Y entonces... Los ángeles cayeron

Capitulo 10: Buenos días Hita

11 meses antes en algún lugar...

 

El hombre conocido como Hita se hallaba dormido, desde unos días atrás había comenzado a tener unos sueños extraños, su frente se hallaba repleta de sudor, su expresión variaba de desagrado a desasosiego, eran sueños extraños, en sus sueños era él, pero no lo era al mismo tiempo, una mujer le llamaba "Rober", mujer que respondía al nombre de "Luna", nombre dado en la tierra al satélite artificial que la custodiaba. 

Todo en sus sueños era tan extraño como verosímil, las cosas eran muy distintas en la tierra que a como eran donde Hita habitaba. 

El sueño aquella noche era muy diferente, Roberto se mostraba sereno y no lleno de inseguridades como siempre parecía estar. Había algo en el techo. Poco rato después algo contactaba con Roberto, por vía telepática pedía auxilio, miraban por la ventana, y tirado sobre un camino paralelo a la casa, se hallaba un curioso ser alado; no se parecía a nada ni a nadie de lo que Hita había conocido por el momento; los pensamientos de Roberto rondaban su cabeza, estaba tan aterrorizado como perplejo, en cambio Hita se hallaba maravillado, absorto en la imagen de aquel ser de plumaje plateado; aunque el encarnaba a Roberto, tenía su propia perspectiva y esa noche parecía ser un espectador en sus ojos, y no el marido de "Luna", era como si el vinculo se hubiese roto. 

Sintió que algo tiraba de él, y aunque al principio tiraba despacio, tan pronto se alejó de la casa de la extraña pareja, el tirón se intensifico, fue algo vertiginoso y la sensación que sentía era de adrenalina. Comenzó a elevarse hacía el cielo, cada vez más y más deprisa, atravesó las nubes y pronto abandono la atmósfera de la tierra, el vacío del espacio era hermoso, todo parecía estar detenido, notaba el tirón, pero era algo pasajero, tan solo disfrutaba de las vistas de la tierra y la luna autentica, no la mujer; un pensamiento fugaz le dijo de manera breve que la Luna mujer también poseía una belleza sobrenatural, en cierto sentido eran parecidas, pero eran en esencia completamente distintas la una de la otra; el tirón fue muy brusco de repente, y se sumió en una caída de espaldas hacía algún lugar que desconocía aún, pero que le aportaba una sensación de serenidad. Atravesó paredes y de pronto despertó, lo hizo sobresaltado, irguiéndose en su cama; miro en derredor, se hallaba en su habitación, se tocó el pecho, su corazón iba a mil por hora, su respiración se hallaba extremadamente agitada. Cuando se calmó, se sentó en su cama, listo para levantarse.

Su habitación se hallaba en penumbra, todo estaba exactamente como recordaba, el sueño había sido demasiado realista, y no podía quitárselo de la cabeza, todavía notaba la adrenalina recorriéndole, era revigorizante si, pero también una sensación molesta. Se hallaba nervioso así que no pudo dormir más, se levantó y camino hacía la blanca pared de su habitación, era una habitación muy austera, las paredes eran blancas o de grises claros, la cama era muy grande y muy lujosa, pero no había decoración de ninguna clase, cosa que no era del agrado de Hita, era tremendamente espaciosa, nunca había mirado aquella habitación de esa manera, no era su casa, aquel era el piso de trabajo de su padre, miró a la pared blanca y negó con la cabeza, de pronto se hallaba pensando en trivialidades sin importancia real, nadie diría que era hijo de quien era. Realizó un par de gestos en el aire y la pared se transformo con rapidez, de ser blanca a mostrar un prado de plantas de un rojo carmesí en movimiento, el viento las acariciaba, la tierra era rojiza y el cielo era de un azul muy profundo, casi parecía que pudiese tocarlas.

- Despliega las previsiones para hoy Evva- Pidió Hita con total convicción.

En la pared apareció la hora y la imagen se movió lejos del prado de arbustos carmesí, y en un momento se acercó hasta una ciudad extremadamente futurista, vehículos de formas dispares surcaban los cielos y circulaban entre los edificios. Observó el panorama con expectación, como si fuese la primera vez que la veía, los edificios eran aburridos, mostraban publicidad todo el tiempo, en sus fachadas se formaban anuncios gigantescos, que se adecuaban al espectador que los mirase, fomentando de esa manera que todo el mundo siempre persiguiese el materialismo y el capitalismo como tal, y eso le aborrecía; algo había despertado en Hita y aunque era el pan de cada día para él, hoy se sentía distinto. La hermosa ciudad de Karst, a pies del monte Olimpo era sin lugar a dudas un destino turístico, pero le aburría la idea de que su padre estuviese allí por trabajo.

Una agradable voz femenina llegó a sus oídos  y rezaba así: 

- Buenos días señor Girato, las previsiones para hoy indican que será un día esplendido, cielos despejados en todo Karst, temperaturas bastante agradables, treinta y cuatro grados centígrados, y humedad escasa, por debajo del nueve por ciento, ¿ha pensado en ir al lago?- Era la serena voz de la IA Evva. La había escogido así Hita, el de hecho había programado parte de su código. Pero hoy le parecía poco humana, sentía un vacío en su interior que no llenaba aquella dulce voz.




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