Ximantsi 2. Bajo la luna de Ximantsi

La boda invadida

Habían pasado doce años de absoluta paz en la aldea, Xingu había retirado el bosque de enredadera de espinas y Hojai al fin había logrado dominar a Uxjua. El pasado había quedado en el olvido y mientras Uxjua se mantenía dormido, Bosthi podía convivir con su hermano tal y como lo hacía antes de todo ese problema.

Bosthi y Banxu tenían dos hijos de once y nueve años respectivamente, ambos varones. Xingu y Hojai tenían una hija y dos hijos más de once, diez y siete años.

Hojai dio a los protectores los planos que había hecho de sus naves supersónicas, y con olivos crecidos cerca del Made, el navegante pudo al fin ver su proyecto convertido en realidad. Eran naves increíblemente rápidas, tanto que podían cruzar por el Made en minutos y con ellas, las dos familias habían viajado varias veces al lado norte de la luna, donde podían convivir con Feza y con Mbanga, los dos jovencitos elegidos para traer la paz a Ximantsi. Ahora trabajaban en construir naves de mayor tamaño, pues los videntes profetizaban, que una guerra se avecinaba.

La isla que se construyó con ayuda de Ndomi, así como su réplica en el Hemi estaban llenas de nuevos mboho que habían nacido y crecido en ambientes mucho muy pacíficos y sencillos, todos ellos hijos de los mismos miembros del círculo de protectores.

Pero no habían perdido del todo el contacto con el resto del mundo, el arqueólogo Noho aún se mantenía como director en la isla de Uthe y según lo que él les relataba, las cosas en Notse eran cada vez más complicadas.

En favor de la ciencia y el desarrollo, se habían aprobado una serie de leyes que estaban poniendo en peligro ecosistemas enteros, los animales de laboratorio eran sometidos a sufrimientos cada vez más crueles y Ndomi aseguraba que en esos doce años habían detectado y aniquilado al menos a unos doscientos zuthus.

Una tarde de primavera, el pueblo entero ayudaba a preparar la boda de Nhis. Las cabañas en los árboles habían sido adornadas con tiras de luces, los sacerdotes preparaban un altar entre los árboles y la familia cercana de Nhis preparaba el banquete.

Chheze reía contando anécdotas de la niñez de Nhis cuando un puñado de almendras cayeron de su mano regándose en la mesa de madera. Estaba por recogerlas cuando sintió un escalofrío al ver las almendras desperdigadas entre la madera apolillada. Frunció el entrecejo y con la mano empujó las cacerolas que había alrededor.

―¿Qué pasa, abuela? ―preguntó una de sus nietas.

―Esto no está bien ―Chheze pasó su mano por encima de las almendras, detectando una energía extraña―. No muevan nada, debo ir por Yich.

La anciana fue hacia el bosque. Yich daba órdenes, sentado en una silla mientras el resto acomodaban el altar conforme él lo disponía.

―Ven ―le dijo―, necesito que veas algo.

―No te levantes ―ofreció Bosthi―, yo te llevaré.

Yich ya estaba muy débil por la edad y le costaba caminar, así que Bosthi se puso en cuclillas para que el anciano pudiese trepar a su espalda y lo llevó hacia el centro del pueblo.

Con un gesto de gravedad, la anciana le mostró las almendras. El pasivo rostro del sabio no se inmutó en absoluto, pero luego de frotar su barbilla, ordenó a los más jóvenes retirarse.

―¿Qué es? ―preguntó Bosthi.

―Un mal augurio ―dijo Chheze―, algo muy peligroso vendrá del lado norte de la luna.

―De Notse llegarán diez, ―decía Yich como si lo leyera de las almendras―, hambrientos de reconocimiento. El mal los impulsa… no puedo ver qué es lo que el mal pretende, tiene un plan… Agrónomo ―el anciano recogió las almendras de la mesa―, diga a su familia que estén atentos, llegarán hoy mismo y no puedo ver con claridad cuáles son sus intenciones.

―¿Debemos seguir con la celebración? ―preguntó Chheze.

―Sí. No detengan nada, Nhis merece tener una boda normal y nada impedirá que así sea, pero debemos estar alertas.

Un par de horas después, Nhis salía de su choza con un vestido como hecho de hojarasca, su prometido la esperaba por debajo del árbol donde estaba su choza. Ella fue bajada sentada en un columpio adornado con flores y su prometido sonrió al verla llegar, le ofreció su brazo y juntos caminaron hacia el bosque.

Las ceremonias de los tuki eran sencillas, el sacerdote recitó algunos versos sobre el amor y las obligaciones que se tienen como pareja y tras beber un vino sagrado, la pareja fue declarada marido y mujer.

Bosthi esbozó una sonrisa chueca, doce años atrás los ancianos le obligaron a hacer el ritual Tuki para su propia boda. Volteó a ver a Banxu que aplaudía mientras los recién casados se besaban, para él no era necesario celebrar boda alguna, lo único que quería era pasar el resto de su vida junto a ella, pero reconocía que había valido la pena verla ante el altar con aquel vestido de lilas y hojas verdes. Habían sido doce años maravillosos a su lado.

Era por eso quizá que se sentía más inquieto que nunca, la visión de Yich indicaba la posibilidad de que otros mboho llegaran al Hemi. Desde que él llegó al lado sur de la luna, no habían tenido visita alguna de los mboho sino hasta unos meses atrás, cuando dos exploradores llegaron de improviso, descubriendo a los hijos de Xingu. Nadie en Notse sabía que había dos familias mboho viviendo entre los tuki, y el sabio había tenido un mal presentimiento ante ese hecho. Bosthi no temía por él, sino por su familia, gabía tanta maldad en Notse, que había dejado de confiar en los suyos.

La ceremonia terminó y se inició la celebración en el centro del pueblo. Tukis de otras aldeas compartieron con ellos la comida y el baile hasta cerca de la media noche.

Bosthi y su familia estaban en la explanada, hablando del hecho de que los mboho habían logrado al fin tener naves más rápidas. No tanto como las de Hojai, pero sí lo suficiente para volver a cruzar hacia el Hemi.

―¿Crees que hayan basado sus diseños en los tuyos? ―Preguntó Banxu.




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