo podía verlo cada vez que sus ojos huían de mi mirada.
Y ahora, que todos visten de negro y alzan el emblema familiar junto con la bandera, no logro hallar rastro alguno de tristeza o pérdida. Su "amado líder" ha muerto, pero en su funeral nadie derrama ni una lágrima solitaria por él. Su esposa, y actual reina, tampoco parece muy afectada mientras revisa el brillante esmalte de sus uñas en un gesto de impaciencia. A ambos lados de mi cuerpo, rodeándome, se encuentran los dos hermanos. El castaño luce serio cuando aplaude sin ánimo al pequeño coro de mujeres que ha interpretado una canción en honor al rey fallecido, mientras que el menor de ellos rodea mi cintura con firmeza y me atrae cada vez más hasta su cuerpo.
Sé que Seth, aunque es el mayor de los hermanos y el que posee mayor pureza sanguínea, no es el heredero al trono. Hunter es el futuro líder del territorio de los aulladores, y eso significa que yo soy la próxima reina. Muy a mi pesar, sobre mis hombros no solo se encuentra la grandísima responsabilidad que esto supone, sino que, además, debo asumir el mandato de la manada Bronze. Sorprendentemente, no han sido Rafael y Martha quienes han propuesto su destitución, sino todos aquellos que viven lejos de los grandes muros de la mansión. Rafael, ha insistido en que no debo preocuparme, pero es difícil no hacerlo cuando debes administrar un buen destino a cientos de hombres lobo sin saber qué se siente al ser como ellos.
—Nos vamos—ordena Hunter una vez finalizado el ostentoso funeral.
Yo asiento e intento seguir el acelerado ritmo que marcan sus pies. Su mano sigue fuertemente aferrada a mi muñeca cuando comienza a caminar más rápido y a grandes zancadas. Por suerte, el coche no está demasiado lejos, por lo que mis piernas no sufren mucho más. Después, subimos al vehículo y, antes de que pueda abrocharme el cinturón, el chófer arranca y acelera con gran velocidad. Mientras yo lucho por no marearme, Hunter me mira serio y se cruza de brazos esperando a que termine.
—Pararemos en la frontera en la frontera que separa Bronze de Silver. Allí estará Trevor esperando en la tercera cabina de teléfono de la Avenida General. Es una calle muy transitada, por lo que no quiero que me desobedezcas en esto, ¿entendido?—pregunta y yo asiento—. Te bajarás del colche e irás con Trevor. Harás todo lo que él te diga, sin rechistar.
Frunzo el ceño con confusión y pregunto:
—¿Por qué? ¿No vienes conmigo? Necesito que me digas qué está ocurriendo, Hunter.
Él suspira pesadamente hasta descansar su cabeza en el respaldo del asiento forrado en elegante cuero negro.
—No puedo acompañarte, no es seguro para ninguno de los dos. Cómo bien sabrás, existe un grupo de fanáticos que se opone a mi coronación, la cual no se puede dar si no tengo pareja. Hemos recibido serias amenazas que te afectan a ti, pero lo más preocupante es que una de ellas no parece pertenecer a uno de estos extremistas.
Hago un gesto con la mano para que se detenga. Imagino que la grave amenazada viene directamente de aquel quiere acabar conmigo: Ankar. Llevo los dedos hasta el puente de mi nariz, donde ejerzo una suave presión que es capaz de calmar los nervios que se filtran por cada poro de mi pálida piel. No puedo hacer nada que logre convencerlo para cambiar el plan. Y, aunque hiera mi orgullo, debo admitir que es lo mejor para los dos.
El resto del trayecto lo empleo en comparar cómo poco a poco la vegetación se vuelve más fría e invernal conforme nos acercamos a Silver. No puedo evitar recordar mi última y única visita a este lugar donde la nieve nunca muere y el atardecer siempre permanece. Fueron varios los días en los que caminé hasta encontrar el paisaje que tanto ansié. Una sonrisa tonta se dibuja en mi boca al pensar en el suave, delicado y frío tacto de los copos de nieve cayendo sobre las pequeñas pecas de mi nariz; las grandes bolas de nieve impactando contra mi cuerpo cuando Aaron inició aquel pequeño juego... Aaron, aquel chico que me brindó tanta hospitalidad sin ni siquiera conocerme. Quizás pueda convencer a Trevor y visitarlo. Al fin y al cabo, me ayudó cuando todo había sido quebrado por la verdad que me fue negada.
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Editado: 16.05.2018