X Siempre Mamá

Mis preciados recuerdos

Irene

 

" Los invitados aún no llegaban, seguía arreglando los más mínimos detalles dentro de casa. Lo globos estaban repartidos por todos lados, la mesa en el centro de la sala arreglada con pequeños adornos divertidos. Las galletas y dulces las había preparado yo misma, había sacado algunas recetas de mi famoso y ahorrativo recetario. El jugo de frutas estaba recién hecha.

Había invitado a todos los compañeros de clases de Tomás a su cumpleaños. Por fin pude ahorrar un poco de dinero para hacerle la fiesta. Tomás estaba creciendo y quería que el tuviera lindos recuerdos de su infancia así que le prepare esa fiesta. Estela también tuvo su primera fiesta de cumpleaños a los nueve años. Y la disfruto bastante.

—Mamá—me di la vuelta y dejé de inflar el globo. Vi la pequeña cabeza de Tomás que me hablaba sin mirarme—son suficientes globos. Te aseguro que nadie vendrá a mi cumpleaños empezando de papá.

—No digas eso cariño, sabes que papá está en un viaje de trabajo, cómo se olvidaría el cumpleaños de su campeón. Así que con anticipación me mando tu regaló de cumpleaños. Lo tenía guardado hace un mes—le mostré una caja con un gran moño encima—mira aquí está, quieres abrirlo.

—No.

Tomás se sentó en el sofá y empezó a buscar dibujos animados en la televisión.

Mis hijos crecían, y no sabía cómo poder justificar por más tiempo la ausencia de Félix. De nuevo trague mi orgullo y trate de encontrar lo pero fue envano parecía que la tierra se lo había tragado.

Me acerque a Tomás y me senté a su lado. Apoye mi mano en su pequeña pierna y lo apreté con delicadeza.

—Cariño hoy cumples diez años. Pronto serás un adolescente, después un guapo joven y por último te convertirás en un hombre, cuando pase eso ya no podré darte besos a cada instante, así que...

Empecé a besarlo por doquier haciéndole cosquillas, nuestras risas resaltaron como un eco dentro de casa, mis hijos con sus sonrisas llenaban de alegría mi hogar. Y me acostumbré a que el silencio no existiera dentro de casa.

—¡Que asco!. Mamá deja de babear a Tomás. Así  nadie querrán a cercarse a él—Estela nos miraba con algo de disgusto.

—Ven cariño. Te daré los besos que te corresponde  esta semana. ¿Cuántos eran?. Ya me acordé eran veinte besos—estire la mano para que se acercará a mi.

—Mamá ya no soy una niña. Si no te diste cuenta ya soy mayor—Estela se puso de perfil y me mostró los pequeños senos que crecía en su pecho.

Estela también crecía y rápido.
El timbre sonó, de apoco empezaron a llegar los invitados.

Puse algunas canciones infantiles atreves de mi pequeña radio para acompañar el momento. Caminaba de ahí por allá llevando en mi bandeja bocadillos y algo de beber a los niños y a sus padres.

Ya era momento de soplar la vela, así que me dirigí a la cocina para llevar el pastel a la mesa. Al abrir la puerta escuché a unos niños que estaban hablando con Tomás.

— ¡Ese pastel esta horrible!—le señaló el pastel un niño que llevaba unos anteojos grandes— ¿Quién te lo hizo?. El vagabundo de la esquina—los demás niños empezaron a reír en unísono — tu fiesta de cumpleaños es un asco. Si no tenías dinero era que no lo hagas y lo peor es que tus padres tiene el peor gusto del mundo.

Tomás los escuchaba y no decía nada. Estaba cabizbajo apretando con fuerzas sus pequeños puños.

Hice lo que pude. De igual manera todo lo que hacía me salía mal.

¿En verdad su fiesta de cumpleaños era un completo desastre?

No me di cuenta de que Estela estaba a mi lado. Solo la vi entrar rápido a la cocina directo a empujar al niño que insulto a Tomás.

—¡Discúlpate!—grito Estela—ese pastel lo hizo mi mamá y es el más rico del mundo. ¡Tonto!

—Estela. ¡Basta!. Ayúdalo a levantarse—le ordené

Ella negó con la cabeza.

—Estela. Por favor.

Estela no hizo caso, fui yo la que me acerque al niño y le ayude a levantar. El pequeño rostro del niño ahogaba algunas lágrimas y con disimulo sorbía los mocos. Sin decir nada más los niños salieron de la cocina.

Me acerque a Estela.

—Lo que le hiciste a ese niño no estuvo bien. No debiste de empujar lo.

—Mamá estaba molestando a Tomás, a parte dijeron que tú pastel era horrible. Discúlpame, yo soy la hermana mayor y mi deber es defender a mi hermano.

Tomás me miró, había pena en sus ojos, enseguida salió corriendo de la cocina.

—Va llorar—Estela me advirtió.

Salí por detrás de Tomás pero entre la multitud no lo pude alcanzar y lo perdí de vista. Lo busque por todos lados de la planta de abajo de la casa. Estela también me ayudó buscarlo. Temí que saliera de casa. Fui la planta de arriba entre a su habitación a ver si no se escondía en ahí. Camine directo a su cama y dejé caer mi cuerpo. Me senté por unos instantes, trataba a toda costa de guardar algunas lágrimas que querían escapar por mis mejillas. No pude aguantar por más tiempo, el nudo en mi garganta se deshizo y el llanto vino a mi. Llore como nunca lo había hecho.

No era la vida que imaginé que iba a dar a mis hijos. De niña tuve demasiadas carencias en todo sentido y no quería que mis hijos pasarán por lo mismo. Me esforzaba pero no era suficiente para tener una buena vida económica, con lujos. Que madre no quiere ver que sus hijos estudien en buenas escuelas o universidades, que tengan al alcance todos esos alimentos que los ayudarán a crecer sanos y fuertes o simplemente poder comprarles una buena ropa de marca.

A la vista era un fracaso total, a la vista de los demás no era nadie. Y sabía que algún día mis hijos se decepcionarían de mi. Como lo hicieron mis padres y Félix.




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