Amistad entre un chico y una loba
El sol comenzaba a salir lentamente, dando inicio a un nuevo día. La ciudad estaba bastante tranquila y habían algunos charcos pequeños debido a la lluvia de la tarde anterior. Por los callejones, habían algunos perros callejeros en busca de comida. Entre ellos estaba una perrita mestiza de pelaje color crema, esta buscaba en los basureros de los restaurantes algo en buen estado para poder comerlo.
—A ver, ¿habrá algo delicioso por aquí? —se preguntaba mientras olfateaba cada rincón del basurero—. No, nada —dijo para luego caminar hacia otro basurero, pero un olor llamó su atención haciéndola desviarse de su camino. Su sentido del olfato era excelente e incluso podía percibir olores a varios metros de distancia—. Este olor, podría ser... —Avanzó a un paso más rápido. Mientras más se acercaba el aroma se volvía más fuerte. Finalmente llegó al lugar de donde venía aquel olor—. Sangre de lobo... —susurró para sí misma mientras olfateaba las pequeñas manchas rojas que estaban en un charco de agua, luego corrió rápidamente siguiendo el rastro del lobo.
Makoto aún estaba en la cama del chico que la había rescatado. El chico ya estaba despierto y había decidido aprovechar de acariciar el suave pelaje de la lobita mientras esta dormía, pero cuando la cachorra despertó y vio a aquel humano acariciándola, se sobresaltó y dio un gruñido. El jóven se levantó y sacó algo del bolsillo de su pantalón, era un trozo de carne seca. En el instante en que Makoto lo notó, dejó de gruñir y se sentó sin apartar su mirada de la carne.
—Parece que la quieres. —El chico sonrió—. Come —dijo extendiendo su brazo hacia Makoto y abriendo su mano dejándo ver la carne.
La cachorra se acercó y comió el pedazo de carne que estaba en la palma de la mano del chico. Al terminar relamió su hocico, le encantaba ese sabor, tanto que comenzó a lamer la mano del chico. Cuando el joven se sentó en la cama, la cachorra se acostó en sus piernas, su desconfianza comenzaba a desaparecer, después de todo, Makoto comprendió que aquel chico humano no era una amenaza y podía confiar en él.
—¡Takumi! —gritó alguien mientras tocaba la puerta de la casa.
El adolescente al escuchar su nombre se levantó de la cama, dejó a la cachorra en el suelo y corrió a abrirle la puerta a su amigo. Cuando Makoto vio al chico alejarse lo siguió. En el momento en que notó que Takumi había abierto la puerta, empezó a correr a gran velocidad y salió de la casa sin darle tiempo al chico de atraparla.
—¡Hey, regresa! —Takumi gritaba, pero Makoto no lo escuchaba—. ¡Vuelve aquí!
Mientras Makoto corría sentía un dolor en su pata, la cual seguía vendada, pero eso no le impedía seguir corriendo.
—¡Al fin podré regresar al bosque! —exclamó alegremente.
—¡Hey! —exclamó una extraña para llamar la atención de la cachorra, pero Makoto no la escuchó. Corría tan rápido que terminó chocando con ella.
—¡Oh! Ten más cuidado pequeña —dijo una perra mientras acariciaba con una de sus patas delanteras la cabeza de la cachorra.
Makoto levantó su cabeza.
—P...perdón —agachó sus orejas.
—No te preocupes —respondió con una sonrisa—. ¿No te hiciste daño?
La cachorra negó con la cabeza. Luego se levantó y empezó a sacudir su pelaje.
—¿No eres de esta ciudad, cierto? ¿Vienes del bosque? —preguntó la perra mientras observaba a la lobita, su mirada mostraba emoción y sus ojos parecían brillar.
—S...si —respondió mostrándose un poco asustada.
—Oh... por favor perdóname, debí haberme presentado primero —dijo mientras soltaba una pequeña risa—. Mi nombre es Jess, ¿y tú como te llamas?
—Mi nombre es Makoto —dijo con una leve sonrisa.
—Lindo nombre —dijo al mismo tiempo que olfateaba la cabeza de la cachorra—. Tu olor... me recuerda a él.
Makoto ladeó la cabeza en señal de confusión.
La mirada de Jess parecía algo nostálgica. Al ver a la cachorra suspiró y mostró una dulce sonrisa.
—Olvida lo que dije, mejor cuéntame cómo llegaste a la ciudad.
—Pues... —Makoto intentó recordar—. Creo que tuve una caída y cuando desperté estaba aquí.
—Ya veo. —Jess miró la venda que Makoto llevaba en su pata—. ¿Eso te lo puso un humano, cierto?
—Si —dijo antes de caer en el suelo. Desde que huyó de la casa de Takumi su pata le dolía, ya no podía soportar el dolor.
—¿Estás bien? —preguntó preocupada—. Tienes que regresar con ese humano. —Con delicadeza tomó a Makoto y la subió en su espalda, luego comenzó a correr siguiendo el rastro que la cachorra había dejado.
Editado: 12.05.2019