Y ahora ¿qué más? #3

15*** Una analogía más bonita.

Jess sostuvo a Bree entre sus brazos mientras miraba a las hijas de Sandra corretear por el parque. Su amiga hizo un gesto de cansancio, hacía apenas unos minutos les había dicho que dejaran de correr y de pelear, pero las pequeñas gemelas no parecían muy dispuestas a hacer caso por más de dos segundos. 

Ella miró a su hija entre sus brazos, un poco más inquieta de lo normal. Tal vez era el efecto de aquel parque. Volvía a los niños un poco locos. 

—Carly, ya deja de tirar de la cola de tu hermana —dijo Sandra, por al menos, séptima vez. 

A Jess le causaba algo de gracia ver a Sandra al límite de enloquecer por dos pequeñas niñas de diez años. Por lo general, ella siempre estaba en control, aun con sus locuras y sus excentricidades, nunca perdía la calma. 

Menos cuando se trataba de sus hijas. 

Jess sonrió. 

—¿Te parece gracioso? —le preguntó, mirándola con cara de fastidio— Espero que disfrutes de la tranquilidad de los primeros seis meses en que lo peor que Bree puede hacer es llorar. Pronto comenzará a gatear y luego caminará y cuando llegue a la etapa de tomar cosas y romperlas... entonces sabrás que no hay vuelta atrás -finalizó su amiga, con una voz tan tétrica que solo pudo provocarle más risa. 

—¿Me trajiste hasta aquí para que Bree paseara o para asustarme hasta el punto de dejarla tirada en algún banco? 

Tras el nacimiento de Bree, ella no veía a Sandra con la frecuencia que solía hacerlo antes, pero su amiga solía visitarla algunos fines de semana con las niñas. Las primeras dos o tres veces, las gemelas habían estado prendadas con la novedad de una bebé a la cual hacer arrumacos, pero pasado el efecto, ya Bree no era tan interesante, así que las pequeñas habían buscado otro método de diversión, en aquella situación, corretear y pelear. 

—¿Hay cupo para alguien más en esa clase de yoga a la que vas? 

—Si lo que buscas es relajación y paz interior, entonces no. 

Nada de eso podía encontrarse en un lugar en el que estuviera Allyson George. Cada domingo en la mañana, al ir con Allyson al Yoga, Jess se hacía dos preguntas: la primera era ¿Por qué yoga? y la segunda ¿Por qué con Allyson? Penny la había convencido con el Cross fit y eso había estado bien, aunque no notara grandes diferencias en su cuerpo Jess sabía que era bueno hacer un poco de ejercicio físico cuando tenía algo de tiempo. Ahora bien... ¿El yoga? Decir que Allyson las había obligado vilmente usando argumentos muy gastados de cómo sería bueno estar en harmonía con su yo interno era quedarse corta. Al final, cuando Penny se había negado de forma categoría a volver, Jess había continuado porque, si era sincera con sigo misma, debía admitir que Allyson estaba loca, pero era divertida y tenía una magnifico arte para incomodar con sus palabras que a Jess le hacía reír. 

Tal vez estuviera un poco loca, pero al menos ella no la invitaba a comer helado y hamburguesa con papas, como Penny. Al menos para su dieta, Allyson George, fanática de las ensaladas y las comidas saludables, era buena. 

— ¿Viste eso? —cuestionó Sandra, de repente. 

—¿Qué? —Jess se alarmó por un segundo. Era difícil que alguien te gritara sin antelación y no espantarse. 

Sus ojos rápidamente se dirigieron hacia donde miraba su amiga, pero la única cosa que pudo ver fue a un grupo de niños corriendo, nada por lo que alarmarse. 

—¿Qué cosa viste, Sandra? —volvió a cuestionar. 

—Nada... Yo solo pensé que... —los ojos de Sandra barrieron el lugar, como si intentara volver a ver lo que fuera que la había inquietado—. Solo... olvídalo, estoy loca. ¿Cómo vas con lo de la boda? —Preguntó, cambiando de tema. 

Jess la dejó hacerlo, tal vez había visto el fantasma de algún novio de la adolescencia o alguna de esas cosas raras de Sandra. 

—Tan bien como puede ir. Por fin elegí la iglesia, no está mal. Elise dice que fue una excelente elección. También seleccioné los vestidos y... 

—¿Los? —preguntó Sandra, enarcando una ceja. 

—Si, dos, para ser específicos. Elise y Penny coinciden en que debo tener uno para la ceremonia y otro para la recepción —explicó colocando a Bree en su cochecito y sonriéndole—No tenía idea de toda la basura sobre bodas que no sabía. Es como si fuera un pulpo gigante que intenta asfixiarme con todos sus tentáculos, y eso que ni siquiera estoy haciendo nada. 

—¿Quién lo diría? ¡Eres como una celebridad! 

—¡Cállate, Sandra! 

Jess levantó la vista y se encontró con las gemelas corriendo hacia ella, ya podía reconocerlas casi sin error y por la expresión que traían podía jurar que Carly había vuelto a golpear a su hermana. 

—¡Mamá, Carly tiró de mi cabello! —se quejó la pequeña. 



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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