Tras escuchar su declaración, Paloma se giró mirándolo y automáticamente se rió no creyéndolo.
— Claro. — Dijo y cogió el plato con el pastel para la vecina. — Vuelvo enseguida.
— Espera. — Anthony la detuvo agarrándola de ambos brazos y Paloma sintió su corazón saltar salvajemente en su pecho.
— Por favor, Tony, deja de bromear. — Le pidió seria.
— No lo estoy haciendo. Me gustas de verdad, me has gustado desde que nos conocimos en la boda de nuestros hermanos.
De inmediato, Paloma dio un paso atrás, soltando el plato en la encimera y saliendo de la cocina sin decir ni una sola palabra.
Al sentarse en su cama, el corazón parecía que le latía exageradamente rápido y una sonrisa apareció en su rostro.
— Le gusto. — Se dijo Paloma así misma, sintiéndose como una chica joven que vivía un primer enamoramiento, y se tumbó en la cama pensando seriamente en lo que ella sentía. ¿Era gusto, amor, o simple confusión de su corazón por convivir bajo el mismo techo y compartir un anillo de matrimonio?
Por la mañana, Paloma y Anthony desayunaron en silencio y Jonathan miraba a sus tíos sin saber qué les pasaba. Cada día entendía menos porqué sus padres decían que sus tíos se caerían bien.
— ¿Estáis enfadados? — Les preguntó Jonathan con la cuchara de los cereales en la mano.
— No. — Respondió rápidamente Paloma y Jonathan miró a su tío que tomó la palabra.
— Le he dicho que me gusta y me ha rechazado. — Dijo Anthony centrando la mirada en Paloma.
— Eso no es cierto. Ni siquiera dije nada. — Se defendió Paloma.
— Te reíste y te fuiste. Creo que es una respuesta más que suficiente.
— Aún así no te rechacé, me fui porqué no esperé que dijeras algo como eso y necesitaba pensar al respecto. — Habló Paloma con serenidad. — No todos podemos lanzar una declaración así sin más.
— Tita Paloma, ¿te gusta el tito Tony? — Jonathan intervino en la conversión y los dos adultos miraron al niño.
— No tendrías que estar escuchando esto. — Lamentó Paloma y se levantó de la mesa. — Iré a llevarle el pastel a la vecina y después me pondré a ordenar el sótano, todavía está lleno de cajas. — Miró a Anthony y se alejó después de la mesa.
Jonathan miró a su tío levantarse e irse de la cocina, luego escuchó a Victoria ladrar y la puerta de casa abrirse y cerrarse. Su tío se había ido de casa y Jonathan miró a su tía que, parada frente a la nevera, se había llevado una mano al pecho.
Anthony golpeó con un bate de béisbol la pelota lanzada por un lanzador de pelotas y bajó el bate con cansancio, estaba sudando y su pectoral subía y bajaba al ritmo acelerado de su respiración.
— ¡Ese último tiro ha sido fantástico! — Lo halagaron con aplauso incluido y Anthony se agachó apoyándose en el bate de béisbol. — Ten, te la has ganado. — Le ofrecieron una botella de agua.
— Gracias. — Agradeció Anthony cogiendo la botella de las manos de su amigo Omar, luego se bebió el agua de una sola vez y tosió cuando casi se ahoga al final.
— ¿Va todo bien? Me ha sorprendido que me pidieras venir aquí. — Le preguntó Omar mirando el campo de béisbol en el que se encontraban.
Anthony asintió cerrando la botella vacía.
— Solo necesitaba desfogar un poco. — Le señaló la máquina lanzadora de pelotas. — La vuelves a llenar.
— Claro. — Omar golpeó su hombro. — Si antes me dices lo que te pasa.
— Que estoy enamorado de una mujer tonta. — Respondió Anthony. — Ahora llena la máquina de pelotas.
En casa, Paloma estornudó mientras vaciaba cajas de mudanza con Jonathan.
— Tita Paloma. — La llamó Jonathan dejando en el suelo los libros que sacaba de una de las cajas. Paloma lo vio realizar la tarea sin ninguna diversión.
— ¿Dime? — Le preguntó.
— Si el tito Tony y tú os peleáis… ¿tendré que elegir con quién de los dos quiero vivir?
— Si eso pasara, ¿con quién querrías vivir? — Quiso Paloma averiguar y Jonathan la miró dudoso. — Puedes responder sinceramente, no voy a enfadarme porqué elijas a Anthony.
— No quiero tener que elegir, quiero vivir con él y contigo. — Respondió Jonathan sincero y Paloma sonrió suavemente.
— Es agradable escuchar eso. — Jonathan también sonrió y Paloma miró la sala del sótano en la que estaban.
— ¿Te parece si dejamos esto y vamos a comprar un helado?
— ¡Sí! — Jonathan se levantó rápidamente, por lo que Paloma se rió. — ¿Podemos llevar a Victoria?
— Claro, a ella también le vendrá bien un paseo.
— ¿Hablamos de… ? — Llenando la lanzadora de pelotas de béisbol, Omar interrumpió su pregunta con extrañeza. — ¿Qué es lo que te toca a ti, la cuñada de tu hermano?
— No lo sé… — Contestó Anthony qué ensayaba con el bate de béisbol con golpes al aire y Omar se quedó mirándolo.
— ¿Tu… cuñada cuñada?
Anthony bajó el bate y lo miró serio.
— ¿Eso tan siquiera existe? — Le preguntó.
— No tengo ni idea, tío. — Omar se rió y palmeó luego con una mano la máquina. — Está lista.
— Pensé que viviendo bajo el mismo techo haría que se fijara en mí, pero creo que solo me ve como un estorbo. — Habló Anthony y Omar suspiró.
— Hagamos esto, salgamos a beber está noche. Haré un par de llamadas para que vengan algunos más y ya verás como al final de la noche no recuerdas ni quién es Paloma.
Paloma pagó por un par de helados en un puesto del parqué y fue hasta Jonathan que le daba agua a Victoria.