¿Lobos peligrosos en la ciudad?
Makoto reaccionó mordiendo con fuerza una de las patas de Tanya. La mordida provocó que Tanya quitara sus patas del cuello de la cachorra, dejando que esta pudiera levantarse. De inmediato, un Pitbull y un Rottweiler se acercaron. El Pitbull se colocó frente a Tanya, evitando que esta avanzara hacia la cachorra, mientras que el otro perro se paró al lado de la lobita para protegerla en caso de que la perra volviera a atacar.
—¿El cachorro que viste era exactamente igual a mi? —preguntó Tanya, un poco más calmada.
—S...si. Tenía su mismo color de pelaje —respondió la lobezna, todavía estaba nerviosa por lo que acababa de suceder.
Tanya suspiró y bajó la mirada.
—En la madrugada... él estaba muerto.
Makoto se sorprendió al escuchar esas palabras.
—Fue asesinado por lobos —agregó levantando su mirada y dirigiéndola hacia Makoto. La miraba con ojos llenos de rabia, como si la estuviese culpando por la muerte de su hijo.
—¡No es verdad, un lobo no sería capaz de matar a un cachorro inocente! —exclamó intentando defender a su especie. Sin embargo, la silueta de lobo que contempló en la noche confirmaba lo que Tanya decía.
—¡Estoy segura de que fueron ellos! —dijo sacando sus garras y gruñendo. Estaba a punto de saltar hacia Makoto pero el Pitbull la detuvo.
La cachorra dio un paso hacia atrás.
—Tal vez... tal vez el cachorro que viste en la madrugada no era tu hijo.
Tanya soltó una leve risilla.
—¿Crees que una madre no reconocería a su propio cachorro? Además, es imposible encontrar a dos mestizos idénticos. En toda mi vida no he visto a ningún otro perro con un pelaje como el mio, aparte de mi hijo.
—Pero... —Makoto estuvo pensativa por unos segundos—. ¡No hay lobos en la ciudad! —aseguró la cachorra—. Yo soy la única. ¿Cierto, Jess?
Jess miró a Makoto con tristeza para luego agachar su cabeza, no podía afirmar que no habían otros lobos viviendo en la ciudad.
Makoto se preocupó al ver el gesto de Jess. ¿Acaso habían más lobos aparte de ella? Eso podría demostrar aún más que lo que Tanya decía era cierto.
—Acéptalo, uno de los tuyos hizo eso. —Tanya se volteó y se fue, seguida por el Pitbull. Los demás perros que estuvieron viendo la escena se retiraron.
—No le hagas caso —dijo Jess acariciando el cuello de la cachorra con su hocico.
—¿De verdad existen lobos así de malvados? —preguntó cabizbaja.
—Claro que sí. Existen lobos buenos y lobos malos, así como también hay perros que son buenos y otros que son malos —dijo para luego mirar a Makoto con una leve sonrisa—. No tienes que preocuparte por eso, sabes que lo que pasó no fue tu culpa.
Makoto miró a Jess y movió levemente su cola. Le alegraba tener a una amiga como ella, que siempre la ayudaba y le dedicaba una sonrisa.
—Gracias —dijo en voz baja mientras frotaba su cabeza en el pecho de Jess—. Creo que eres la única a la que le agrado —soltó un leve suspiro agachando sus orejas.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Por lo que he notado, no le agrado a ninguno de los que viven en esta ciudad. Los únicos a los que parezco caerles bien son Lanto, Takumi y tú.
—¿Takumi? —ladeó la cabeza—. ¿Quién es él?
—Así se llama el chico humano que me encontró, escuché a otro humano decirle así.
—Ya veo. Pero si a él también le agradas significa que no soy la única.
—Eso creo —dijo suspirando de nuevo—. ¿Por qué los perros de aquí odian a los lobos? —miró a Jess—. ¿Y por qué tú no?
—Hay un grupo de lobos que ha estado atacándonos, ellos mataron al hijo de Tanya. Lanto y los demás piensan que todos los lobos son peligrosos, por eso se ocultan en este callejón y les guardan un gran rencor a todos los de tu especie —explicó Jess con un tono serio—. Pero yo sé que están equivocados —sonrió—. Un lobo me salvó la vida, no todos ellos son malos.
—¡Así es, la mayoría somos buenos! Yo hasta ahora no sabía que habían lobos capaces de hacer cosas tan terribles, en mi manada todos son buenos —dijo moviendo su cola—. ¡Tenemos que contárselo a los otros perros! —movió su cola más rápido mientras corría dando vueltas alrededor de Jess.
—No te emociones tanto, será difícil hacerlos cambiar de opinión.
—Eso lo sé, pero al menos hay que intentarlo. —Dejó de correr y miró a Jess—. ¿Me contarías más sobre el lobo que te salvó?
—Está bien —dijo para luego tumbarse frente a la cachorra y mirar el cielo—. Fue hace más o menos un año. Era de mañana, yo había salido a buscar comida, como normalmente lo hago. La ciudad estaba más tranquila y solitaria de lo normal, no vi a ningún perro en toda la mañana. De repente un grupo de lobos corrió hacia donde yo estaba, pero me concentré tanto en el trozo de pollo que logré encontrar que no los percibí hasta que dos de ellos se abalanzaron sobre mi. Creí que sería mi fin, entonces él apareció.
Editado: 12.05.2019