Ximantsi I. Los secretos en la isla de la hechicera

Pecado de lujuria

Ndomi y Banxu llegaron a medianoche con el resto de los chicos de su generación para festejar en un bar de la ciudad. Todos reían y bromeaban sobre el tipo de cosas que harían cuando estuvieran casados, sin embargo, Ndomi se mantenía callado y pensativo. Su ahora prometida, Handi, se acercó a él con una cerveza.

―Vamos, ya tienes edad para beber, ¿no vas a celebrar?

―No estoy de humor ―fue todo lo que dijo.

―¿Por qué has de estar tan triste por todo? Hasta el hecho de que alguien pise una araña te provoca angustia.

―¡Eso no es cierto! ―reclamó él levantando al fin la cabeza.

―A ver ―Handi jaló a Banxu por el brazo obligándola a acercarse― Banxu, tú que conoces más a este sujeto, dime, ¿qué es lo que le preocupa?

―Todo ―dijo ella simplemente.

―¿Lo ves?

―Es que no sé ni cómo decirlo. ―Ndomi chasqueó la lengua―. ¿Sabían que todas las chicas de nuestra generación a excepción de Banxu me pusieron en su lista?

―¿Y eso es malo? ―se burló Handi.

―En cierto modo sí. Si yo no tuviera esta apariencia tan poco común o si no estuviera destinado a revelar los secretos de Uthe ¿quién me habría puesto?

―¿Crees que yo te puse por tu apariencia? ¿O por lo de la isla? ―preguntó Handi, ofendida.

―Y ¿por qué si no?

―Ndomi, te agregué porque eres un buen amigo ―dijo Handi―, ayudas a todo mundo, cuidas animales enfermos, de hecho, te he visto quedarte sin comer por darle tu almuerzo a algún pordiosero.

―En eso concuerdo ―intervino Banxu―. Muchas te pusieron en su lista por tu apariencia, otras por ambición. Pero Handi te escogió por la persona que eres, no por tu apariencia ni por lo que prometes lograr.

―No nos creas tan superficiales. Mira a Banxu, ella es aún más atractiva de lo que eres tú y no tuvo el cien por ciento de atención en las listas. Sí tuvo muchos que la solicitaron, pero no fue ni la mitad de la generación.

―Eso es porque ella es una maldita llorona. ―Ndomi empujó a Banxu con su dedo índice en su frente―. A cualquiera le daría pánico casarse con ella sabiendo que llora hasta por que le arrancas un cabello.

―¡No es cierto!, hace mucho tiempo que yo no lloro. Además, tú lloraste más cuando aquel nogo te...

―¡Cállate! ―le interrumpió Ndomi.

―Ya déjate de ver todo en tonos de gris y únete al festejo.

Handi lo obligó a aceptar la cerveza y a integrarse con el resto del grupo. Si Handi era sincera al decir que lo había puesto en su lista por su comportamiento y no por su apariencia, entonces quizá sí valía la pena que la eligieran para ser su futura esposa. Más animado, al fin se unió a las risas y bromas con sus amigos. Los jóvenes pasaron el resto de la noche bailando, bebiendo y divirtiéndose tanto que la depresión de Ndomi desapareció por completo.

Llegó hasta la habitación de su hotel sintiéndose un tanto mareado, pero de mejor humor. Se puso su ropa de cama y se disponía a dormir cuando tocaron a su puerta. Era Banxu que había olvidado una de sus bolsas dentro de las maletas de Ndomi.

―Perdón ―le dijo―, es que en tu maleta está mi ropa de dormir.

―Búscala. Mis maletas están en el armario, yo me voy a la cama, me estoy cayendo de sueño.

Ndomi se metió en la cama mientras Banxu buscaba entre sus maletas. Una vez que se recostó, observó a su amiga con los ojos entrecerrados. En nadie confiaba tanto como en Banxu, pero era algo curioso, por muy bien que se llevara con ella sabía que nunca podría amarla como mujer. Él en realidad no se imaginaba a sí mismo amando a nadie, para él todas las chicas que conocía eran simplemente personas que pasaban por casualidad en la vida. Quizá el haki era demasiado potente y le inhibía cualquier deseo porque no podía pensar en el matrimonio como algo atrayente, algo que esperara con todas las ansias de su corazón... como lo sentía por una mujer que veía dándole la espalda, desnuda, observando los montes nevados desde un ventanal, esa mujer que, de algún modo, merecía toda su atención.

Él se acercó a ella lentamente, como teniendo miedo de que lo viera. Pero ¿miedo por qué? Quizá miedo a que lo rechazara, sí, era eso, tenía mucho miedo a que ella le dijera que jamás le correspondería a ese amor. Era inalcanzable de algún modo, pero debía tenerla, tenía que lograr conquistarla porque ella era la única persona a la que podría amar en este mundo.

Se sentó sobre la cama para observarla mejor. Pero ella no volteaba, y él quería, necesitaba ver su rostro. Tomó una rosa de un florero que había en el buró y la acercó a la ventana, ofreciéndosela como regalo. Pero ella no se interesó, ni siquiera se inmutó. Entonces colocó la rosa sobre su cabellera y, aunque ella volteó a verlo, Ndomi aún no podía ver su rostro, pero no era necesario, de algún modo sabía que era la mujer más hermosa que hubiese sobre la faz de la luna.




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