Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

El planeta de las sombras

Uthe despertó entre el ruido del viento que alborotaba el pelaje que cubría todo su cuerpo. Estaba en un suelo lodoso, rodeada de enormes árboles de troncos grises con enormes y gruesas hojas negras. Se levantó lentamente observando hacia arriba donde grandes nubes blancas y azules recorrían el cielo a gran velocidad.

―¿Estamos en Hatso? ―preguntó Uthe.

―Hemos llegado a casa ―respondió el zuthu―, con la energía de tu cuerpo de mboho y mi capacidad para resistir este viento nos convertiremos en el ser más poderoso de todo el universo.

―Sí ―Uthe sintió tal tentación por esa promesa de poder, un poder que por un momento la hizo olvidar porqué había llegado a ese lugar ―, nada nos vencerá.

―Ahora debemos proclamarnos como emperadores de este planeta, los zuthus que aquí habitan deben temernos, deben rendirnos pleitesía.

―Los zuthus que aquí habitan… ―Uthe volteó a ver los alrededores, entre los árboles había decenas de sombras, de las cuáles sólo se veían sus ojos encendidos en color escarlata.

―¡Inclínense, bestias inferiores! ¡Ahora soy su soberano! Obedecerán mis órdenes o pagarán las consecuencias.

Algunos demonios huyeron, otros hicieron una reverencia más por miedo que por respeto. Uthe caminó entre ellos sintiendo que la fuerza se hacía cada vez mayor en su cuerpo y entonces recordó porqué llegó a ese lugar. Era como si una voz interior le dijera lo que sucedió, tenía la esperansa de que, por no ser el amo de ese zuthu, tanto ella como la bestia morirían en su viaje de regreso a Hatso. Sin embargo, sobrevivieron y la personalidad violenta de la criatura nublaba su cordura. Una luz se encendió en el cielo y los demás zuthus iniciaron una pelea entre ellos, intentando alcanzar el haz de luz que bajaba hacia tierra firme. Uthe gruñó con fuerza y corrió hacia el haz de luz amenazando con sus feroces colmillos a los que querían acercarse.

―La energía negativa del asesinato de Zoni y Toho ha llegado a Hatso. Es una energía fuerte, Jutsi será el responsable si alguna de estas bestias cruza hacia Ximantsi.

―¡Nadie lo hará! ―gruñó el zuthu―, si los mboho continúan con vida, cometerán cada vez más actos de maldad y eso abrirá el portal, poniéndonos en riesgo. Nadie más debe cruzar hacia esa luna, no podemos permitir que haya otro soberano. Debemos acabar con los mboho, con todos ellos.

―¿Acabar con ellos? ¡No! ¡No permitiré que lo hagas!

―¿Ah no? Quiero que veas algo.

La bestia corrió por entre los árboles negruzcos de aspecto metálico hasta llegar a una enorme montaña en cuya base estaba un enorme lago gris que reflejaba las nubes del cielo y lentamente se acercó al agua que era como un espejo de plata.

―Mira, dime qué es lo que ves.

Uthe se asomó al espejo de agua. Las nubes se fueron difuminando, un guardia cargaba el cuerpo desnudo de Zoni por encima de su hombro. Jutsi estaba a un lado de ellos, en una silla de ruedas y cubierto con vendas y gasas.

―No debería estar aquí, consejero, apenas van dos días desde el ataque, está usted aún muy lastimado.

―No me digas qué hacer. Me aseguraré de que estos delincuentes terminen en el infierno. ¡Arrójala!

Uthe sintió su corazón dar un vuelco. Había un enorme agujero, por entre la tierra salían algunos huesos o miembros putrefactos. El cuerpo de Zoni cayó quedando en una humillante posición justo al lado del cuerpo desnudo de Toho, el consejero hizo un gesto de asco y odio y, tras escupir hacia el agujero, se alejó lentamente.

―¡Basta! ―gruñó Uthe ―, no quiero ver… ―pero entonces recordó algo más― ¡Dumui! ¿Dónde están las cenizas de Dumui?

Como si el lago respondiera a su petición, Uthe vio al capitán Behe leyendo en un diario la nota sobre la posesión. Sobre una mesa, estaba la urna con las cenizas de Dumui, su espada y sus tesoros, quería elevar una plegaria, pedirle ayuda para vencer al demonio que la tenía poseída, pero no sentía fuerzas para hacerlo así que se alejó del lago sin querer ver más.

Por días se mantuvo en una lucha constante con el demonio que compartía su cuerpo con ella. Había ocasiones en que el odio la invadía y eso permitía que el zuthu emanara una energía de muerte hacia el cielo, una energía que causaría enfermedades y disturbios entre los mboho, pero Uthe no tardaba en reaccionar y lo obligaba a retirar esa energía maligna.

Ahora lo comprendía, la leyenda era cierta: un zuthu corpóreo regresaba a Hatso y causaba enfermedad y muerte en Ximantsi, y ahora comprendía por qué. Eran seres tremendamente ambiciosos y egoístas, el zuthu quería acabar con la vida en Ximantsi para evitar que otro de los suyos lograra viajar a la luna y competir con él por el poder.

Pero cada vez era más difícil combatir contra la voluntad del demonio, él la obligaba a ver cómo sus alumnos eran apresados y tratados peor que asesinos en los interrogatorios, pues Jutsi había sido señalado como responsable de permitir que un zuthu corpóreo regresase a Hatso y para distraer la atención de la gente, inició una verdadera cacería de brujas. Eso llenaba a Uthe de indignación y el odio envenenaba cada vez más su corazón, pero, al mismo tiempo verlos aun defendiendo el recuerdo de Dumui y de ella, le daba la suficiente fuerza para mantenerse cuerda.

Luego de semanas de lucha, el demonio obligó a Uthe a ir de nuevo al lago. Ella vio al consejero Jutsi como fiscal en el juicio colectivo contra sus alumnos, escuchó al profesor Yomi hablar de ellos, acusándolos de ser rebeldes sin causa que sólo provocaban problemas en el colegio. Argumentaba que Dumui, un criminal, hijo del amo de un zuthu, los había pervertido. Los responsabilizaba por haber ayudado a Uthe a escapar convertida e Zuthu y su elocuencia era tan convincente que los mboho presentes en el juicio creían en cada una de sus palabras.

Los consejeros de justicia se retiraron a deliberar y pronto llegaron con el veredicto. Los jóvenes se tomaron de las manos, con la mirada en alto.




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