Los perros de la ciudad
Makoto despertó sobresaltada y lo primero que hizo fue buscar a su madre con la mirada, pero luego se dio cuenta de que ella no estaba.
—Solo fue un sueño —susurró un poco deprimida. Al levantarse estiró sus patas, dejando en el suelo la cobija que Takumi le había puesto encima. Su pata iba mejorando poco a poco, pronto podría volver a su hogar—. ¿Dónde estará el humano? —se preguntó para luego caminar hasta el cuarto de Takumi, probablemente seguía allí durmiendo. La puerta de la habitación estaba abierta así que la cachorra entró sin problema. Takumi aun dormía. Makoto se subió sobre él y mordió su nariz—. ¡Tengo hambre! —exclamó, aún sabiendo que no le entendería.
Takumi despertó y se quejó por el dolor que sentía en su nariz.
—¡Makoto, no me muerdas! —exclamó quitándose a la cachorra de encima. Luego se acomodó nuevamente para continuar su siesta.
—¿Todos los humanos duermen tanto? —ladeó su cabeza y salió de la habitación—. Voy a buscar comida por mi propia cuenta —dijo mientras se dirigía hacia la cocina. Cuando llegó miró para todas partes hasta localizar un plato con albóndigas. Subió con cuidado hasta la mesa donde se encontraba el plato, la cual no era muy alta, pero cuando intentó tomar una albóndiga con la boca notó que el plato estaba cubierto por una especie de plástico. La cachorra empezó a gruñir y golpear el plástico para poder quitarlo, mientras sin querer tiraba las demás cosas que se encontraban sobre la mesa. De pronto un fuerte ruido hizo que su pelaje se erizara, una ventana se había roto tras recibir varios golpes de los objetos que Makoto tiraba.
—¡Makoto! —gritó el chico desde su cuarto.
La cachorra se puso nerviosa al escuchar a Takumi y sin pensarlo saltó por la ventana rota, ya que el hueco era más grande que ella, y se fue corriendo.
—Tengo que irme antes de que se de cuenta de lo que hice.
—¿Escapando de la casa otra vez, pequeña? —Makoto se detuvo al escuchar aquella voz.
—¿Jess? —Miró hacia atrás. Si era ella, estaba parada justo detrás de Makoto.
Jess se acercó más a Makoto con una mirada seria, también se le veía un poco molesta. Cuando estuvo lo suficientemente cerca tocó la pata vendada de Makoto con su hocico, provocando que la cachorra soltara un pequeño gemido de dolor.
—Lo sabía, has estado haciendo mucho esfuerzo con esa pata. Si no te cuidas tu herida no terminará de sanar.
—Pero hice lo que me dijiste, estuve en la casa del chico que me rescató.
—Eso no es suficiente —suspiró—. También debes descansar más y evitar hacer cosas que te puedan lastimar, como el salto de hace un momento.
—No me gusta estar tanto tiempo sin hacer nada —dijo la cachorra con los ojos levemente llorosos—. ¡Me aburriré!
—Tranquila, solo debes descansar unos pocos días y verás que esa herida desaparecerá completamente —dijo sonriente.
Justo cuando Makoto iba a responder, Jess descubrió la presencia de otro canino gracias a su fino olfato.
—Cambio de planes, te llevaré al bosque ahora mismo. —Tomó a la cachorra.
—¿Por qué cambias de opinión tan de repente? —preguntó alzando levemente una ceja.
—E...extrañas a tu manada, ¿ve...verdad? —tartamudeó—. Mientras más rápido te encuentres con ellos mejor.
—Bien, pero puedo caminar sola —dijo mientras se zafaba de su agarre.
Jess miró a la cachorra y soltó un leve suspiro.
—Ten mucho cuidado con esa pata, si te cansas me avisas —dijo para luego encaminarse en dirección al bosque, seguida por la lobezna.
Durante su caminata, Makoto se sintió vigilada. De vez en cuando se podían escuchar pasos cerca de ellas.
—¿No sientes como si nos estuvieran siguiendo? —preguntó la cachorra.
No hubo respuesta de parte de Jess, ella solamente continuó caminando acelerando un poco más el paso. La cachorra frunció levemente el seño y dejó de caminar.
—Me estás ocultando algo, ¿no es así?
La perra se detuvo y miró a la cachorra.
—Por supuesto que no —dijo con una sonrisa.
—¡Hey, pero si es mi vieja amiga! —exclamó un perro corriendo hacia ellas. Este era más grande que Jess y tenía un pelaje más o menos largo de color negro. Se detuvo al quedar frente a las dos hembras.
—¿Lo conoces? —preguntó la cachorra.
—Si... —respondió Jess para luego mirar al perro que acababa de llegar—. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablamos, ¿no, Lanto? —rió un poco.
—Así es —respondio este con una leve sonrisa—. ¿Quién es tu nueva amiga? —preguntó acercándose a la pequeña loba.
Editado: 12.05.2019