Ximantsi 3. El amante de la sacerdotiza

La venganza de la hechicera

Uthe abrió los ojos, por un momento se sintió perdida, no recordaba lo que había pasado ni donde estaba. Había paredes grises y sucias a su alrededor, se incorporó para ver a los alrededores, notó una puerta que sellaba herméticamente una habitación sumamente pequeña. La luz apenas penetraba por una diminuta ventila enrejada.

―¡Ha despertado! ―se escuchó una voz.

―¿Dónde estoy?

Casi en seguida se abrió la puerta, el consejero Jutsi ingresaba flanqueado por varios guardias que blandían espadas.

―¡Tú! ―gritó Uthe levantándose, pero tres guardias se adelantaron al consejero apuntando a Uthe directo en el corazón y obligándola a sentarse de nuevo en el camastro.

―No sé cómo lo hiciste ―el consejero tenía un rictus combinación odio y temor―, pero tendrás que rendir muchas cuentas ante el consejo Bamhña.

―¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?

―Tráiganla ―ordenó el consejero. Se le ordenó a Uthe salir de la celda, afuera había al menos cincuenta guardias apuntando hacia ella con sus ballestas.

Al salir Uthe supo que se encontraba dentro de una nave voladora, pudo reconocer la estructura de inmediato. Fue llevada a una sala vacía.

―Híncate ―ordenó uno de los guardias.

―¡No me hincaré! ―gruñó Uthe―, quiero saber cómo es que llegué aquí. ―Uno de los guardias abrió una puerta de donde ingresó Bete, quien evitaba completamente la mirada de Uthe.

―¿Bete? ¿Qué haces tú aquí?

Fue como si con el simple hecho de preguntar obtuviera la respuesta. Creyó que ese odio en su corazón se esfumaría con el zuthu, pero no era así, de nuevo ese sentimiento envenenaba su pecho.

―¡Me traicionaste! ―exclamó Uthe con decepción.

―No, Uthe, no te traicioné. Creí que era lo mejor, no sabía si eras realmente tú o era un truco del zuthu que te poseyó. Pero sólo debes explicar al consejo…

―No Bete ―Uthe rio amargamente―, colocaste una poción para dormir en esa bebida que me diste. Era tu oportunidad, ¿no? Entregarme te da un pase directo como miembro del consejo Bamhña.

―No, amiga…

―¡No me llames amiga!

―¡Abajo!

Uno de los guardias golpeó a Uthe en la nuca con la parte trasera de su ballesta. Eso fue suficiente para desatar la ira de la sacerdotisa, jamás en su vida había sentido esa necesidad de agredir como una fiera. Su cuerpo se transformó en un oso que lanzó al guardia al otro lado de la sala de un zarpazo. Retomando su forma original, estiró su mano sabiendo de algún modo, su arco y flechas estaban en las manos de alguno de esos guardias.

El resto de los guardias fueron hacia ella justo en el momento que blandió el arco. No había reto alguno en defenderse de todos ellos, predecía perfectamente sus movimientos, se movía casi con gracia mientras tomaba cada flecha que iba hacia ella, la tensaba en su arco y la regresaba, encajándola en brazos o piernas de sus atacantes. En menos de un minuto, el piso de la sala estaba llena de guardias heridos. Uthe se acercó con un gesto de furia hacia Bete y el consejero, ambos intentaron salir de la sala, pero la puerta se cerró herméticamente.

―Le recuerdo sacerdotisa que atacar a un miembro del consejo…

―Sí, es castigado con pena de tortura ―dijo Uthe apretando los dientes―, pero ya pensabas proponer ese destino para mí, ¿o no? En cuanto Bete me entregó tu primer pensamiento fue hacer un espectáculo público de mi ejecución para recuperar tu nombramiento en el consejo Bamhña.

―Pero ¿cómo…?

―¿Cómo es que lo sé? Ahora sé muchas cosas, Jutsi, y entre esas cosas, está lo que hiciste con mis muchachos.

―No… no sé de qué hablas.

―Ah, ¿no lo sabes? ¿Se te olvidó que tú mismo ordenaste asesinarlos en esa cámara de gases?

―¿Asesinarlos? ―Bete exhaló, incrédula―, pero… fueron condenados a permanecer…

―No, esa condena fue soslayada ―Uthe al final acorraló al consejero en un rincón de la sala―, el consejero se hizo uno con la maldad, su sed de venganza y hambre de poder lo cegaron, quiere su nombramiento de vuelta y no le importa el daño que cause en el proceso. ¿Sabes qué, Jutsi? Lo lograste, Yomi y tú me provocaron el daño más grande que cualquiera pudiera causarme. Tienes tu venganza, pero ahora…

―Yo no lo sabía, Uthe ―Bete se deslizó recargada en la pared hasta quedar sentada en el suelo―, te juro… que no tenía idea…

―Lo sé Bete, pero eso no borra tu traición, tu mejor amiga de toda la vida fue mucho menos importante que tu lugar en el consejo.

―Si esos muchachos murieron, fue por hacerse cómplices tuyos, delincuente ―el consejero sacó el poco valor que le quedaba―, tú los llevaste a la muerte en tu necedad de proteger a tu amante.

―Tú mismo no sabes de qué soy culpable, Jutsi, ―Uthe lo tomó por las solapas de su traje y lo levantó sin esfuerzo alguno―, lo único que te importaba era ser obedecido ciegamente, ser el guardia más reconocido de todo Ximantsi, pero sólo porque quieres que el mundo te obedezca sin importar lo idiota que seas al poner tus propias reglas.

―Ba… bájame.

―Asesinaste a mis alumnos, a mis mejores amigos ―los ojos de Uthe se llenaban de lágrimas― ¡Arrojaste sus cuerpos a la fosa de los criminales! ―Uthe empujó a Jutsi golpeando su espalda contra la pared por cada frase que decía―. ¡Los arrojaste desnudos para humillar aún más sus cuerpos! ¡Les diste una muerte horrenda!

―¡No me hagas daño, por favor! ¡No me mates!

―¡Maldito cobarde! ―Uthe dejó caer al consejero―. No mereces que manche mis manos con tu asquerosa sangre. Pero ya que tú obtuviste tu venganza, ahora tendrás la mía y no será más que el castigo que ya está destinado para ti: cargarás de por vida el terror de todos ellos.

Uthe tomó la cabeza del consejero con ambas manos, él apretó los ojos como si sintiera un dolor intenso. Uthe lo soltó y el consejero cambió su rictus por uno de terror, comenzó a caminar por la sala dando tumbos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.