Se avecinaba una tormenta, Victoria podía sentirlo en los huesos. Se acercó lentamente a la puerta de madera de su cafetería, giró al horizonte y la vio acercarse, y también a Joel de pie en el mismo lugar que lo había dejado, casi como si se posara dispuesto a ser engullido por la tempestad. Sabía que también llegaría hasta ella, que haría retumbar las paredes de su local, las ventanas se agitarían como en una película de terror y el viento gritaría con furia, exigiendo la entrada a cambio de no demoler el lugar a su paso.
Ella bajó la mirada, deteniéndose a ver las puntas de sus dedos rozando la puerta. No quería entrar y enfrentarlos a todos. Pero así no era ella, ¿de qué servía desayunar peligro si se quedaría paralizada ante la tormenta?
Entonces empujó el portal y dejó llegar las miradas inquisitivas de aquellos cuatro seres de cabellos rojizos y ojos negros. Sin decir nada, esquivando todas las dagas, se escabulló detrás de la barra y sacó el helado. Sin embargo, no lo sirvió en la licuadora, sino que lo dejó ahí, descansando en la superficie mientras ella se preparaba un Caramel Macciato.
Con temor, se acercó a la mesa redonda y dejó su bebida, pero no se sentó, sino que caminó a una mesa pequeña que se encontraba al fondo y de la bolsa de su delantal sacó el par de libretas que Joel le había mostrado, y que ella había tomado sin que él se diera cuenta; las dejó ahí junto con un bolígrafo y regresó a su lugar.
Tylerskar observó el lugar, los jóvenes pelirrojos estaban reunidos de nuevo, esta vez parecían no darse cuenta de su presencia y se encontraba completamente solo, se sentía invisible.
—Tenemos nueva información, el sujeto nos ha engañado entregando solo una libreta —dijo Julia con demasiada calma. Sin embargo, esto asustó al joven mucho más que cuando ella escupía fuego y veneno—. Se abre de nuevo la sesión.
De repente, Donna comenzó a reírse con altanería y verdadera diversión mezclada con acidez.
—Se los dije. Hemos sido Foerizados.
—No existe esa palabra, Donna —Jules espetó, bastante afectada.
—¿Cuál no? —Se puso seria y se acomodó en la silla—. Es gracias a Foer que estamos en esta situación. El galán se la quiere dar con todos, va por el mundo usando la imagen que me ha costado un mundo crear para atraer hombres con quien divertirse por unas semanas y después botarlos cuando las cosas se ponen serias y alguno de nosotros se ve descubierto y en peligro. Ahí está, eso es Foerizar y nos la han aplicado.
—Lo entiendo bien —Dijo el acusado—. A Joel… lo entiendo. Es una necesidad, una compulsión. Hermanas, perdónenme, pero a diferencia de ustedes, yo si siento el vacío…
—No queremos hablar de eso, Foer. —Julia intervino—. El tema de esta discusión es otro.
Los cuatro lo notaron, Fery estaba rara, como derrotada, furiosa, inquieta y casi paralizada; algo la había descolocado, pero ¿qué? Solo Victoria lo sabía, había leído sobre ese encuentro de Rebeldía con la más dura de los hermanos, tenía en mente aquella conversación.
¿Acaso eso…?
—Tengo sueño, no me importa mucho esta conversación, ¿puedo dormirme? —Jules dijo desde su esquina oculta. Había mentido ante la mesa redonda, más nadie le dio importancia, era algo que los niños tendían a hacer. Entonces se levantó y caminó hacia Foer, quien la recibió con los brazos abiertos, se subió a su regazo y pronto se quedó profundamente dormida con el calor de su hermano.
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Joel seguía esperando la tormenta, con lágrimas en los ojos y el corazón adormecido. Pensaba en miles de cosas, entre ellas lo que había sucedido con Victoria, en su mirada decepcionada al leer las libretas y en la duda que nació en ellos cuando le pidió una malteada más.
Jules caminó hacia él con los pies descalzos. Le parecía una escena parecida a una pintura de un señor alemán del que Foer y Julia hablaban hace años, una en que está un hombre de pie en un acantilado, observando el océano mientras este lo veía a él. Como un monstruo y un héroe frente a frente, dispuestos a luchar a muerte.
A Victoria le gustaban mucho esas historias, siempre épicas y fantásticas… no pasaba un día en que no se las contara a Jules, quien después hacía bocetos de ello, le preguntaba más datos, más detalles… hasta que Foer las escuchaba y ponía en marcha una nueva aventura para sus dos hermanas favoritas.
Joel sintió a alguien acercarse, pensó que era Victoria por aquella aura imponente y apacible a la vez, pero cuando volteó, se sorprendió al ver a la pequeña niña acercarse con convicción.
—Los demás están ocupados discutiendo… La has regado en grande —le dijo apenas cruzaron miradas—. Victoria ha estado en silencio… más sus pensamientos han estado más ruidosos que de costumbre. Ven, siéntate conmigo —pidió y tomó su mano, guiándolo a una parte en que la arena estaba más seca.
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Editado: 19.03.2019