Día 2 - Animales
Cuando llegaba la hora de dormir, mi gata se acomodaba junto a mi cabeza, de manera ceremoniosa cuidaba siempre estar a la altura de mi cara, lo cual me parecía extraño, pues no era la más cariñosa de todas, pero la «señorita arisca» me daba una mirada silenciosa antes de cerrar los ojos, y se quedaba dormida al instante. Los gatos son así, pensé. Hasta aquella noche que lo cambió todo.
Cuando tienes gatos tiendes a dejar de asustarte por cualquier ruido que pase en las noches, si no lo provocó una lo hizo la otra. El ruido que me despertó esa vez, les confirmo, logró que se me helara la sangre. No era algo humano, no sonaba a ningún animal que conociera. Me paralicé, mi cerebro no lograba crear una imagen a lo que escuchaba. Recuerdo pensar que, tal vez, la «señorita arisca» estaba tratando de expulsar una bola de pelo, ya me había pasado antes.
El sonido se repitió con más fuerza. Podía asegurar que esa «cosa» estaba al lado de mi cama. Tenía los ojos cerrados, sintiéndome una niña de nuevo. Negándome a abrir los ojos, esperando, sin tregua alguna, que, si no veía lo que estaba allí, no lograría atacarme.
Sentí a mi «señorita arisca» a la altura de mi frente, sus pelitos rosaban mi piel. Un rugido de advertencia comenzó a armonizar con el sonido indefinido que seguía reproduciéndose. Mi pequeña estaba amenazando con comenzar una pelea, y tras unos segundos esperando armarme de valor, abrí los ojos, buscando lo que fuera que esperaba a la orilla de mi cama.
Era una criatura… o eso creo. Hasta este momento no podría explicarlo, pero esa cosa que me miraba con su rostro sin ojos no era humana. Lo sabía, mi «señorita arisca» también, y aunque la diferencia de tamaños era considerable, el orgullo felino que la caracterizaba, la hizo dar el primer ataque. La criatura chilló cuando las garras de mi felina se hundieron en las cuencas vacías que seguían mirándome. Quise moverme, y tras intentarlo no logré conseguirlo, mi cabeza quedó estática, observando la pelea a muerte de esas dos criaturas, rogando que mi amada «señorita arisca» saliera victoriosa.
Seré honesta con ustedes, queridas lectoras, no recuerdo mucho después de ese momento. Cuando abrí los ojos ya era de día, y mi amada mascota seguía durmiendo como si nada. Por un segundo creí que todo había sido una pesadilla. Pero la batalla de la noche pasada había dejado sus evidencias: Una mancha negruzca cubría una gran parte del piso de mi habitación, así como la orilla de mi cama, donde seguía durmiendo mi amada «señorita arisca», la felina tenía el pelaje arrancado de un costado y una herida medio abierta en su frente, le faltaba una oreja.
Me levanté apresuraba a buscar el botiquín, y fue entonces que sentí el dolor en mi cuello, ardía como si hubiera tragado brazas encendidas, y luego de mirarme al espejo, pude ver una marca rojiza, delineando perfectamente los dedos humanoides de una criatura que sin duda intentó acabar conmigo.
Yo logré superar el trauma de esa noche luego de varias sesiones con mi terapeuta, aunque estoy segura de que ese sujeto me tomó por loca. Mi «señorita arisca» se encuentra bien, si se preguntaban, sigue siendo la misma de siempre, su afecto parece desaparecer hasta que llega la noche, siempre se acerca a mí a la hora de dormir.
Y puedo asegurarles, con todo mi corazón, que si en algún momento llegué a cuestionar si ese pequeño y valiente animal me consideraba parte de su familia, ahora puedo apostar mi vida a que me adora tanto como yo a ella.
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Editado: 22.06.2023