Joel sentía como el frío le calaba los huesos en ese amanecer en la costa.
Hacía no mucho tiempo, aquellas mismas playas habían servido de tumba para muchas cosas. Sin embargo, su resurrección era un hecho.
Por un momento reparó en que aquella persona que le había hecho entrega del delicioso brebaje no le incomodaba lo más mínimo. Sabía que le estaba observando, colándose entre los diferentes planos como arena en un tarro repleto de trozos de metal. Sin embargo, más allá del frío cálculo del estudio mútuo, existía una intensa carga de sentimientos contenidos. De ahí nacía, cómo no, esa sensación de familiaridad inexplicable.
―¿Qué ocurre, Joel? ― La voz de Victoria era tan dulce como la malteada.
Sin embargo, algo había en ese amanecer que entristecía al joven. La melancolía se agarraba a su cuello formando un nudo que habría de regar de lágrimas su tan querido mar en muy poco tiempo.
Negando levemente con la cabeza, dejó escapar un supiro, y alzando las manos dejó escapar su confesión.
―Te he fallado de buen comienzo.
La chica le miró extrañada, frunciendo el ceño. Mientras, se permitió conducir su mano derecha al hombro de Joel, que cabizbajo inhaló un par de veces, parpadeando para cortar el flujo del llanto.
Cuando fue a pronuciar palabra, Joel la interrumpió mostrándole dos libretas.
―Una es para borradores e ideas.
Cuando Victoria reconoció la libreta que Julia había arrebatado a Tylerskar, también cayó en la cuenta del truco que aquel chico había empleado.
Sin dudarlo, aceptó la entrega de la segunda libreta y, mientras llamaba a filas a su tropa, la abrió para sumirse en la lectura del primer extracto que aparecía.
EXTRACTO DE LA LIBRETA
Una mesa redonda dentro de una taberna
Joel se encontraba animado mientras el sol lanzaba sus últimos rayos a una jornada intensa.
La taberna lucía ese día de un modo espléndido, buena muestra era el jazz con el que algunos clientes habían tenido a bien llenar el ambiente.
Cuando la camarera le sirvió aquella bebida de diferentes tonalidades rosa, recordó con cariño los helados de fresa que su hermana solía pedirse de pequeña.
Sin embargo, decidió no probarla por el momento, pues su cabeza hervía en las primeras evaluaciones de aquellos que le rodeaban.
Parecían muy bien avenidos, haciéndole sentir excluido de algo, cuando en verdad solo se trataba de un cliente más.
Por algún motivo se sentía más que aferrado a la barra de cálida madera, al lado de aquella camarera que, tras sus gafas, le dedicaba afables miradas llenas de empatía. No como la mujer de negro, que parecía taladrar su corteza con la mismísima intención de querer devorar su alma.
El tipo engominado tenía pinta de resultar una excelente compañía.
Sin embargo, optó por aprovechar la tesitura de encontrarse en tan agradable situación. Extrayendo una de sus libretas del bolsillo de su chaqueta, la posó sobre la barra mientras buscaba sin éxito su bolígrafo.
―¿Le gusta escribir? ― La educación de la camarera, así como su voz, resultaban del todo sedantes.
―Eh… Bueno, sí. ― Balbuceó Joel.
Ella pareció captar su timidez, de modo que sin más preámbulo le hizo entrega de un bolígrafo.
―Tenga, es el que suelo usar para el trabajo. No olvide devolvérmelo, aunque sé que lo hará.
Joel sonrió ampliamente ante aquello. Con una leve reverencia agradeció el gesto de la camarera, sumiéndose en la escritura de aquello que golpeaba con fuerza su cabeza desde que, al entrar en la taberna, de un vistazo peinó a los presentes.
EXTRACTO DE LA SEGUNDA LIBRETA
Rebeldía
Tylerskar dio tal golpe sobre la mesa que Jules dejó escapar un grito ahogado. Donna se mantuvo impertubable, mientras que Julia abrió los ojos de par en par inyectados en ira. Foer por su parte los entrecerró, sumamente interesado, al igual que Victoria, que ladeó la cabeza en una clara muestra de curiosidad.
―Me vais a dejar exponer mi punto de vista, os guste o no. ― De un trago apuró la malteada. De una sola seña chulesca solicitó otra ronda a Victoria, que extrañamente amable, se dirigió con el vaso vacío a la barra.
Solo cuando dio media docena de pasos y Tylerskar estuvo seguro de que no le escuchaba, decidió dirigirse al resto de presentes en la mesa redonda.
Agachó levemente la cabeza, devolviendo a Julia la perforadora mirada que, déspota, había estado toda la tarde dedicando a un impotente Joel.
Pero en ese momento, las puertas de la taberna se abrieron de par en par interrumpiendo lo que tenía en mente Tylerskar.
Cinco variopintos sujetos entraron.
Cuando una niña se acercó directa a Jules para abrazarla, mientras que un sujeto arrastraba una mesa auxiliar para la redonda, Tylerskar no necesitó abrir los ojos para saber de quiénes se trataban.
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Editado: 19.03.2019