Y de repente, padres

8. Hagamos una barbacoa.

El siguiente fin de semana, Paloma dedicó la mañana del sábado a colaborar en su cafetería mientras que Anthony en casa lo hizo a las tareas del hogar. 

En el jardín, Jonathan saltaba en una cama elástica y desde la lavandería Anthony sonrió viéndolo, luego abrió la lavadora y echó toda la ropa a un cubo. 

 

— Tito Tony. — Lo llamó Jonathan cuando se paró en la puerta. 

 

— ¿Sí, colega? — Le preguntó Anthony cargando con el cubo y mirándolo mientras los dos caminaron hasta el jardín. 

 

— ¿Saltas conmigo? Es aburrido hacerlo solo. — Jonathan señaló la cama elástica y Anthony miró hacia allí. 

 

— ¿Por qué no invitas a amigos del colegio? — Le propuso a su sobrino, dejando el cubo en el suelo y agachándose delante de él. — ¿Quieres que invite a Julia y Emilio? 

 

— ¿No se enfadará la tita Paloma si lo haces? 

Anthony sonrió y le frotó el cabello. 

 

— Déjame eso y vete a ponerte los deportes. Iremos a comprar algo de carne para hacer una barbacoa. 

Jonathan asintió contento y se marchó corriendo hacia dentro de la casa. Anthony se levantó sacando su teléfono y haciendo una llamada, la voz de una niña sonó el teléfono. 

 

— ¿Diga? Este es el teléfono de mi papá pero él está durmiendo la mona. — Habló Julia de nueve años y Anthony se rió. 

 

— Julia, ¿con quién hablas? — Le preguntó su madre cuando le quitó el teléfono y se puso ella. — ¿Sí? 

 

— Nuria, ¿qué hace Guillermo durmiendo la mona? — Le preguntó Anthony caminando hacia dentro de la casa. 

 

— Tuvo reunión de antiguos alumnos anoche y llegó bastante tomado. — Le explicó Nuria. — ¿Querías algo? ¿Cómo está Jonathan? 

 

— Está bien. Quería invitaros a casa y hacer barbacoa. — Anthony entró de la lavandería a la cocina y cerró la puerta. — ¿Qué me dices? 

 

— Qué sí, pero necesito cómo mínimo media hora para despertar a Guillermo. 

 

— No hay problema. — Se rió Anthony.  

 

 

Paloma sonrió a unas clientas después de dejar sus pedidos y caminó hacia la barra, donde fue asaltada por Elías. 

 

— Para el hombre de la mesa cinco. — Le avisó Elías dejando en su bandeja una taza de café. 

 

— Mesa cinco. — Repitió Paloma mientras se paró a mirar su teléfono móvil. Le preocupaba haber dejado a su sobrino solo con Anthony y esa dichosa cama elástica. 

 

— ¡Eh! — Elías golpeó la barra con la mano y Paloma lo miró asustada. 

 

— ¿Eres tonto? — Le reclamó y observó la mano de Elías cuando él la dirigió a un cartel dentro de la barra, ella misma lo había escrito y colgado, recordando a sus trabajadores que el uso del teléfono debía limitarse al tiempo de descanso. — Soy la jefa, ese cartel no va conmigo. — Le dejó claro Paloma a la vez que guardó su teléfono en el bolsillo del delantal que llevaba en la cintura. 

 

— Prédica con el ejemplo, hermana. — Le recomendó Yulen, un camarero de piel oscura que se paró a su lado. — Las chicas de la mesa dos quieren más azúcar. — Se dirigió a Elías, recibiendo de él unos sobres de azúcar. — Haz y haremos. — Le dijo después a Paloma antes de irse. 

 

— Haced o váis a la calle. No tengo dinero para gastarlo en camareros que pierden el tiempo en sus teléfonos. — Gruñó Paloma, luego cogió la bandeja y caminó hasta el hombre sentado en la mesa cinco. — Aquí tiene su café. — Le dijo amablemente, dejando la taza en la mesa. 

 

— ¿Paloma? — La llamó el cliente y levantó la mirada hasta él, un hombre guapo, de cabello moreno semi recogido que no le sonó de nada. 

 

— ¿Perdón… ? 

 

— ¿No me reconoces? 

 

— ¿Tendría qué hacerlo? — Le preguntó Paloma, su teléfono sonó en el delantal y echó un ojo dentro. 

 

«Voy a invitar a unos amigos a una barbacoa en casa. Únete a nosotros cuando puedas». 

Le había enviado Anthony un mensaje de texto y negó nada convencida de una barbacoa en casa. 

 

— Ha pasado bastante tiempo, pero fuimos compañeros de clase en el instituto. — Le explicó el cliente y Paloma lo miró. 

 

— ¿En serio? 

 

— Llega a doler que no me recuerdes. Soy Tiago. Te confesé que me gustabas en el último año y nunca me diste una respuesta, así que estoy aquí para tenerla ahora. — Paloma se quedó sería y Tiago se rió. — La última parte es solo una broma, tranquila. Ni siquiera sabía que trabajabas aquí. 

 

— No trabajo aquí, soy la dueña. — Lo corrigió Paloma. — Lamento mi mala memoria. Ya me acuerdo de ti. Lo siento por no darte una respuesta. 

 

— Está bien, está bien. Lo he superado, bueno… — Le dedicó una sutil mirada y se llevó la mano al pecho. — Creía haberlo hecho, pero verte igual de sorprendente que en esos años me ha reabierto una vieja herida en el corazón. 

Paloma se rió encantada por el halago. 

 

— Tita Paloma. — La llamó de pronto Jonathan que se acercó corriendo y Paloma se extrañó. 

 

— ¿Qué haces aquí? — Le preguntó y miró a Anthony que se paró detrás de Jonathan. — ¿Una barbacoa? — Lo criticó y Anthony que miraba a Tiago, la miró a ella. 

 

— Mi colega y yo nos aburrimos en casa solos. ¿verdad? — Le preguntó Anthony a su sobrino y Jonathan asintió a su tía. Paloma se mordió la lengua por Jonathan y lo alentó a ir a la barra. 

 

— Lleva esto a la barra mientras tío Anthony y yo hablamos. — Le entregó la bandeja. 

 

— ¿Váis a pelear? — Les preguntó Jonathan mirándolos a los dos y Paloma sonrió negando. 

 

— No. Solo vamos a decidir el tipo de carne para la barbacoa. — Lo calmó Anthony frotando su cabello. — Ve. 

Jonathan no lo creyó, pero caminó hacia la barra. 

 



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 02.12.2022

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