Feza recibió una carta más de su padre, en donde él le contaba la historia real de cómo entre Uthe y él derrocaron a la república en el pasado. Ndomi le habló de que tuvo que usar el poder la conjunción para dejarle ese portal hacia el centro del universo y, por ende, él y Uthe tendrían que esperar algunos años más para poder abrir esa conexión. La buena noticia era que, para ella, sólo faltaba un mes para poder volver a ver a sus padres.
Kuamba veía junto con ambos chicos las fotografías que Ndomi y Uthe habían dejado en el colegio de Tse.
―Ellos son Roha y Behe ―dijo Kuamba señalando a una pareja fotografiada en el muelle―, tus papás, Mbanga. Esta otra es de los que fuimos alumnos de Uthe. ¡Cielos! Noho fue muy atractivo en su juventud, tanto en esta vida como en la anterior. Temo que su gusto por mis pasteles descompuso un poco su físico.
―¿Ella es mi madre? ―preguntó uno de los hijos de Banxu al ver una foto de Zoni.
―Sí, Zoni, era tan frágil entonces como lo fue aquí. Pero dentro de esa niña llorona siempre hubo una mujer muy valiente.
―¡Mira! ―exclamó Feza al ver una fotografía de sus padres en plenas nupcias―. ¡Dejaron fotos de su boda!
―¡Oh, Ndomi! ―Kuamba sintió un vuelco en el corazón al ver un par de fotografías de la boda de Uthe y Ndomi―, y qué hermosa se ve la profesora en ese vestido de flores de cerezo.
―Papá se ve feliz ―Feza tomó otra fotografía de la pareja con el sacerdote, ambos tomados de las manos.
―Sé que lo fueron. ―Por último, Kuamba tomó una foto cuya iluminación, sólo dejaba ver parte del puerto y la isla, y en silueta, Ndomi y Uthe besándose.
Noho se integró con el grupo, contando anécdotas de lo que fue su vida en ese entonces, de cómo desafiaron al sistema ayudando a crear la isla de Uthe y de la forma en que Zoni y Toho dieron su vida por proteger a Uthe.
―Muero por verlos de nuevo ―suspiró Kuamba―. Para mí, en todas nuestras vidas, ambos han sido excelentes amigos.
Con tanto trabajo reinstalándose en la réplica de la isla de Uthe, el mes pasó con rapidez. El grupo entero de protectores esperaba con ansias en la réplica del castillo de Uthe a que Ndomi pudiera abrir la conexión.
En el pasado, los dos años que pasaron para abrir la conexión fueron de grandes cambios. La isla de Uthe era ahora un pueblo lleno de vida, con sus nuevos habitantes integrándose a sus nuevas actividades como una pequeña nación ajena a la nueva república.
Uthe despertó con el aroma de las gardenias que inundaba su habitación, abrió los ojos para ver un pequeño ramo de estas flores sobre su almohada. Ndomi estaba sentado en un sillón, observándola.
―Feliz aniversario ―le dijo.
―Feliz aniversario, amor.
Uthe se levantó yendo a sentarse sobre las piernas de Ndomi. Él puso su mano sobre el vientre abultado de ella, sintiendo el movimiento de su segundo hijo, quien nacería terminando el invierno.
―Calculaste perfectamente la fecha de nuestra boda para que coincidiera en los días en que hicimos el amor por primera vez en esta cabaña, y a su vez, que nuestro segundo aniversario coincidiera con la conjunción lunaria.
―No habrá mejor regalo de aniversario que ver a nuestra hija y a todos nuestros amigos nuevamente.
No estaban en el castillo, sino en aquella pequeña cabaña donde hicieron el amor años atrás, cuando él era Dumui. Desde la ventana se veían los montes nevados y la pequeña cascada.
―Fue exactamente aquí donde te soñé ―dijo Dumui―, supongo que parte de mi mente se remontó a mi vida pasada y recordé este lugar, aunque no fue un recuerdo exacto. Creo que en mi mente sabía que me costó trabajo convencerte de aceptarme, pero al mismo tiempo, reviví aquella vez que hicimos el amor.
―Y ahora lo vives una y otra vez ―dijo ella besándole en los labios.
Almorzaron y fueron al castillo, en donde continuaban haciendo modificaciones para convertirlo en un colegio de ciencias y artes. Algunas otras parejas ya estaban esperando familia y estaban seguros de que pronto se necesitaría un lugar para darles educación.
Terminaban las labores del día cuando Ugi se acercó a Uthe, tímida como siempre lo fue.
―Profesora, quería pedirle un favor muy grande.
―Dime, Ugi.
―Es que… mi novio me ha pedido matrimonio y… quisiera saber si usted podría oficiar nuestra ceremonia. Queremos casarnos en dos semanas, justo el día en que la última luz se asomará detrás de Hatso.
―¡Claro, Ugi! ―Uthe la abrazó, conmovida―, será un honor para mí.
―Te prometí que encontrarías la felicidad que tanto buscas ―Ndomi se acercó a ellas―, y ahora la tendrás.
―No diga nada a nadie ―dijo Ugi―, daremos la noticia durante la cena.
Ndomi había retomado aquella tradición tuki, y día tras día, todos los habitantes de la isla se reunían en la explanada principal frente al castillo para compartir la cena. Cuando Ugi y su prometido dieron la noticia, muchos los felicitaron, cambiando los cotidianos temas de plática por planes para la boda.
―Ya casi es hora ―Ndomi interrumpió a Uthe―, será mejor ir al castillo.
Ambos se dirigieron de inmediato al pilar en el último piso, ahí estaba montada una nueva y más sofisticada máquina del tiempo. Uthe y Ndomi sacaron las gemas de sus armas y las colocaron en la fuente de energía. El pilar hueco se fue haciendo transparente, y algunas decenas de siluetas se fueron haciendo cada vez más nítidas. La primera en reconocer fue la sonriente cara de Feza.
―¡Papá! ¡Mamá! ―exclamó la chica― ¡Lo logramos!
―Lo sé, hija. Sé que para ustedes sólo han pasado unas semanas desde que vencieron a los zuthus, lo leí en tu carta, pero para nosotros pasaron más de dos años ―Ndomi se acercó a su hija―, y entenderás que estábamos mucho más ansiosos por verte.
―Lo imagino, pero aún en este poco tiempo, yo te he extrañado como no tienes idea. ―Feza volteó a ver a su madre―. Y en esta vida no te conocí, pero ahora que recuerdo nuestra primera vida, cuando fuiste la princesa Tso, puedo decirte que ansiaba verte de nuevo.
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Editado: 05.06.2022