EXTRACTO DE LA LIBRETA
El objeto de Vlad
—¿Te importaría guardar esto?
Ante aquellas palabras, los ojos de Victoria no pudieron ocultar asombro y urgencia. La vertiginosa carrera que había emprendido su corazón daba en ese instante con una especie de clímax. Como cuando estás en lo alto de una atracción que te va a lanzar al vacío, pero no sabes en cuál de los siguientes segundos. Así se sentía. Una mezcla de nerviosismo, emoción, inseguridad y vértigo.
Para una chica que anhela ver pasar los atardeceres en una tranquila cafetería mientras se pierde en sus mundos, aquella situación gozaba de tanto atractivo como peligrosidad.
Entreabrió los labios mientras agachaba la cabeza, incapaz de mirar a los ojos de su acompañante.
Cuando éste posó sus dedos bajo su barbilla, el contacto le brindó tanta confianza que no tuvieron que ejercer fuerza alguna para que alzase la vista hacia Tylerskar.
No vio deseo en su mirada, al menos, no el hambre sexual que le achacaban desde que el asunto de la segunda libreta surgió.
Si había un deseo, estaba encriptado bajo llave en algún lugar al que aquellos ojos prohibían el paso.
Entonces Tylerskar condujo uno de sus brazos tras la cintura de la camarera.
Ella no pegó brinco alguno ante la velocidad y firmeza de aquel gesto.
Los ojos de Tylerskar estaban fijos en su mirada, y aunque había un deje de cansancio extremo en ellos, parecía como si esculpiesen su voluntad en la mente de Victoria, a la que le asaltaban visiones de cuanto iba a acontecer.
Cuando el joven acercó sus labios a su boca, Victoria sintió como el agarre en su espalda la conducía apenas un milímetro hacia él. Fue suficiente.
El beso en el que se fundieron no parecía encontrar fin.
Tylerskar jugueteaba intercalando la humedad de sus lenguas con breves alejamientos para que brotasen sonrisas en el rostro de ambos, que como si de una danza se tratase, bailaban a su manera el resto del tema que estaba sonando.
Cuando la canción llegaba a su fin, Tylerskar, mirándola con ojos ensoñadores, dejó ir con delicadeza una reflexión en voz alta. Sin embargo estaban tan cerca el uno del otro que Victoria lo escuchó perfectamente.
—Esta canción lleva un tiempo acompañándome. Me inspira una relación etérea, tan volátil que no se agarra a los principios de la realidad. ¿Te imaginas que todo tu mundo, y todo el mío, solo fuesen un sueño, una alucinación? De ser así, incluso de esa forma, quisiera pelear con todas mis armas por estar junto a ti.
EXTRACTO DE LA LIBRETA
Fuego interior
Julia había acatado junto al resto de hermanos dejar a Victoria ese momento de intimidad.
Y cuánto se arrepentía de ello.
Se encontraba fuera de la cafetería, apoyada en el exterior de un ventanal de manera que no pudiese ser vista desde la barra.
Allí Tylerskar se acercaba a Victoria sabedor de su éxito de antemano.
—Ya veo que aquí os pasáis las advertencias por el forro… — Un escupitajo cayó a los pies de Julia, salpicando en parte sus zapatos. El asco hizo de trampolín para que la ira reptase desde su interior incendiando las palabras que salieron de su boca.
—Tus modales son dignos de pertenecer a tu cuadrilla de escoria. — Lo dijo girándose por acto reflejo en la dirección de la que habían escupido. Cuando se topó con Rebeldía sonriendo chulescamente mientras daba golpecitos con su diestra en su cadera, resopló un bufido de pura indignación que no albergaba sopresa alguna.
—Míralo, ya está manos a la obra. Se va a dar un buen festín con vuestra querubina. Mira, no se cómo te llamas, pero se que de todos los que están alborotando este lugar, tú eres la única que realmente eres de fiar.
—¿Y eso por qué? — Dijo con altanería Julia, repentinamente divertida y algo interesada en la respuesta.
—Porque el fuego de tu pasión no se apaga con deseos vacuos. He visto el libro que siempre te acompaña. ¿Romántico a más no poder? El romanticismo que se pueda desprender de la persecución del mal en el nombre del bien, en todo caso. La forma más noble de amar. — Rebeldía se detuvo, sin perder un ápice de su chulesca actitud, para guiñarle un ojo a Julia añadiendo: —Creo que las dos hemos perdido algo o a alguien. En tu caso basta con ver que estás siempre de luto.
—¡Mi ropa no…! — Rebeldía colocó el índice sobre los labios de Julia, que calló a medio camino entre la sorpresa y la indignación.
—Tus ojos. Tus ojos hablan por ti. ¿Qué ves en los míos?
De pronto, Rebeldía ya no era la joven chulita y provocadora.
Súbitamente, Rebeldía era sensual, fuerte y provocativa.
Mientras Julia atisbaba eso en la mirada encendida de Rebeldía, sentía como el latido comenzaba a acelerársele.
¿Qué clase de locura era aquella?
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Cuando Joel cerró la libreta que había escogido para escribir, se tomó su tiempo para levantarse de la mesa que había encontrado libre en la cafetería.
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Editado: 19.03.2019