Y ahora ¿qué más? #3

35*** Todo a su tiempo.

Jessica había perdido la cuenta de todo el rato que llevaba metida en aquel auto en aquella posición tan poco natural.

No sentía ganas de nada.

Sentía la garganta desgarrada después de haber preguntado una y otra vez que le había hecho aquella mujer a Russell. No era ninguna estúpida, había escuchado el golpe sordo contra el capó del auto, el grito inconfundible del hombre y luego la risa de aquella loca. Aunque una parte de ella se negara a creerlo, porque mientras no lo hiciera no era real, en el fondo sabía lo que había sucedido: lo había atropellado y la imagen de algo que no había visto llevaba atormentándola por una cantidad de tiempo que ni siquiera podía calcular.

Iba a enloquecer.

Bree tampoco emitía ningún sonido y si bien el sentido común le decía que era muy probable que se hubiera quedado dormida, como hacía siempre que estaba en un auto en movimiento, su mente no podía dejar de torturarla.

Había perdido las esperanzas de poder llevar sus manos hasta su hija y confirmar que estaba bien, porque sus manos amarradas y la extraña posición en la que estaba su cuerpo no se lo permitía.

Tenía nauseas, estaba mareada y la cabeza parecía a punto de explotarle. La voz en su interior que le gritaba una y otra vez lo estúpida que había sido no parecía dispuesta a dejarse silenciar.

Tampoco era como si necesitara que le recordaran que había sido una estúpida.

Estaba amarrada con su hija en el asiento trasero de un auto que llevaba meses persiguiéndola. Había puesto en peligro a Bree, había logrado que lastimaran a Russell y ni siquiera quería pensar en Brett.

Tenía la sensación de que llevaba horas en aquel auto y, de ser así, él ya debería haber notado su ausencia. ¿Había intentado dar con ella? En caso de que se hubiera equivocado y Russell estuviera bien, ¿Ya estarían buscándola? ¿Habrían encontrado su auto y su teléfono abandonado en el aparcamiento?

¡Y su familia! ¿Ya se habrían enterado de que había desaparecido? No quería pensar en sus padres, o en Jason.

Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras se imaginaba todos los escenarios posibles. Su madre se volvería loca de preocupación, al igual que su padre y su hermano. Y Brett... Dios mío, Brett. Había tenido razón todo el tiempo y ella había sido una imbécil. ¿Qué pasaría si no la encontraban a tiempo? ¿Qué pasaría con Bree cuando esa mujer se hartara de divertirse con ella? Quería pensar que nadie sería capaz de lastimar a un bebé, pero no tenía ni idea de que tan trastornada estaba la persona que conducía ese auto.

¿Qué si la sacaba de ese auto en medio de la carretera y le disparaba en la cabeza sin mucha ceremonia? ¿Qué le garantizaría que Bree estaría bien hasta que Brett la encontrara?

Nada.

Se había jodido a su hija, a Russell, a Brett a sus padres, a ella misma... Había jodido a todos porque había sido demasiado cobarde para aceptar que estaba en peligro y cuidarse. Quería demostrar que todo estaba bien a pesar de esas malditas notas y había fracasado arrastrando con ella a todo el que la rodeaba.

Había pasado la mitad de su tiempo en T&H sintiendo miedo del aparcamiento, pero en su interior nunca se imaginó que algo así pudiera pasarle justo allí.

El auto se detuvo de golpe con un chirriar de ruedas y Jess se encontró deseando que hubiera sucedido algo como que las detuviera la policía. Estaría salvada, además de que sería interesante ver como aquella psicópata explicaba por qué tenía a una mujer amarrada y con una bolsa en la cara en el asiento trasero.

La puerta del conductor se abrió y antes de que Jessica pudiera elaborar una teoría de que estaba pasando, la puerta junto a ella también se abrió. La brisa fresca le acarició los brazos y Bree comenzó a llorar. Por primera vez en todo el tiempo que llevaba siendo mamá, se alegró de escuchar sus gritos.

—¡Vamos! —gritó la mujer.

Jessica no se movió, no porque quisiera desafiarla, nunca intentaría desafiar a una demente con un arma. Estaba despistada y asustada.

» ¡Que salgas del auto, te he dicho! —volvió a gritar.

Esta vez, Jess no dudó en obedecer. La mujer la arrastró aproximadamente diez metros que, a Jessica, teniendo los pies amarrados, se le hicieron eternos y luego, la metió dentro de otro auto. Sabía que no era el mismo, este olía diferente... a perfume. De todas formas, su mente no tenía intención de intentar reconocer el aroma, su cerebro no funcionó correctamente hasta que la mujer se marchó y volvió dejando a Bree junto a ella, que no paraba de llorar.

Jess la escuchó gruñir mientras se metía en el asiento del conductor y encendía el vehículo.

—¿Dónde vas a llevarnos? —cuestionó y aunque sabía que la pregunta era algo absurda, no perdía nada con investigar.

—¿Eso que importa? —replicó la mujer, impaciente.

Ella sabía que los gritos de Bree eran la razón de su incomodidad, pero no había mucho que pudiera hacer cuando no podía tocarla.



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En el texto hay: peligro, bebe, madre

Editado: 24.04.2018

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